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La flojera de un Real Madrid que ha perdido el brío pasado del presidente Florentino
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Gonzalo Cabeza

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Gonzalo Cabeza

La flojera de un Real Madrid que ha perdido el brío pasado del presidente Florentino

En la aguda crisis del equipo se ve que la planificación ha sido escasa, el entrenador es insuficiente y lo que en otros tiempos fue una tormenta de ideas ahora muere en la decadencia

Foto: Florentino, en la presentación de Lopetegui. (Reuters)
Florentino, en la presentación de Lopetegui. (Reuters)

Dos errores absurdos de un señor llamado Loris Karius, hasta ese momento desconocido para la mayoría, hicieron de una temporada vulgar una exitosa. Ganar la Champions League es el objetivo más grande que hay en el fútbol de clubes y eso mismo era lo que habían conseguido aquella noche en Kiev. El brillo que proyecta la copa de las orejas grandes es cegador, tanto que en 90 minutos, con una chilena y dos fallos, el Real Madrid hizo olvidar meses de desdicha. Hoy parece el peor equipo posible, pero en realidad esto mismo, el desánimo, la flojera del conjunto, no es muy diferente a lo que ocurrió doce meses antes.

Las luces de Kiev ocultaron todo lo demás, pero lo cierto es que la pasada temporada de los blancos fue de mucha amargura. Porque no es lo mismo perder la liga que tirarla, no puede asimilarse tan fácilmente llegar al final y quedarse corto que dejarse ir cuando ni siquiera ha empezado el invierno. Los socios del Real Madrid, y sus millones de seguidores en todo el mundo, se pasaron meses penando porque su equipo no competía, se sucedieron muchos fines de semana anodinos en los que lo que pudiese ocurrir en el Bernabéu no tenía valor futbolístico más allá del que puede dar un amistoso, una acampada de verano. Y eso, cubierto por los oros de la Champions, es muy grave, porque un club de este poderío no puede permitir que su experiencia de uso sea el aburrimiento y la intrascendencia.

Foto: Florentino Pérez, tercero por la izquierda, justo en el momento en el que Sergio Ramos recibe el trofeo de la Champions League. (Reuters)

La victoria contra el Liverpool dio pie a que no se hiciesen unos cambios que el equipo pedía a gritos. Sí, es cierto, eran capaces de ganar tres, cuatro o cinco partidos de máxima electricidad hasta ser campeones de Europa; pero la capa de armiño cubría una serie de miserias cada vez más evidentes. Llegaba el verano y había que tomar decisiones, las adecuadas para hacer del equipo uno capaz de ser competitivo diez meses, no solo diez partidos. Y aunque los síntomas del desencanto eran evidentes, más que crecer, se menguó.

Florentino Pérez tiene una merecida fama de triunfador. A veces se llega hasta límites un poco absurdos en los que más que un humano parece un superhéroe de Marvel, no en la realidad, claro, solo en las palabras de sus más intensos aduladores. En los últimos años ha ido escapando de una reforma que cada vez se hacía más imperiosa. ¿Está cansado Florentino? ¿Se ha aburrido de los juegos de poder? Se le marchó el mejor goleador de la historia del Madrid y no reaccionó. Se fue también Zidane, que no solo era un entrenador con buen historial, sino también un icono del madridismo y un ser humano muy especial en la trayectoria futbolística del presidente. El recambio llegó con sainete y fue fruto de una improvisación, producto de las circunstancias, muy poco apropiada para un club que siempre debería ir un paso por delante.

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-FOTODELDÍA- GRAF871. MADRID, 20 10 2018.- El entrenador del Real Madrid Julen Lopetegui, durante el partido de la 9ª jornada de La Liga entre el Real Madrid y el Levante en el Estadio Santiago Bernabéu en Madrid. EFE Rodrigo Jiménez

La responsabilidad del mandatario

El todopoderoso presidente es quien decidió, hace ya bastantes años, derribar toda la estructura deportiva del club. Se quedó con José Ángel Sánchez como director de todo y él como estratega. Y por eso hoy, de todo lo que ocurra, tiene que hacerse responsable. Cuando falla el entrenador, es cosa suya, que lo contrató (somos generosos en la definición, lo de su fichaje tiene una historia casi de operación de rescate de los SWAT) del mismo modo que las evidentes carencias de la plantilla son cosa suya. Florentino es, por méritos, el segundo presidente más importante y victorioso del Real Madrid, algo que es perfectamente compatible con que sea el primero de los culpables de la aguda crisis que ahora vive el Bernabéu.

Florentino no habla mucho en público, pero es fácil saber lo que piensa, pues no le faltan altavoces dispuestos a extender su doctrina. En los últimos tiempos el mensaje es que los nuevos ricos están matando el fútbol, que el mercado ha enloquecido y no es sensato meterse en una pelea así. Es una evolución, quizá un envejecimiento. Primero, tiene un punto de paradoja, porque el Real Madrid, quizá más que nadie en el fútbol, es responsable de haber llevado el mercado a estos límites, por más que ahora se escandalicen. El crecimiento loco de los últimos tiempos no es más que un impulso en la inercia que los blancos ayudaron a generar.

Foto: El penalti de Varane. (Miguel Berrocal)

Pero el problema no es tanto quejarse de la coyuntura como no darse cuenta de que ese es el entorno en el que le toca vivir ahora. Renegar del mismo no lo va a cambiar, la lucha puede ahora ser más difícil, porque ha entrado en el mercado una cantidad de dinero ingente desde los países del Golfo, pero la nueva situación no ha modificado lo esencial, y es que el Real Madrid es un club enorme, con un presupuesto elevadísimo y que está concebido con la más alta de las ambiciones: ganar siempre, competir siempre, nunca cejar en el empeño. Si ese es el campo de batalla, en ese tiene que batirse en duelo.

Está muy bien querer asegurar el futuro, inundar Brasil con millones de euros pensando que se ha contratado a los niños que mantendrán en los años venideros la grandeza del Real Madrid, pero por más que quieran venderlo así, no es suficiente. En el club de Chamartín no hay nada más importante que el presente, porque es una institución creada para ganar hoy, no para soñar con el mañana ni con el ayer. A veces es cruel, sin duda, no poder darse un solo respiro, pero es que no pueden dárselo, en el ADN del club está grabado todo esto, las estrategias son móviles, pero el centro de la conversación no cambia, hay que ganar siempre pero, por encima de todo, hay que ganar ahora.

El Real Madrid es un club bien gestionado. Económicamente, un primor, con las cuentas saneadas y capacidad de crecimiento. El siguiente gran proyecto es darle al Santiago Bernabéu una vuelta de tuerca de 500 millones de euros. La visión del presidente, empresario de éxito, es que ese será el camino para asegurar el futuro, y si es así, bien está que actúe. Falta por contar hasta qué punto esa inversión está embargando el club, y si esos millones no podrían estar mejor puestos en jugadores que ayudasen al Madrid a ser el Madrid.

placeholder Mariano intenta un remate contra el Levante. (EFE)
Mariano intenta un remate contra el Levante. (EFE)

No atacar las urgencias

La sospecha es que el dinero puesto en el estadio, más todavía sin patrocinio, ha convertido a Florentino en un líder conservador. Hay lugares en los que fijarse. El Tottenham no ha fichado a nadie este verano porque sus esfuerzos están en su nuevo estadio, del mismo modo que el Arsenal se pasó una década restringiéndose para pagar el Emirates. En el Real Madrid es más duro, por su idiosincrasia, pero si han decidido que sea así no estaría de más que lo dijesen sin ambages. Porque igual no queda otra que aceptarlo.

La plantilla de este año es peor que la del anterior, y esa es una frase que lleva siendo cierta tres o cuatro años. El equipo se degrada con el tiempo, y no solo porque algunas estrellas vayan envejeciendo, que no deja de ser normal, sino porque los nombres decaen. Este verano se marcharon Cristiano y Kovacic, pero el club no actuó más que con remiendos. Fichó en dos posiciones en las que no había urgencia, en la portería y el lateral derecho, y se conformó con Mariano como aportación nueva para el gol. Es voluntarioso el chico, un buen fondo de armario, pero no tiene el fútbol suficiente para ser titular importante en el Real Madrid. El talento no se negocia, hay unos umbrales altos para los clubes de este tamaño.

Foto: Julen Lopetegui cabizbajo durante el partido contra el Levante. (Efe)

De esa plantilla floja se puede decir lo mismo que de ese entrenador, que también es flojo. Lopetegui no ha logrado labrar un equipo competitivo, algo que tampoco debería sorprender tanto, no es que en su historial abunde la confección de equipos campeones. Se encontró un plantel desdibujado y él no ha hecho nada por mejorarlo. Si se va uno por uno, desde Varane hasta Asensio, pasando por Modric o Lucas Vázquez, no se encuentra un solo jugador que haya ido a más desde que hubo el cambio en el banquillo. Cuando es un jugador el que está por debajo de sus prestaciones suele ser culpa del futbolista, cuando son todos los que naufragan hay que mirar también al entrenador y la incapacidad de este para sacar provecho de sus jugadores. Nunca parece tener la fuerza suficiente para el reto que le encomendaron, aunque en eso tiene mucho que ver su carácter apocado y huidizo en el que se buscan excusas varias para evitar el análisis obvio: el equipo se desangra, urgen soluciones.

Y así, estamento por estamento, el equipo parece anémico, en la UVI con necesidad de brío. En otros tiempos eso era cosa de Florentino, que acostumbró a una generación entera a dar un golpe en la mesa cuando las cosas iban mal y ahora parece conforme con el 'dolce far niente'. Puede optar por un cambio de entrenador, pero Lopetegui no es más que una consecuencia de una manera de hacer. El Madrid ha perdido la iniciativa, y eso es lo que le define como club.

Dos errores absurdos de un señor llamado Loris Karius, hasta ese momento desconocido para la mayoría, hicieron de una temporada vulgar una exitosa. Ganar la Champions League es el objetivo más grande que hay en el fútbol de clubes y eso mismo era lo que habían conseguido aquella noche en Kiev. El brillo que proyecta la copa de las orejas grandes es cegador, tanto que en 90 minutos, con una chilena y dos fallos, el Real Madrid hizo olvidar meses de desdicha. Hoy parece el peor equipo posible, pero en realidad esto mismo, el desánimo, la flojera del conjunto, no es muy diferente a lo que ocurrió doce meses antes.

Florentino Pérez