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Ni caprichosas, ni niñatas. Por Mapi, Nerea, Patri y todas las que no están
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Alberto Ramírez

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Ni caprichosas, ni niñatas. Por Mapi, Nerea, Patri y todas las que no están

Hoy toca acordarse de las doce amotinadas que no han estado en la victoria del Mundial por defender los intereses del fútbol femenino español, por mucho que se las insulte y reciban burlas

Foto: Mapi León, en una imagen de archivo. (EFE/EPA/Vince Mignott)
Mapi León, en una imagen de archivo. (EFE/EPA/Vince Mignott)

Mapi León, Nerea Eizagirre, Patri Guijarro, Leila Ouahabi, Lucía García, Laia Aleixandri, Claudia Pina, Andrea Pereira, Sandra Paños, Lola Gallardo, Amaiur Sarriegi y Ainhoa Moraza. Hoy me acuerdo de ellas. "Tenemos claro que si tomamos esa decisión es por la mejora del fútbol español. Al final, los que no lo quieren ver, no lo van a ver". Fue Eizagirre la que, en febrero, pronunció estas palabras en Ser Deportivos Gipuzkoa. Los que no lo quieran ver, no lo van a ver.

En esta guerra de trincheras constante, casi siempre escenificada con el eterno Madrid-Barça que monopoliza el fútbol español, hay dos opciones: caer en el revanchismo, en el "un saludo para las que eligieron verlo desde casa", en los "hemos olvidado a las personas con resentimiento y que no suman"; o reconocer a mujeres que, no se olviden, sí estuvieron en la clasificación de España para este Mundial, se partieron el lomo por dicho escudo y, finalmente, antepusieron sus valores al momento más importante de sus carreras deportivas. Caprichosas. Claro. Cualquiera renuncia a cumplir sus sueños por un capricho.

placeholder Nerea Eizagirre y Patri Guijarro, con la Selección. (EFE/Juanjo Martín)
Nerea Eizagirre y Patri Guijarro, con la Selección. (EFE/Juanjo Martín)

Y es que, al fin y al cabo, lo que pedían las amotinadas era la misma vara de medir deportiva que en la Selección masculina. Si un equipo con varios de los mejores jugadores del mundo, que consiguen éxitos nacionales e internacionales, fracasa como sucedió en la pasada Eurocopa… A nadie se le escapa el resultado de la ecuación para el líder del banquillo. Jorge Vilda, hombre de la casa que goza del máximo apoyo de Rubiales, hizo lo que creía más adecuado para el buen hacer de la Selección. Nadie duda de eso. Al igual que las 15 futbolistas —más Irene Paredes, Jennifer Hermoso y Alexia Putellas, que compartían el mensaje de sus compañeras, pero que no enviaron el famoso email—, quienes consideraron que el nivel estructural y técnico de la Selección no era suficiente.

A partir de ahí, barro y más barro. El núcleo duro del Barça, que no dejaba de ser el núcleo duro de la Selección, solicitó a Luis Rubiales la marcha de Vilda, en una información adelantada por El Confidencial y firmada por Kike Marín. Aunque se negase en un primer momento, la puesta en escena pública de ambas partes confirmó la guerra. Un conflicto que, lejos de los cara a cara, se convirtió en una guerra fría, de desgaste, sin medias tintas ni sutilezas. Hubo un vencedor y unas vencidas. El seno de la Federación, que entendió todo como un ataque al sistema, se mantuvo inamovible en su postura. Vilda no iba a irse.

Foto: Athenea del Castillo en el partido de la Eurocopa 2022. (EFE/Vince Mignott)

A las amotinadas se las tachó de caprichosas, de querer mandar, hacer y deshacer a su antojo. Por supuesto, con tufo a paternalismo. Sí, sorpresa, las futbolistas importantes de un vestuario acaban ejerciendo su poder cuando consideran que las cosas no se hacen bien. Con más o con menos acierto. Exactamente igual que en cualquier vestuario masculino. Exactamente igual que en cualquier ambiente laboral. Por cierto, tres futbolistas que mandaron los emails tras cumplir con los requisitos de la Federación han asistido al torneo, Mariona Caldentey, Aitana Bonmatí y Ona Batlle. También quiso estar Sandra Paños, aunque Vilda, finalmente, convocó a su suplente, Cata Coll, quien ha acabado por arrebatar la titularidad a Misa Rodríguez en la fase final del Mundial.

Si hay algo que sí es caprichoso en la vida es el deporte, y, bastante más, el fútbol. En mitad de la tormenta —en estas líneas no se quitará mérito alguno a la gestión deportiva del torneo—, España llegó a la final del Mundial compitiendo como la gran Selección que es. Y muchas de las que lucharon para estar allí lo verán por la televisión. Y recibirán burlas, y recibirán insultos. Porque la vida, y bastante más, el fútbol, es así. Cruel en su máxima expresión. Pero es de justicia acordarse de ellas, de las que creyeron en sí mismas y en sus valores, de las que solo querían, precisamente, lo que acabó por suceder: que la Selección Femenina Española entrase en el lugar de la historia que le corresponde como campeonas del Mundo. Por Mapi, por Nerea, por Patri, por todas.

Mapi León, Nerea Eizagirre, Patri Guijarro, Leila Ouahabi, Lucía García, Laia Aleixandri, Claudia Pina, Andrea Pereira, Sandra Paños, Lola Gallardo, Amaiur Sarriegi y Ainhoa Moraza. Hoy me acuerdo de ellas. "Tenemos claro que si tomamos esa decisión es por la mejora del fútbol español. Al final, los que no lo quieren ver, no lo van a ver". Fue Eizagirre la que, en febrero, pronunció estas palabras en Ser Deportivos Gipuzkoa. Los que no lo quieran ver, no lo van a ver.

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