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Tribuna
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Un partido de pádel en Playtomic: ese inesperado experimento social
En el mundo del pádel, Playtomic se ha convertido, sin quererlo, en un espejo de nuestras inseguridades, nuestras motivaciones ocultas y nuestra necesidad de reconocimiento
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Le estoy dando bastante al pádel últimamente... (lo reconozco con algo de vergüenza, casi como una adicción). Voy a clase varias veces por semana y juego partidos con amigos y conocidos siempre que puedo. Si el mono pega fuerte, incluso con desconocidos. Tras acumular muchos partidos en este último epígrafe de jugar con desconocidos y muchas conversaciones con amigos, creo haber topado con un campo experimental inesperado (nótese el juego de palabras). Para los no iniciados, una app llamada Playtomic se ha convertido casi en el único modo de reservar pistas en países como España, Italia, Suecia, Francia, Bélgica y Portugal. Incluso hay quienes la llama 'Tinder-pádel' por lo fácil que resulta encontrar gente nueva con quien “jugar”.
Resulta que dicha aplicación tiene un sistema automático para definir el nivel de pádel de los jugadores, pero que sin quererlo revela mucho sobre la naturaleza humana. Dicho nivel va cambiando según vas ganando o perdiendo partidos, ajustando tu posición en una escala pública, que va de cero a siete. Su objetivo principal es asegurar que los encuentros con desconocidos sean equilibrados. Se trata de que, al organizar un partido entre cuatro jugadores que puede que no se hayan visto antes, el nivel sea similar para que nadie se aburra. Lo curioso es que ese nivel de pádel se ha convertido en un fin en sí mismo; en toda una señal pública en el universo padelero.
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Drama al servicio
Aunque no es más que un habilitador pensado para que puedas encontrar jugadores de tu nivel, este sistema de puntuación se ha convertido en todo un tema; el nivel de Playtomic es ahora para algunos un objetivo, constituyéndose como un gran motivador para ciertos perfiles de jugador que quieren fardar de puntuación o no sentirse menos. He visto de todo: gente que selecciona con lupa a los oponentes para evitar bajar de nivel, otros que crean perfiles nuevos para empezar de cero y evitar máculas en su puntuación, nivelaciones en clubs previo pago (pensando mal, seguramente, algunas benévolas), peleas por el marcador final de un partido, el que se olvida de e incluso reclamaciones a Playtomic. Todo quizá por mantener intacta la percepción de que somos mejores de lo que realmente somos o simplemente para presumir entre amigos y conocidos. Buen material para cualquier cuñado de turno.
Sobrevaloración de habilidades
El sesgo de optimismo es la tendencia a sobreestimar nuestras capacidades y subestimar los riesgos. Un ejemplo clásico es el de los conductores, la mayoría de los cuales se autodeclaran mejores que el promedio, lo cual es estadísticamente imposible si la mayoría lo declara así. En el pádel, esto se traduce en la creencia de que jugamos mejor de lo que realmente indica nuestro nivel en Playtomic, lo que puede llevarnos a justificar nuestros fallos o atribuir los malos resultados a factores externos. Seguro que podéis visualizar en carne propia o ajena una buena lista de excusas o explicaciones clásicas: la pista está mal, esta raqueta no me gusta, la pelota no bota bien, haber tenido una mala noche de sueño, ayer tuve un compromiso y me tomé una cerveza de más... A veces nos cuesta aceptar que, simplemente, no somos tan buenos como creemos. Este optimismo irracional nos mantiene motivados, pero también nos impide a veces reconocer las áreas en las que realmente necesitamos mejorar.
Creo haber visto algún jugador sufrir de una variante del Dunning-Kruger Effect. Dicho efecto toma su nombre de los investigadores estadounidenses que inspiraron sus investigaciones en el caso real de unos compatriotas americanos que en 1995 robaron dos bancos a cara descubierta convencidos de que serían invisibles a las cámaras de seguridad ya que se habían untado la cara con zumo de limón. Uno le contó al otro que el sistema del limón funcionaba igual que la tinta invisible. El otro, que inicialmente no estaba convencido, hizo su propio experimento con una cámara Polaroid. Se convenció al no aparecer en la foto que él mismo se hizo tras untarse la cara de limón. Las hipótesis principales de la policía fueron o una película defectuosa o, la que a mí más me gusta, que al tener los ojos empapados en limón, entrecerrados y escocidos, enfocó mal.
Por las pistas de pádel te encuentras auténticos paquetes (en el argot, jugadores malísimos), intentando jugadas o golpes imposibles para su capacidad. Se atreven también a dar consejos o incluso instrucciones a sus compañeros u oponentes de mayor nivel, inconscientes de su propia incapacidad. Incluso he visto a compañeros de clase corregir al entrenador en técnica, estrategia o en cómo llevar la clase. Está claro que hay gente que no sabe lo que no sabe.
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Autojustificación de malos resultados
La disonancia cognitiva es la incomodidad que surge cuando una persona se da cuenta de que existe una incoherencia entre sus acciones y sus cogniciones (ideas, creencias o emociones). Cuando los jugadores se exponen a una medida como la nota de Playtomic, pueden llegar a sentir esa incomodidad si dicha nota no se alinea con la imagen que tienen de ellos mismos. Se escucha mucho lo de que jugamos mejor de lo que indica la app, y esa brecha entre el autoconcepto y los resultados genera frustración. Lo interesante de este fenómeno (disonancia cognitiva) es que también describe que tenemos la necesidad de reducirla —es una incomodidad al fin y al cabo—, ya sea modificando nuestro comportamiento o introduciendo nuevas variables de evaluación para encajar nuestras creencias con nuestros comportamientos. En el caso que nos ocupa, cómo modificar nuestro juego no nos resulta fácil (cambiar comportamiento jugando mejor), el balance se suele lograr concluyendo que la nota está mal (ajustamos la creencia).
El sesgo de confirmación. Se trata de la tendencia que tenemos a buscar información que refuerce nuestras creencias previas y a ignorar aquello que las contradice. En pádel se traduce en la tendencia a autoevaluarnos enfocándonos únicamente en los puntos o partidos en los que jugamos bien o ganamos (incluso si no es mérito propio), usándolos como pruebas de que nuestro nivel debería ser más alto, mientras olvidamos convenientemente esos días en los que no damos una. Si perdemos lo achacamos a un mal día, a que en los puntos clave teníamos el sol de frente o a que el compañero no estaba a nuestro nivel. Pero cuando ganamos… ¡Ahí sí! Todo mérito nuestro.
El ‘Playtomic Effect’ ¿Un nuevo efecto comportamental específico?
El miedo a la evaluación negativa, especialmente en un entorno tan social, transparente y competitivo como el que se expone a través de Playtomic puede llevar a los jugadores a evitar partidos contra oponentes percibidos como más habilidosos, limitando así su propio potencial de crecimiento. Me atrevo a teorizar y definir este fenómeno como el Playtomic Effect que describiría el cambio de comportamiento en los jugadores que, debido a la comparación social y la evaluación pública (el miedo a bajar su nivel Playtomic), preferirían evitar contrincantes fuertes para así subir o mantener su autopercepción de desempeño. Este comportamiento reflejaría cómo la presión social y la exposición pueden llevarnos a priorizar la imagen (interna y externa) sobre la mejora real de nuestras habilidades. El autoengaño de toda la vida que en este caso nos privaría de jugar partidos difíciles, que son los que ofrecen mayor potencial de mejora para nuestro juego. Aunque claro, a todos nos gusta ganar.
Lanzo el guante a otros investigadores con acceso a datos de bolas suficientes (ya van tres, este hasta soez) a que realicen una investigación formal. Quizá existan patrones consistentes que respalden el Playtomic Effect como un fenómeno real y medible en el comportamiento de los jugadores de pádel u otros deportes con situaciones análogas. Apuesto a que sí, aunque al final se pueda definir simplemente como una combinación de norma social, sesgo de anclaje y aversión a la pérdida.
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Juego, set y partido
Como remate final (cuatro, ¡no puedo parar!) diré que me resulta muy curioso cómo algo a priori inocuo como un número en una app puede influir tanto en nuestro comportamiento. En el mundo del pádel, Playtomic se ha convertido, sin quererlo, en un espejo de nuestras inseguridades, nuestras motivaciones ocultas y nuestra necesidad de reconocimiento.
En nuestro trabajo como científicos del comportamiento somos conscientes de que los sesgos y heurísticos presentes en nuestra la toma de decisiones no desaparecen simplemente por conocerlos. Esos mecanismos están cableados en nuestros cerebros y resulta muy difícil, por no decir imposible, no caer bajo su influencia, sobre todo a largo plazo. Manuel, un compañero de Perú, me sugería que lo que sí podría hacer Playtomic es modificar la app para ayudar a sus usuarios a errar menos. Es más fácil modificar un comportamiento cambiando el contexto en el que se toman las decisiones (en este caso las pantallas de la app, como se comunica el funcionamiento del algoritmo o incluso los pesos del propio algoritmo, etc.) que hacer consciente a la gente de la influencia de los sesgos cognitivos y de los errores que acaban cometiendo debido a ellos. A esa modificación del contexto le llamamos arquitectura de decisión. Un ejemplo sería ajustar el algoritmo de Playtomic para que dé muchos más puntos si ganas a un oponente con mucho más nivel que el tuyo, o que reste menos puntos si pierdes contra alguien superior. Quizá también penalizar a gente que expulsa o no deja apuntarse a partidos a gente con nivel superior al suyo… y después comunicar bien ese funcionamiento para influir en la dirección correcta.
Me voy a contradecir un poco, pero también albergo la esperanza de que reflexionar sobre estas motivaciones, en muchos casos inconscientes, nos permita crecer como individuos para centrarnos en lo importante, ya sea mejorar en el pádel o simplemente disfrutar de un partido igualado. Quizá la verdadera victoria no está en subir nuestro nivel de Playtomic, sino en entender por qué nos importa tanto.
Le estoy dando bastante al pádel últimamente... (lo reconozco con algo de vergüenza, casi como una adicción). Voy a clase varias veces por semana y juego partidos con amigos y conocidos siempre que puedo. Si el mono pega fuerte, incluso con desconocidos. Tras acumular muchos partidos en este último epígrafe de jugar con desconocidos y muchas conversaciones con amigos, creo haber topado con un campo experimental inesperado (nótese el juego de palabras). Para los no iniciados, una app llamada Playtomic se ha convertido casi en el único modo de reservar pistas en países como España, Italia, Suecia, Francia, Bélgica y Portugal. Incluso hay quienes la llama 'Tinder-pádel' por lo fácil que resulta encontrar gente nueva con quien “jugar”.