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La muerte de Kobe Bryant: perdonen que no me levante a aplaudir
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Gemma Herrero

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La muerte de Kobe Bryant: perdonen que no me levante a aplaudir

El shock por la repentina muerte de Kobe Bryant a los 41 años, junto a la de su hija de 13 Gianna y siete personas más, fue una reacción lógica, pero no se puede olvidar que fue acusado de violación

Foto: Imagen de archivo de Kobe Bryant en 2012. (EFE)
Imagen de archivo de Kobe Bryant en 2012. (EFE)

Tienen razón los machistas que aseguran, lamentándose, que los tiempos están cambiando y que determinadas actitudes y comportamientos que eran socialmente aceptados hasta no hace mucho tiempo, ahora son criticados. Tienen razón, sí, pero no nos precipitemos abrazándonos emocionadas mientras a nuestro alrededor llueve confeti porque señalar que existe un problema, una injusticia, un desajuste, es el primer paso para solucionarlo. Pero sólo eso. El problema aún existe y persiste. La muerte de Kobe Bryant en un accidente de helicóptero el pasado 26 de enero ha evidenciado hasta qué punto seguimos minimizando, cuando no directamente ocultando, las llamadas ‘sombras’ -entre otros muchos eufemismos que se han utilizado- para hablar de la denuncia de agresión sexual por parte de un deportista célebre.

El shock por la repentina muerte de Kobe Bryant a los 41 años, junto a la de su hija de 13 Gianna y siete personas más, fue una reacción lógica. Admiramos a los deportistas como si fueran dioses y les consideramos como tales creyendo ingenuamente que son eternos. En los obituarios, también lógicamente, se destacaban sus éxitos sobre la cancha y la profunda huella que había dejado en el basket, pero para que fueran completos debía añadirse que fue acusado de violación en el 2003 y eso no lo cumplieron todos. La mayoría incluso lo obviaron, otros utilizaron de pasada la frase ‘el turbio asunto en Colorado’. En muchos de los artículos que se han escrito en la última semana sobre Bryant, además del eufemismo de ‘sombras’, se ha calificado incluso como un “error” lo que sucedió, resultando así una prueba definitiva de que por mucho que le adoraran como a una deidad, también era un simple mortal que podía equivocarse. Como si violar a una mujer fuera un gazapo, una falta de ortografía, un lanzamiento que no toca el aro, un tropezón, algo insignificante, sin importancia.

La reacción airada en las redes sociales de los fans de Kobe ante la mera mención de la agresión sexual podría pasar como una anécdota -sobre todo cuando los perfiles son anónimos, van dirigidos a una mujer y ya se sabe que en la jungla vale todo-, aunque lo más relevante es el trasfondo; es decir: el todavía alto grado de tolerancia con el que percibimos la violencia sexual contra las mujeres. Porque de lo que se trataba era de preservar la memoria, el legado y el buen nombre de la estrella del baloncesto y si para ello había que reprender y suspender a una periodista, se la suspende. Eso fue justo lo que le sucedió a Felicia Sonmez, que fue censurada por su propio medio, nada menos que 'The Washington Post', cuando horas después de la muerte de Bryant publicó en su cuenta de twitter un mensaje con un vínculo a un artículo sobre el jugador del medio estadounidense 'Daily Beast' de 2016 titulado: “El perturbador caso de violación de Kobe Bryant: la evidencia del ADN, la historia del acusador y confesión a medias”.

placeholder Kobe Bryant y a su esposa, Vanessa, en una conferencia de prensa el 18 de julio de 2003. (EFE)
Kobe Bryant y a su esposa, Vanessa, en una conferencia de prensa el 18 de julio de 2003. (EFE)

Sonmez recibió más de 10.000 respuestas con insultos y amenazas de muerte -esa noche tuvo que dormir en un hotel temiendo por su seguridad- y 'The Washington Post', argumentando que los tuits de la periodista mostraban falta de criterio y que podía socavar el trabajo de sus colegas, la suspendió temporalmente para investigar si violó o no la política del medio sobre las redes sociales. Además, le ordenaron que borrara sus tuits.

El caso de violación

Nunca es un buen momento para hablar de la agresión sexual de un deportista célebre. 'Daily Beast' publicó el reportaje después de que Kobe Bryant anunciara su retirada y en él se desvelaban las declaraciones a los investigadores que llevaron el caso tanto de la mujer que le acusó, que entonces tenía 19 años, como del deportista que tenía 24. Era junio del 2003 y Kobe Bryant llegó a Cordillera (Colorado), un pueblo de 7.000 habitantes, para alojarse en un hotel Lodge & Spa. Él le pidió a la recepcionista que le mostrara las instalaciones del resort y, ya en su habitación, ambos se besaron. A partir de ahí el relato de ella es que la agarró del cuello y la violó a pesar de sus súplicas: “Yo le decía que no. ¿Si me escuchó? Seguro, porque cada vez que se lo decía, él me agarraba más fuerte”. Mientras la violaba ella no paró de llorar y antes de abandonar la habitación Bryant la presionó para que se arreglara el pelo, se lavara la cara y le dijo: “Esto debe quedar entre nosotros”.

Kobe Bryant mintió a la policía. Primero dijo que no había pasado nada entre ellos y, cuando los agentes le informaron sobre la denuncia, les soltó: “A ver si podemos arreglar esto de alguna manera, porque si mi esposa se entera puede enfadarse mucho”. Cuando se le aclaró que la chica se había sometido a estudios de semen y sangre, la estrella de los Lakers aceptó que ambos habían tenido sexo “absolutamente consensuado” y nombró a una amante suya a la que también agarraba del cuello para justificar su brusquedad. Cuando uno de los investigadores se refirió a ella calificándola como guapa, Bryant respondió: “No era tan guapa”.

placeholder Kobe Bryant con su familia en 2010. (EFE)
Kobe Bryant con su familia en 2010. (EFE)

Un día antes de que fuera formalmente acusado de violación y secuestro, dos cargos que podían condenarlo a una pena máxima de cadena perpetua, Kobe dio una conferencia de prensa acompañado por su mujer, Vanessa, rechazando las acusaciones: “Soy inocente. No la obligué a nada”. El único error que admitió fue haber sido infiel. Sin embargo, otra de las pruebas que desveló el 'Daily Beast' fue que la enfermera encargada del departamento de Abusos Sexuales (Sexual Assault Nurse Examiners) que revisó a la recepcionista informó que tenía muchas laceraciones en la zona vaginal y que las mismas no coincidían con un acto sexual consentido.

El acoso a la denunciante

Los abogados de Kobe Bryant comenzaron entonces a hacer su trabajo por lo más básico: desprestigiar a la denunciante. Y para ello contaron con la inestimable ayuda de los medios de comunicación que publicaron detalles sobre su vida sexual añadiendo además que tenía problemas de salud mental ya que había sido internada por una depresión cuatro meses antes. Se filtró su nombre y su dirección y recibió amenazas de muerte.

Una semana antes de que el juicio oral empezara con las declaraciones de los testigos, el caso fue desestimado porque la chica no quería testificar en el proceso, lo que no permitía continuar con el juicio penal. Eso sí, obligó a Bryant a disculparse públicamente, cosa que hizo sin dar la cara ya que fue su abogado quien leyó el comunicado: “Primero, quiero disculparme con la chica envuelta en el incidente por mi comportamiento y por las consecuencias que sufrió durante el pasado año. Aunque ha sido extremadamente difícil para mí, sólo puedo imaginarme lo duro que ha sido para ella. También ofrezco disculpas a su madre y miembros de su familia. También a la mía, mis amigos, las personas que me apoyaron y a los ciudadanos de Eagle, Colorado. Quiero dejar claro que no cuestiono los motivos de la chica para denunciarme y que no le he pagado ningún dinero. Sólo acordamos que su declaración no sería utilizada contra mí. Aunque creo que nuestro encuentro sexual fue consentido, hoy entiendo –después de escucharla a ella y a sus abogados- que para ella no fue así”.

placeholder Kobe Bryant junto a Barack Obama. (Reuters)
Kobe Bryant junto a Barack Obama. (Reuters)

El caso se cerró por la vía penal, siguió por la vía civil y terminó con un acuerdo económico que no trascendió, pero que podría haber llegado a los 2,5 millones de dólares y, por supuesto, una cláusula de confidencialidad.

Las consecuencias

Kobe Bryant perdió algunos de sus patrocinadores durante el proceso e inició los trámites de divorcio con su esposa. Al año, Nike volvió a presentarle como su imagen y un anillo de diamantes de 4 millones de dólares selló su reconciliación con Vanessa Bryant, con la que tuvo dos hijas más. Cambió el dorsal ‘8’ por el ’24’ y se apodó a sí mismo como “The Black Mamba”. Borrón y cuenta nueva, vida nueva. No hubo ningún daño permanente, socialmente hablando. Continuó con su exitosa carrera deportiva agrandando su palmarés, su leyenda y sus seguidores, sus admiradores, por todo el mundo. De ella no sabemos nada más después de que fuera presentada como una buscona, cazafortunas, mentirosa y mentalmente inestable. El mensaje para el resto de mujeres, víctimas, supervivientes, fue evidente: denunciar tiene consecuencias.

Que Bryant admitiera en un comunicado el daño que había hecho a una mujer, que reconociera implícitamente que agredió a una joven de 19 años, podría haber sido el comienzo de una nueva forma de percibir y tratar los casos de violencia sexual en la vía correcta de la compensación y la reparación a las víctimas. Pero no sucedió. En la nebulosa de la conciencia global él siempre fue inocente. Ella, culpable.

Las reflexiones

Felicia Sonmez ha recuperado su puesto de trabajo en 'The Washington Post' gracias a la presión del sindicato de trabajadores del diario que salió en su defensa con una carta y también por la ola de solidaridad entre colegas de profesión que señalaron la necesidad de no censurar a los periodistas y la obligación que tienen estos de contar la verdad a la hora de examinar la vida de personajes influyentes. Responsabilidad que comparten con los historiadores, como apuntó el periodista de 'The Washington Post', Erik Wemple.

Diversos artículos de opinión se han publicado en diferentes medios poniendo el acento en la importancia de tener en cuenta a las supervivientes de agresiones sexuales, de no revictimizarlas aireando sus relaciones pasadas, su actividad sexual o su estatus, de no caer en el tópico de la cazafortunas sin escrúpulos que busca y puede arruinar la vida a un deportista o celebridad. Porque es evidente que en el caso de Kobe Bryant no ha sido así. Como deportista era admirable, una fiera competitiva, un atleta al que emular, como persona se debía contar en sus obituarios que fue acusado de violación y provocar la reflexión sobre qué referentes tenemos como sociedad. Se han hecho, se han escrito, aunque no hayan sido la mayoría y los eufemismos para no llamar a las cosas por su nombre abundaran. Las cosas han cambiado, sí, estamos evolucionando, pero perdonen -o no- que no me levante a aplaudir.

Tienen razón los machistas que aseguran, lamentándose, que los tiempos están cambiando y que determinadas actitudes y comportamientos que eran socialmente aceptados hasta no hace mucho tiempo, ahora son criticados. Tienen razón, sí, pero no nos precipitemos abrazándonos emocionadas mientras a nuestro alrededor llueve confeti porque señalar que existe un problema, una injusticia, un desajuste, es el primer paso para solucionarlo. Pero sólo eso. El problema aún existe y persiste. La muerte de Kobe Bryant en un accidente de helicóptero el pasado 26 de enero ha evidenciado hasta qué punto seguimos minimizando, cuando no directamente ocultando, las llamadas ‘sombras’ -entre otros muchos eufemismos que se han utilizado- para hablar de la denuncia de agresión sexual por parte de un deportista célebre.

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