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Banca Cívica y por qué invertir en una caja problemática
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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Banca Cívica y por qué invertir en una caja problemática

En las dos próximas semanas vamos a saber con certeza matemática si nuestras entidades financieras están tan enfermas como se supone o si, por el contrario,

En las dos próximas semanas vamos a saber con certeza matemática si nuestras entidades financieras están tan enfermas como se supone o si, por el contrario, hay inversores que tienen fe en nuestros pulcros gestores. Se va a acabar la palabrería, los mensajes huecos de los banqueros, la hipocresía de los políticos que todavía pululan por los consejos de administración.

 

Y se va a acabar porque esta semana tanto Banca Cívica como Bankia van a salir a sondear a los inversores para saber a qué precios están dispuestos a comprar sus acciones. Es decir, que van a oír de primera mano cuánto valen realmente sus cajas, unas tasaciones que posiblemente disten mucho de lo que realmente quieren que valgan. Como en cualquier otro mercado, aquí la sartén por el mango la maneja el que tiene dinero y el que lo pide le queda la opción de obedecer o irse a casa de vacío.

Descontado el éxito de los tramos minoristas, inversores cuyo escaso conocimiento financiero les hace comerse cualquier cosa –véase la última de La Caixa con sus obligaciones subordinadas-, donde se juegan la vida o la muerte es en el cara a cara con los inversores institucionales. Si les convencen, su caja estará salvada al menos hasta que la situación exija nuevas provisiones millonarias; si fracasan, el FROB entrará a saco en el capital, tomará las riendas, echará a los malos gestores  y cada partido político de cada comunidad autónoma perderá su pilar financiero. Ahí es nada.

¿Y cuál es el atractivo para invertir en Banca Cívica o en Bankia? Empezaremos por la resultante de la unión de Cajasol, Caja Navarra, Caja Canarias y Caja Burgos porque es la que presuntamente debutará antes en bolsa. Como cualquier otra empresa, para analizarla hay que tener en cuenta tres factores: el general, el de su sector, y el particular.

Los dos primeros son evidentes. La economía española, de la que depende su cuenta de resultados en su totalidad, ni crece ni se le espera a un ritmo esperanzador en los próximos tres o cuatro años. Además, el crédito, el motor del sector financiero, bajará cerca de un 5% al menos. Por tanto, los márgenes y los beneficios de las entidades caerán sin remisión, salvo que los tipos de interés suban de forma espectacular, lo cual no se tiene en consideración. Por el contrario, se prevé que el paro sigue en tasas elevadas y que la morosidad repunte todavía más, lo cual conllevaría mayores dotaciones. Por tanto, feo panorama para unos inversores que suelen exigir rentabilidades mínimas del 15% y que ya saben que el ROE de ningún banco español llega al 10%.

El tercero también invita a andarse con cuidado. Banca Cívica tiene virtudes, por supuesto. Es uno de los bancos con mejor tasa de morosidad -4,7%-, con una cobertura de más del 100%, una posición cómoda de liquidez y una solvencia que ya supera el 8% sin salir a bolsa tras haber recibido nuestro dinerito -977 millones- via FROB. Pero al mismo tiempo es la entidad con peor gestión, con una ratio de eficiencia de casi el 70%, lo cual significa que se le va en gastos siete de cada 10 euros que ingresa.

La media del sector es de algo más del 40%, un nivel al que Cívica quiere llegar en cinco años después de haber echado a la puñetera calle a 1.100 tíos desde enero y haber cerrado casi 200 oficinas a todo correr. Ese es su cebo, el ofrecer que será capaz de ajustar costes y ser más competitiva. Su proyecto es creer que después de fusilar a un batallón de personas de 53 años su gestión será más brillante. No le falta razón porque no es fácil hacerlo peor. Es es su upside, como dicen los técniso en la materia.

Porque los otros atractivos de Cívica son que es el sexto grupo bancario de España, que es líder en cinco regiones –Navarra, Burgos, Canarias, Guadalajara y Andalucia occidental, no hablamos de Madrid, Barcelona, Londres o Manhattan- y que puede vender su poco líquida cartera de participadas, valorada en 1.900 millones. Poco parece teniendo en cuenta que su estrategia de futuro es “reforzarse en sus mercados naturales, diversificar su negocio hacia las pymes y tener un control estricto de los costes”.

Exactamente igual que Bankia, a la que, si la actualidad lo permite, le dedicaremos el post de la próxima semana. El propio Rodrigo Rato lo explicó esta semana en The Wall Street Journal: “Nuestra historia no es de crecimiento, sino de eficiencia y reestructuración”. Bendito eslogan para salir a venderse, especialmente si se tiene en cuenta que los que ahora prometen apretarse el cinturón son los mismos que protagonizaban los dispendios.

Seguro que muchos inversores pensarán que para eficientes, rentables y bien diversificados ya están Santander y BBVA. Y fíjense como cotizan. No hablemos de Popular, Sabadell o Bankinter. Para picar en Cívica el mejor cebo será el precio, que tendrá que ser de derribo. lo cual no es posible porque entonces las cajas perderán el control del banco y, por tanto, su capacidad para financiar al partido y a los amiguetes de turno.

Yo apostaría caracoles contra corderos a que la cuadratura del círculo no es posible.

Sean felices que todavía es gratis.

En las dos próximas semanas vamos a saber con certeza matemática si nuestras entidades financieras están tan enfermas como se supone o si, por el contrario, hay inversores que tienen fe en nuestros pulcros gestores. Se va a acabar la palabrería, los mensajes huecos de los banqueros, la hipocresía de los políticos que todavía pululan por los consejos de administración.