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El peor inicio de España desde 1996: ¿dónde están los líderes?
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Pedro Cifuentes

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Pedro Cifuentes

El peor inicio de España desde 1996: ¿dónde están los líderes?

La selección de Luis Enrique no agrada a nadie y no juega ni bien ni mal. ¿Dónde están los líderes?

Foto: Jugadores de la selección española se retiran al vestuario. (EFE)
Jugadores de la selección española se retiran al vestuario. (EFE)

Más allá de cuestiones sentimentales, la exclusión de determinados jugadores del Real Madrid en la España de Luis Enrique ha profundizado uno de sus peores males: la ausencia de liderazgo. Después de 180 minutos de dudas y posesión estéril, las preocupantes “sensaciones” que reconoció el seleccionador tras el empate contra Polonia no nacen sólo de la inevitable comparación con el equipo de hace una década, de la falta de talento desequilibrante o de gol. Nacen también de la ausencia de líderes experimentados con autoridad para acaudillar al equipo en momentos de sufrimiento (como tienen Croacia, Inglaterra, la propia Polonia, Francia y muchos otros rivales).

Comprensible –aunque discutible– la ausencia de Sergio Ramos en el torneo, fue imposible este sábado no recordar las vacaciones de Nacho Fernández, el ejemplar y polivalente defensa madridista, experto en partidos de máxima exigencia, cuando Lewandowski se merendaba a un por lo demás buen central francés, Aymeric Laporte, que hubo de ser nacionalizado con urgencia en mayo ante la aparente incapacidad de la población nativa para desempeñar esa función.

Foto: Morata falla una de las ocasiones más claras del encuentro. (EFE)


Nacho, con 30 años, hubiese sido el segundo jugador con más experiencia de la Selección ayer; y en particular, infunde el suficiente respeto como para pegar gritos cuando hace falta a un equipo joven y algo blando, todavía por cristalizar (años después), que además de la incapacidad mostrada hasta ahora para ganar bordea el otro gran pecado capital del fútbol: aburrir. Exactamente lo mismo puede decirse de Iago Aspas, cuyo asueto es aún más inexplicable si en un momento de apuro (con 1-1), cuando España necesitaba verdaderamente un gol, el seleccionador sustituye a sus dos armas principales: Morata y Moreno.

“Me esperaba más superioridad”, dijo un franco Luis Enrique tras el partido, mientras algunos de sus jugadores fluctuaban entre echar la culpa al césped (Rodri), despreciar al público (Morata) o pedir “un cambio de mentalidad” (Alba). El equipo tiene poca consistencia, y ello se percibe también en las declaraciones: triunfalismo prepartido (respaldado por Mediaset) que invariablemente declina en un abatimiento, más o menos pronunciado, mientras se nos recuerda que el panorama no es tan sombrío: España depende de sí misma y será primera o segunda si gana a Eslovaquia.

El problema no es la clasificación, en efecto, sino la tendencia de un equipo sin identidad definida y con problemas de conexión popular (relativos, sin duda: sólo haría falta ganar tres partidos para que España se echase literalmente a las calles sin mascarillas en unas hipotéticas semifinales).

placeholder Los jugadores de la Selección se abrazan antes del encuentro. (EFE)
Los jugadores de la Selección se abrazan antes del encuentro. (EFE)



La falta de fútbol, de resultados, de frescura y de gol (una responsabilidad colectiva, como recordó el seleccionador) refleja una crisis de liderazgo. No se percibe únicamente en el gol de Lewandowski ante Laporte: también en el miedo que le infundía el polaco a Pau Torres, en la menor incidencia de un Llorente fuera de sitio, en la extrema prudencia ofensiva de Rodri, en la sustitución de Koke (aspirante a ese rol), en el penalti fallado de Gerard Moreno o las pifias de Morata, en el papel secundario de Olmo. España es una selección que depende en exceso de un genio de 17 años que ha jugado todos los minutos y no tiene al lado ni a Messi ni a Griezmann. En este contexto, y como señalan muchos comentaristas, la suplencia de Azpilicueta (capitán del equipo que ha ganado la Champions League este año) es sencillamente estupefaciente.

España no comenzaba una Eurocopa con dos empates desde 1996 (y no fue ante Suecia y una Polonia en transición, sino ante Francia y la mejor Bulgaria de la historia). Curiosamente, el dato permite establecer un cierto paralelismo con el seleccionador en aquel campeonato, Javier Clemente, que soportó entonces una campaña de la prensa mil veces superior a las críticas vertidas este mes contra Luis Enrique por una lista unánimemente rechazada y posiblemente contraria al interés general. En Inglaterra 1996 España remontó el vuelo hasta llevar a la anfitriona a penaltis en cuartos de final, tras un partido memorable en Wembley. En aquel encuentro jugaron, entre otros, Zubizarreta, Hierro, Nadal, Caminero, Kiko y Alkorta. España tiene hoy las posibilidades intactas para repetir aquella reacción. Y se espera la vuelta de Busquets. Pero a la vista del panorama, la pregunta ya deja de ser dónde están los Xavis, Iniestas, Ramos y Villas de hoy, sino ¿por qué no hay líderes en el campo?

Más allá de cuestiones sentimentales, la exclusión de determinados jugadores del Real Madrid en la España de Luis Enrique ha profundizado uno de sus peores males: la ausencia de liderazgo. Después de 180 minutos de dudas y posesión estéril, las preocupantes “sensaciones” que reconoció el seleccionador tras el empate contra Polonia no nacen sólo de la inevitable comparación con el equipo de hace una década, de la falta de talento desequilibrante o de gol. Nacen también de la ausencia de líderes experimentados con autoridad para acaudillar al equipo en momentos de sufrimiento (como tienen Croacia, Inglaterra, la propia Polonia, Francia y muchos otros rivales).

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