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Tribuna
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¿Se acabó el pasillo en el rugby? Sin él, se perderá lo que le hace único, grande y formador
No es solo un acto simbólico, sino algo que fortalece la comunidad dentro del rugby. Lo genial del pasillo es lo que transmite: humildad, honor y reconocer el esfuerzo ajeno
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El pasillo al final de un partido de rugby no es solo un gesto de cortesía, es toda una tradición con mucho significado. Consiste en que los jugadores de ambos equipos se alinean para aplaudir al equipo contrario y a los árbitros, mostrando agradecimiento y respeto por el esfuerzo del otro. En un mundo en el que cada vez se enfoca más en la competencia y la agresividad, el pasillo nos recuerda que el rugby, más allá de la rivalidad, está basado en el respeto entre los jugadores.
Lo genial del pasillo es lo que transmite: humildad, honor y reconocer el esfuerzo ajeno. No es solo un acto simbólico, sino algo que fortalece la comunidad dentro del rugby. Los jugadores se reconocen por cómo juegan y también se valoran como personas que comparten la misma pasión. La gente, incluso fuera del rugby, asocia este deporte con estos gestos y tradiciones. Algo que le da carácter y lo diferencia de otros deportes. Ahí radica mucho de lo que dice alguien que no está vinculado con el rugby: "No lo entiendo, pero me gusta lo que veo".
*Artículo publicado previamente en Instituto Rugby
Proteger el pasillo es clave. Pero, ¿por qué protegerlo? Lamentablemente, se dan situaciones en las que el pasillo se rompe o no se hace, ya sea por un conflicto en el campo o algún otro incidente entre los equipos. En esos casos, el rugby tiene que responder con madurez, buscando siempre restablecer el respeto entre los equipos, porque no hay nada que destruya más rápido la esencia del deporte que la falta de reconocimiento mutuo.
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Pasillos realizándose a diferentes niveles y edades del juego. Ya sea en División de Honor masculina, competición autonómica femenina, encuentro de escuelas o del Mundial masculino entre Australia e Inglaterra. "A los niños les explicamos el pasillo y estamos pendientes para que lo hagan bien. Sin chocar demasiado fuerte o quitar la mano (los hay que son más orgullosos o vacilones). Lo que pasa en el campo, se queda en el campo. Hacemos el pasillo y volvemos a ser amigos de rugby, no rivales", comenta Víctor, desde Sevilla.
Hay quien dice que el pasillo es algo que hay que hacer sí o sí. Refleja todo lo que el rugby defiende. Pero, si lo dejamos de hacer o no lo hacemos con ganas, ¿qué pasa? Pues que el rugby será menos rugby, perderá algo de esa esencia que lo hace único, grande, valioso y formador. Desaparecerá la humanidad de la competición. En un mundo que necesita más respeto y empatía, sería una gran pérdida si se acaba el pasillo.
El pasillo al final de un partido de rugby no es solo un gesto de cortesía, es toda una tradición con mucho significado. Consiste en que los jugadores de ambos equipos se alinean para aplaudir al equipo contrario y a los árbitros, mostrando agradecimiento y respeto por el esfuerzo del otro. En un mundo en el que cada vez se enfoca más en la competencia y la agresividad, el pasillo nos recuerda que el rugby, más allá de la rivalidad, está basado en el respeto entre los jugadores.