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¿Troceando a Amazon?
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Marcos Eguiguren

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¿Troceando a Amazon?

No debemos posicionarnos contra las grandes compañías, pero sí creo que, cuando estas presentan conductas oligopolistas, el cliente —el ciudadano— empieza a sufrir

Foto: Logo de Amazon. (Reuters/Pascal Rossignol)
Logo de Amazon. (Reuters/Pascal Rossignol)
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Hace unos días se presentó una demanda contra Amazon en Estados Unidos. La demanda fue presentada por la Comisión Federal de Comercio (FTC) y por 17 de los estados de la Unión. En la demanda se vierten acusaciones tales como la de ejercer el monopolio para inflar precios, excluir a sectores del negocio minorista en línea, favorecer sus propios servicios, etcétera.

No quiero entrar al detalle acerca de la demanda contra Amazon y sobre sus posibles consecuencias, pero sí me gustaría aprovechar este caso para hacer algunas reflexiones acerca de los monopolios y sus, normalmente, perjudiciales efectos a largo plazo.

Foto: Foto: Getty/Joe Raedle.

El dominio de Amazon en el mercado de e-commerce mundial parece indiscutible. Sabemos, por datos facilitados por la propia Amazon, que sus ventas brutas en España fueron de 6.400 millones de euros en 2022. Es difícil estimar su cuota de mercado en nuestro país, pero sabemos por diversas fuentes (Statista) que Amazon representó un 37,8% del total de las ventas en e-commerce en Estados Unidos en 2021 y que esa cifra se encaramará allí hasta el 40% en 2022 o 2023. En Europa, esa cuota está alrededor del 10%, pero creciendo con rapidez y con claras situaciones de dominio en las ventas de multitud de categorías de producto. Mires las cifras por donde las mires, aunque los datos son algo dispares en este campo, parece bastante evidente que el dominio como plataforma de e-commerce de Amazon, en Europa y también en España, es muy importante. De hecho, Amazon también ha tenido que hacer frente en los últimos años a investigaciones antimonopolio de la Unión Europea que la ha obligado a aceptar compromisos con las autoridades comunitarias para evitar sanciones multimillonarias.

Si revisamos la posición acerca de los monopolios u oligopolios de algunos reputados economistas, hay que señalar que la misma ha creado extraños compañeros de cama. Como señala el profesor Argandoña en uno de sus ensayos, el premio Nobel, Milton Friedman, como firme defensor del libre mercado, se oponía al poder de los monopolios, aunque solía ligarlos a intervenciones del Estado que podían provocar derivas monopolistas entre las empresas y otros agentes económicos. En las antípodas de Friedman se sitúa Thomas Piketty. El economista francés no suele hablar explícitamente de los monopolios, pero en sus obras llega a la conclusión de que el sistema capitalista, per se, sin correcciones, muestra una clara tendencia a la concentración de la riqueza, lo cual hace que las desigualdades se transformen en estructurales. Debemos sospechar, por tanto, que Piketty también debe desconfiar de los monopolios privados, puesto que estos favorecen esa concentración de la riqueza. No sé por qué, pero me da la impresión de que ambos economistas, con visiones muy opuestas acerca del modelo económico a seguir, podrían ponerse de acuerdo acerca de la necesidad de luchar contra las tendencias monopolísticas, aunque probablemente no estarían tan de acuerdo en las medidas a implementar.

Foto: Imagen: El Confidencial.
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Desde luego, no todas las posiciones de monopolio u oligopolio tienen la misma génesis. El caso de las grandes empresas tecnológicas suele parecerle más simpático a la opinión pública puesto que su posición actual se ha basado en innovaciones disruptivas que han representado un gran avance para la inmensa mayoría de consumidores y que suelen ser objeto de admiración y de elogio. Pero, una vez esa innovación ha conseguido dar sus frutos, ha generado ingentes cantidades de cash-flow, ha atraído a multitud de inversores y la compañía empieza a tener una posición de cierto dominio en su segmento de mercado, esta se acaba comportando como cualquier otro monopolio. Como un aspirador que engulle a otros competidores y que dicta sus normas a partners y proveedores haciendo gala de su enorme poder de negociación.

Los monopolios, sean del tipo que sean: públicos o privados; operen en el sector en el que operen: farmacéutico, financiero, energético o tecnológico, y sea cual sea el mercado geográfico en el que se muevan, siempre acaban generando problemas a largo plazo. Incluso aquella innovación de la que hacían gala en sus orígenes puede verse mermada cuando se limitan a adquirir, utilizando sus grandes recursos, a cualquier competidor emergente, en ocasiones para canalizar esa nueva innovación, en otras simplemente para acabar con una amenaza latente.

Foto: Un repartidor de Prime, delante de uno de los camiones. (EFE/Etienne Laurent)

Sea del tipo que sea el oligopolio o el monopolio, la situación acabará incidiendo negativamente en el servicio al cliente, en los niveles de precios o en la propia capacidad de innovación en el sector en el que opere. Tardará más o menos años, pero siempre será así. Los monopolios u oligopolios, actuando como aspiradores a su alrededor, siempre acaban degenerando de una forma u otra y provocando un empobrecimiento general.

No debemos posicionarnos contra las grandes compañías, pero sí creo que, cuando estas presentan conductas oligopolistas, el cliente —el ciudadano— empieza a sufrir.

Foto: Almacén de Amazon en San Fernando de Henares. (Reuters/Susana Vera)

Solo hay dos maneras de abordar este tipo de situaciones porque, de manera natural, empresas exitosas pueden llegar a crecer tanto que se acerquen a la situación de monopolio. Es lógico y no es malo que eso ocurra, aunque sería mejor prevenirlo. La primera manera de hacerlo está en manos de las autoridades de defensa de la competencia y de los Estados en general. Esas autoridades tienen que estar muy atentas a cualquier señal que indique que el nivel de competencia en alguna actividad económica está en peligro, investigar al respecto y actuar con sentido común, no yendo contra la actividad privada, sino ayudando a aquel que se está desmandando a que vuelva a una senda de competencia leal. Los Estados también tienen que prevenir la creación de monopolios en origen, evitando la creación de empresas públicas en cualquier sector, salvo que ello esté enormemente justificado, y evitando también que, mediante adjudicaciones públicas, determinadas políticas fiscales o tratos de favor puedan nacer o prosperar grupos empresariales que puedan derivar hacia situaciones de monopolio.

La segunda manera de abordar la tendencia al monopolio es la más difícil, pero también la más efectiva. Nos referimos a la autorregulación. En un modelo de gobernanza clásico de una empresa capitalista clásica, sus órganos de gobierno tenderán a la maximización del beneficio y, por tanto, pueden tener el instinto de buscar posiciones de monopolio. Sin embargo, en una empresa que tenga un propósito más allá de la mera obtención de beneficio, es posible blindar por estatutos una posición competitiva que permita la buena marcha de la compañía poniendo límites que la alejen de potenciales posiciones de abuso de su poder en el mercado. Ello requiere de inversores empáticos y responsables, y de una estructura de consejos de administración y de órganos de gobierno extremadamente cuidadosa, con las personas adecuadas y con contrapoderes exquisitos. El propósito, convenientemente interiorizado en las compañías, es un gran antídoto contra las posiciones exageradas de dominio de mercado.

Foto: (Reuters / Gonzalo Fuentes)

Difícil, sin duda, pero vale la pena explorar avances regulatorios que vayan en la línea de la mejora de la gobernanza, incluso como antídoto antimonopolio. Prefiero avances para prevenir la formación de monopolios que tener que trocear estos una vez han causado su daño.

En cualquier caso, querido lector, si algún día hubiera que trocear a Amazon, ¡que así sea!

Hace unos días se presentó una demanda contra Amazon en Estados Unidos. La demanda fue presentada por la Comisión Federal de Comercio (FTC) y por 17 de los estados de la Unión. En la demanda se vierten acusaciones tales como la de ejercer el monopolio para inflar precios, excluir a sectores del negocio minorista en línea, favorecer sus propios servicios, etcétera.

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