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Indemnización millonaria para celebrar las pérdidas históricas de Reyal Urbis
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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Indemnización millonaria para celebrar las pérdidas históricas de Reyal Urbis

El pasado lunes se acababa el plazo para que las compañías cotizadas presentaran sus cuentas anuales correspondientes a 2010. Era el último día dado por la

El pasado lunes se acababa el plazo para que las compañías cotizadas presentaran sus cuentas anuales correspondientes a 2010. Era el último día dado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) para que todo el mundo se retratase sobre lo que aconteció en sus cuentas en el pasado ejercicio. Y, como viene siendo habitual trimestre a trimestre, las que más tienen que esconder agotaron el límite para anunciar a hurtadillas, con el fin de que los periodistas apenas tuviéramos tiempo de recogerlos, que sus números son de pena.

En ese grupo de zombis están nuestras queridas inmobiliarias, en quiebra técnica la mayoría de ellas o en manos de los bancos acreedores. Una de las más afectadas es Reyal Urbis, que registró pérdidas de 379 millones de euros, frente a unas minusvalías de 144 millones un año antes. Un agujero de proporciones preocupantes si además se tiene en cuenta que el grupo arrastra una deuda de más de 4.000 millones de euros. Unas obligaciones que en mayo de 2010 consiguió refinanciar in extremis gracias al perdón de Banesto y Banco Santander, que no le dejaron caer para no verse ellos mismos pillados hasta las trancas. En esos momentos, Reyal cotizaba a casi 3 euros.

Hoy a 1,3, con una deuda a corto de más de 500 millones de euros, según las cuentas públicas. Un problemón mayúsculo para los accionistas de la que en su día fue la joya inmobiliaria de Banesto y para su presidente, el señor Rafael Santamaría, que continúa ejerciendo de líder indiscutible. Basta con echar un ojo al informe de gobierno corporativo de la inmobiliaria para comprobar que los tres consejeros ejecutivos de la compañía se metieron entre pecho y espalda 3,38 millones de euros como retribución, de un total de 3,67 millones para todos los miembros del consejo. O lo que es lo mismo, 1,1 millones por cabeza. No está nada mal para una empresa con unos recursos propios negativos de 315 millones.

Lo curioso es que de esos 3,38 millones, 1,29 fueron a parar al epígrafe de “otros”, un apartado en el que, yendo al final del citado informe, se corresponden con indemnizaciones. La que presuntamente –nunca se detalla- se llevó Ángel Luis Cuervo, director general de la empresa hasta mediados de octubre.

Como siempre ocurre en estos casos, ya se imaginarán que renunció a su cargo “por motivos personales”. Una justificación que el directivo se encargó de explicar “personalmente” al consejo de administración en la reunión a la que acudió para despedirse, tal y como se especifica en el documento remitido a la CNMV. Entonces, si fue él quien se marchó, ¿por qué le firmaron un cheque de 1,29 millones de euros, algo más de 200 millones de las antiguas pesetas? ¿Por su brillante gestión? ¿Para agradecerle los servicios prestados?

¿Y quién sustituyó al señor Cuervo? Pues la hija del presidente, doña Raquel Santamaría, que emerge como directiva del área de “gestión”, sin más. Porque la primogénita del presidente de Reyal nunca había aparecido como ejecutiva clave de la compañía desde que ésta salió a bolsa. Por tanto, su fulgurante ascenso parece corresponderse con el libre albedrío particular del primer accionista, dueño del 70% de la empresa, por más que su designación pasara el trámite de la comisión de nombramientos y retribuciones.

Una comisión que preside la insigne figura de Su Alteza Real don Carlos Borbón dos Sicilias Borbón Parma, de profesión consejero (Cepsa, Viajes Marsans, Colegios del Mundo Unidos, etc…), quien en honor de su carácter independiente, se encarga de velar porque los elegidos para el consejo sean de “reconocida competencia, experiencia y solvencia”. No va más para una compañía salpicada además por las presuntas relaciones con José Bono. Así está el país.

Buen fin de semana.

El pasado lunes se acababa el plazo para que las compañías cotizadas presentaran sus cuentas anuales correspondientes a 2010. Era el último día dado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) para que todo el mundo se retratase sobre lo que aconteció en sus cuentas en el pasado ejercicio. Y, como viene siendo habitual trimestre a trimestre, las que más tienen que esconder agotaron el límite para anunciar a hurtadillas, con el fin de que los periodistas apenas tuviéramos tiempo de recogerlos, que sus números son de pena.

Rafael Santamaría Banesto