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Kafelnikov, el ruso bocazas que prefiere los bufones a tenistas como Nadal o Federer
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Gonzalo Cabeza

Kafelnikov, el ruso bocazas que prefiere los bufones a tenistas como Nadal o Federer

Kafelnikov, que fue un buen jugador de tenis, ha perdido el oremus y se dedica a criticar a Djokovic, Federer y Nadal, mejores que él, porque no hacen tonterías fuera de la pista

Foto: Nadal y Federer. (Reuters)
Nadal y Federer. (Reuters)

Yevgueni Kafelnikov pasó por las pistas de tenis con un punto de James Dean. Ganó muy fuerte a veces, también se dio trastazos memorables. Su tenis, muy vistoso, le dio para ganar en Australia y en Roland Garros. Su vida, errática, le terminó retirando entre las sospechas de que vendía partidos por apuestas, quizá lo peor que se puede llegar a decir de un deportista profesional. Era talentoso y también sospechoso, más de una vez le señalaron como alguien nocivo en el circuito. Muy gracioso, eso sí, como lo puede llegar a ser una buena bronca. Cuando se retiró, y como de algún modo es lógico, continuó siendo el mismo Kafelnikov de las pistas. No se le marchitó el ego ni el afán de notoriedad. Hoy en día sigue hablando y, casi siempre, con declaraciones altisonantes. Es su manera de mantenerse en el candelero, si dijese cosas a media voz nadie le escucharía, menos aún a miles de kilómetros de distancia.

Kafelnikov es ese extenista capaz de decir que Nadal, Federer y Djokovic son aburridos. Los tres, por más contrapuestos que sean sus estilos. No le vale ninguno. Aburrido, aburrido y aburrido, sentencia un jugador que fue bueno pero que hoy en día, con casi toda seguridad, sería un segundón en el mundo del tenis. No era mejor que Berdych o Ferrer, jugadores que se retirarán sin un grande mientras que él tiene dos. El ruso logró su lugar en la historia en un entorno facilón, con jugadores más especializados y menos regulares, los buenos de hoy han tenido que batallar contra las más grandes leyendas de la raqueta. Y perdían, claro que perdían.

Foto: Nadal, en un partido de esta temporada. (EFE)

A esos, a los mejores, es a los que critica el ruso y lo hace de la peor forma posible, que es reprochándoles lo que ocurre fuera de la cancha. Federer, Nadal y Djokovic son ejemplares en sus comportamientos, tranquilos, solidarios, hablan bien, no dan grandes problemas. Pueden entusiasmar más o menos, siempre hay opción de adorar a uno u a otro, pero en todo caso son perfiles con muy poca mácula en su historiale. Kafelnikov, sin embargo, les señala como aburridos, como si lo que imperase fuese lo que ocurre fuera de la pista. Dentro siempre fueron sublimes los tres.

"Aburrido", el término utilizado, es uno de los favoritos de otro 'niñoide' con necesidad de que le hagan caso, Donald Trump. Divertido o aburrido, cuando se habla del comportamiento de un ser humano, son términos poco refinados, los que utilizaría un crío que se mueve más por estímulos que por la reflexión. Kafelnikov quiere que le diviertan, como un rey medieval se lo exigiría a un bufón, pero ni siquiera se conforma con lo mucho que le ofrecen en lo que es su profesión, jugar al tenis.

placeholder Kafelnikov en la actualidad. (EFE)
Kafelnikov en la actualidad. (EFE)

El tópico ruso

En la rajada de Kafelnikov también se han colado varios comentarios sobre el carácter suizo, tópicos sobre su frialdad y, por supuesto, sobre su vida aburrida. Es divertido que un ruso tan ruso como él se permita el lujo de señalar otros países, pero ya que ha abierto esa espita recordemos que Kafenikov es bronco, errático, muchas veces incomprensible y pendenciero. También es sospechoso de no jugar limpio. Es, por lo tanto, un excelso representante de los principales tópicos deportivos rusos. Y ya que él mismo los utiliza y promociona, pues no está de más recordarlo.

Un pequeño detalle sobre la biografía del artista, sigue sin entrar en el salón de la fama del tenis en el que este año ha entrado Michael Stich. Kafelnikov fue, desde todas las perspectivas, mejor jugador que él. Número 1, dos veces ganador de grande, oro olímpico, campeón de la Davis, argumentos suficientes para encontrarle un lugar en el museo que, sin embargo, sistemáticamente le rechazan. No es por su tenis, de eso nadie dudaría, pero sí por su actitud y, especialmente, por la sospecha de que vendió partidos a lo largo de su carrera. Los votantes le orillan temporada tras temporada porque no quieren incluirle entre los deportistas ejemplares. Si hubiese sido "aburrido" tendría sin duda su placa. Tampoco le ayuda demasiado haberse dedicado profesionalmente al póker.

En sus palabras, tanto en estas como en algunas otras previas -lo de Kafelnikov chirría, pero no por novedoso-, hay también un mal que está ciertamente extendido en la sociedad, y es esa testarudez de los que fueron grandes de minusvalorar lo que vino después. No, nunca se ha visto antes un grupo de tenistas tan brillantes, tan regulares y tan duraderos. La historia del tenis está escrita por otros muchos nombres, pero ninguno combina estos tres factores tan bien como Djokovic, Nadal y Federer que, además, son coetáneos, han dado en sus duelos las historias más grandes que ha tenido este deporte. Kafelnikov, que se aprovechó de unos días débiles en el tenis, reivindica lo suyo de la manera que puede. Sí, antes eran más salvajes, los adoradores del culebrón y el 'slapstick' seguro que le preferirían a él, pero si se habla de tenis, y se supone que de eso hablaba, no hay duda alguna, lo de ahora es lo mejor que se ha visto y el ruso no podía competir a ese nivel.

Yevgueni Kafelnikov pasó por las pistas de tenis con un punto de James Dean. Ganó muy fuerte a veces, también se dio trastazos memorables. Su tenis, muy vistoso, le dio para ganar en Australia y en Roland Garros. Su vida, errática, le terminó retirando entre las sospechas de que vendía partidos por apuestas, quizá lo peor que se puede llegar a decir de un deportista profesional. Era talentoso y también sospechoso, más de una vez le señalaron como alguien nocivo en el circuito. Muy gracioso, eso sí, como lo puede llegar a ser una buena bronca. Cuando se retiró, y como de algún modo es lógico, continuó siendo el mismo Kafelnikov de las pistas. No se le marchitó el ego ni el afán de notoriedad. Hoy en día sigue hablando y, casi siempre, con declaraciones altisonantes. Es su manera de mantenerse en el candelero, si dijese cosas a media voz nadie le escucharía, menos aún a miles de kilómetros de distancia.