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Luca de Meo y Lawrence Stroll: por qué el ego es el peor enemigo del gestor en la Fórmula 1
La forma en la que se ha producido el fichaje de Fernando por Aston Martin demuestra la importancia que tiene el ego a la hora de acertar y errar en la gestión empresarial
Si algo agradeceré eternamente a mi profesor de la Facultad de Derecho, Emilio Suñé, fue que me aficionara a las lecturas de Peter F. Drucker, el gran gurú de la dirección empresarial. Los postulados del profesor austríaco siguen plenamente vigentes hoy en día, a pesar de que muchos de ellos fueran pronunciados hace más de medio siglo. Drucker es un pozo de sabiduría para ayudar a interpretar el comportamiento de los líderes empresariales y a menudo nos encontramos en sus libros las claves de los errores y aciertos de los principales directivos de la Fórmula 1.
Vean, por ejemplo, cómo esta cita de Drucker podría recordarnos a Luca de Meo y los fallos que ha cometido en la gestión del plantel de pilotos de Alpine: "Un ejecutivo eficiente construye un proyecto con sus fuerzas propias, las de sus subordinados y las de las circunstancias". El CEO del grupo Renault, propietario del equipo de Fórmula 1, solamente ha tenido en cuenta sus propias ideas, ha ignorado la visión general de la película y lo peor de todo, no ha gestionado basándose en escuchar ni a Fernando Alonso ni a Oscar Piastri.
El esperpento provocado por el anuncio sorpresa de la marcha de Fernando y el desmentido de Piastri del comunicado de Alpine, anunciándole como piloto del equipo para 2023, indica un clamoroso error de management de De Meo. Porque no se engañen, en Alpine manda él y tanto Laurent Rossi, como Ottmar Szafnauer son simples cadenas de mando.
Un contraste enorme de gestión
Peter Drucker precisamente siempre sostenía que el liderazgo surge de un compromiso de servir a la empresa en vez de a uno mismo, destacando hasta qué punto el ego puede resultar fatal en la gestión de un directivo. Esto nos lleva al enorme contraste de cómo ha gestionado Lawrence Stroll la 'crisis Vettel' en Aston Martin a base de dominar su ego y dejar al mismo tiempo que sus subordinados gestionaran la situación. A diferencia de De Meo, que es el principal directivo de su empresa, Stroll es dueño de Aston Martin, lo que podría resultar más tentador aún para que te entre el 'síndrome del cortijo' y que asome el ego, pero no fue así. Hubo muchas ocasiones de meter públicamente en cintura a un empleado díscolo como era Sebastian Vettel, pero siempre guardó un prudente silencio.
Es evidente, que todo el activismo del tetracampeón alemán, que atacaba directamente a su empresa, a su país y a su principal patrocinador, no tuvo que hacerle a Stroll Sr. ni pizca de gracia, pero supo ser lo suficientemente inteligente como para darse cuenta también de que el discurso de Vettel es muy popular en estos tiempos. Una salida de tono o una reconvención pública en contra de Vettel, podría haber tenido unos efectos devastadores a nivel de imagen y haber generado una crisis reputacional de aúpa para Aston Martin. El magnate canadiense se la envainó, se tragó su orgullo y trazó un plan para que se diera la salida más honrosa posible a Vettel, se asegurara el futuro con Fernando Alonso y se convenciera a los jeques saudíes de realizar su multimillonaria inversión. Pensar en el bien de la empresa y no en él.
Siguiendo con las enseñanzas de Drucker, otra de sus citas más famosas giraba alrededor de que la mejor forma de predecir los acontecimientos es crearlos y que en comunicación lo importante no es tanto lo que se dice, sino lo que no se dice. Lawrence Stroll no esperó acontecimientos, porque empezó a negociar con Fernando Alonso hace bastante tiempo, lo que era una señal clara de que no contaban con Vettel para el futuro. Por el contrario, Luca de Meo no expresó una intención clara de seguir con Fernando Alonso, sino que su mensaje estaba lleno de ambigüedad y cierto desdén hacia el piloto español, tal y como ocurrió en Barcelona, en el Gran Premio de casa.
El error de menospreciar a Fernando
Una negociación podrá discurrir por los derroteros que sean, pero cuando públicamente no das un apoyo explícito a un piloto bicampeón mundial, sino que lo pones en la balanza junto a un aspirante como Piastri, no te debes de extrañar luego de que tu piloto estrella se marche a otro sitio donde se sienta más valorado. Una circunstancia especialmente relevante en la compleja personalidad de Fernando. Para el asturiano, por encima del dinero e incluso de las cuestiones deportivas, el sentirse querido y comprometido con él es absolutamente primordial. Fichó De Meo hace dos años a un piloto estrella por 20 millones de euros y no se preocupó siquiera de entender su psicología y ver dónde podía sacar lo mejor de él. Error de libro.
"Un líder de una empresa no tiene que entrar dentro de la personalidad de un empleado. El empleo es un contrato específico que requiere un desempeño específico... La tarea no es cambiar su personalidad, sino permitir que una persona de lo mejor de sí misma", explicaba Drucker. Resulta evidente que el desempeño de Sebastian Vettel en Aston Martin estaba por debajo de lo que se esperaba de él, pero Lawrence Stroll respetó su personalidad y gracias a eso tuvo argumentos sólidos (de rendimiento) para no renovarle. Podemos creernos el mensaje oficial de que Vettel se retiró de forma voluntaria, pero es evidente que cuando un día después anuncias a Fernando, es que todo estaba atado y bien atado desde hace mucho tiempo.
A Luca de Meo, probablemente le haya jugado una mala pasada ser alguien al que le gustan las carreras de coches y eso le ha llevado a creer que se lo sabe todo, pero Peter Drucker, siempre destacó que el secreto de un buen liderazgo consistía en admitir que determinados trabajadores podían saber más de ciertas materias que sus propios superiores y colegas. De Meo puede saber bastante de cómo funciona la Fórmula 1, pero está claro que ha demostrado desconocer los pequeños detalles, los que crucialmente siempre son la clave.
El dominio (o no) del ego
La arrogancia de pensar que Fernando no tenía ningún otro sitio donde ir más allá de Alpine le hizo creerse en posesión absoluta del mango de la sartén negociadora. A diferente nivel, tres cuartas de lo mismo sucedía con la situación de Oscar Piastri, al que indirectamente le estaba diciendo en cada momento que era el comodín o el Plan B del equipo. Mark Webber, el manager del piloto australiano, tampoco debió de sentirse nada cómodo por esa utilización tan ventajista de las ilusiones de su representado y, mientras De Meo estaba a sus cosas en su despacho de Boulogne-Billancourt, Webber se pateaba el paddock en busca de la mejor oportunidad para Piastri (casi con seguridad McLaren).
El papelón de Alpine, que de un plumazo se ha quedado sin su piloto estrella y probablemente también sin su prometedor aspirante, es tan de película de Berlanga que quizá acabe costándole el puesto al jefe de equipo, Ottmar Szafnauer, o al jefe de la marca, Laurent Rossi. Pero estamos ante un estrepitoso fiasco de Luca de Meo, al que su ego le ha jugado una terrible pasada. Esto es algo absolutamente común en la Fórmula 1, porque los grandes errores históricos de marcas como Toyota o BMW, o de gente brillantísima como Ron Dennis o Luca de Montezemolo, han venido derivadas casi siempre de un ego mal controlado. Lawrence Stroll, al dominar el suyo, ha dado una lección de 'management' que recibiría sin duda la total aprobación del maestro Drucker.
Si algo agradeceré eternamente a mi profesor de la Facultad de Derecho, Emilio Suñé, fue que me aficionara a las lecturas de Peter F. Drucker, el gran gurú de la dirección empresarial. Los postulados del profesor austríaco siguen plenamente vigentes hoy en día, a pesar de que muchos de ellos fueran pronunciados hace más de medio siglo. Drucker es un pozo de sabiduría para ayudar a interpretar el comportamiento de los líderes empresariales y a menudo nos encontramos en sus libros las claves de los errores y aciertos de los principales directivos de la Fórmula 1.
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