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Tribuna
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La guerra absurda entre un influencer y un deportista profesional
No luches contra el 'enemigo', únete a él. No se puede pretender luchar contra la realidad, es mejor comprenderla y evolucionar para conseguir el objetivo de llegar al aficionado
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Vivimos en una época plagada de cambios constantes y los entendemos e intentamos adaptarnos a ellos o iremos contracorriente, es así. Algunos padres se sorprenden porque a sus hijos les paguen miles de euros por jugar a videojuegos. Millones de personas siguen sus andanzas en Youtube o en directos por otras redes sociales. Por este motivo no es extraño verlos al lado de las principales marcas y figuras del deporte. Las marcas son las primeras que deben estar atentas a estos cambios y a lo que demanda el cliente.
No es suficiente que un prestigioso ciclista como Peter Sagan levante los brazos en innumerables pruebas, debe de contarlo. Ha de compartir con sus seguidores lo bien que se comportó su bici en el esprint, qué buen sabor tienen las nuevas barritas energéticas que consume o la espectacular visión que le otorgan sus gafas. Futbolistas que cuentan, a sus followers, las nuevas botas que lucirán durante la temporada. Personalizadas, con colores llamativos y con un mensaje claro: “Desde mañana las puedes conseguir en tu tienda de deportes habitual”. Vivimos una época en la que hay que contar las cosas, hay que compartir, de otra manera es como si no existieras. Los escaparates han dejado paso a charlas directas con el deportista que luce tu posible compra.
¿Qué tal esa bici? Quiero una igual
Al otro lado de la respuesta se encuentra un influencer (persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema en concreto y por su presencia en redes sociales puede ser un prescriptor valiosos para una marca), que se convierte en un comercial improvisado. Entender que una marca decida remunerar a un deportista popular o a una persona anónima (no para todo el mundo) dejando a un lado a un deportista con un palmarés envidiable, no es fácil pero es la realidad si no te adaptas.
Siempre digo que la queja no lleva a ningún lado, la acción sí. Recuerdo que durante años estuve visitando al mismo dentista. Coincidió con mi final de carrera deportiva y con el comienzo de mi vida después del deporte profesional. Le decía que venía de correr el Giro, La Vuelta o Paris Roubaix y la conversación no llevaba a mucho más que: “Estarás cansado, qué duro es”. Después de mi retirada me aventuré a participar en una prueba non-stop de más de 700km y conseguí la victoria. Volví a visitar aquel sillón blanco y mi dentista me dio un abrazo al verme. “Eres un crack, ya he visto que has ganado esta prueba. Impresionante, tienes toda mi admiración. ¿Nos podemos hacer una foto?”.
Me di cuenta que hasta entonces no solía contar mucho en mis redes y que no todo era deporte profesional. Son muchos los deportistas que no se encuentran cómodos con las redes pero éstas han pasado a formar parte de su trabajo, lo tienen que asumir. Gestiono las cuentas, de algunos de ellos, que entienden que son necesarias para responder ante sus patrocinadores. El deportista profesional debe convertirse en influencer, es así. Las marcas y los equipos lo demandan, es una necesidad para poder llegar al público objetivo.
Valverde anunciando bombillas...
Hoy alguien nos dice un nombre de persona, de empresa o de marca que no conocemos y lo primero que hacemos es buscarlo en redes. Si no está, es que no es del todo importante. Ojo, ser influencer no significa perder personalidad o contar aspectos íntimos. La definición que compartía con vosotros, al principio del artículo, habla de cierta credibilidad. Seguramente si veis a Alejandro Valverde anunciando bombillas y diciendo que son las mejores puede que no creáis en el mensaje y únicamente penséis en que lo hace exclusivamente por dinero. Pero si veis un mensaje en instagram en el que habla de lo buenas que son las cubiertas de sus ruedas, tal vez os planteéis adquirirlas y no penséis en su remuneración.
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Un influencer debe de ser consciente del grado de influencia que tiene lo que comparte. Muchos, muchísimos no lo son. Algunos, sin ningún tipo de formación, se permiten animar a la gente a hacer entrenamientos de gran dureza y sin conocimiento. Se habla de guerra entre influencers y deportistas profesionales pero yo creo que lo inteligente está en salir de ese conflicto. Entender que hoy en día ser profesional del deporte también conlleva compartir emociones, prestaciones de marcas y conversaciones con seguidores. Que si alguien que no ha sido profesional tiene capacidad de comunicar y empatizar con seguidores, es lógico que una marca lo quiera en sus filas. Tú harías lo mismo, no te engañes.
Deportista profesional, acércate a ese modelo y no luches contra él. Que no te importe lo que pagan a uno o a otro preguntándote constantemente: pero ¿quién es ese, que ha ganado? Si está ahí es porque lo hace bien y la gente consume sus mensajes. Eso sí, nunca pierdas tu personalidad y selecciona lo que cuentas.
Vivimos en una época plagada de cambios constantes y los entendemos e intentamos adaptarnos a ellos o iremos contracorriente, es así. Algunos padres se sorprenden porque a sus hijos les paguen miles de euros por jugar a videojuegos. Millones de personas siguen sus andanzas en Youtube o en directos por otras redes sociales. Por este motivo no es extraño verlos al lado de las principales marcas y figuras del deporte. Las marcas son las primeras que deben estar atentas a estos cambios y a lo que demanda el cliente.