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“La última cena” de la presidencia de Repsol: de primero, cabezas
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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“La última cena” de la presidencia de Repsol: de primero, cabezas

Corría el mes de octubre de 2004 cuando Antonio Brufau, presidente en ese momento de Gas Natural, Ricardo Fornesa, presidente de La Caixa, e Isidro Fainé,

Corría el mes de octubre de 2004 cuando Antonio Brufau, presidente en ese momento de Gas Natural, Ricardo Fornesa, presidente de La Caixa, e Isidro Fainé, director general de La Caixa, llamaron al entonces primer ejecutivo de Repsol, Alfonso Cortina, para invitarle a cenar. El amigo de José María Aznar andaba en esos momentos en un cóctel en la Embajada de Brasil en España, en unos de esos saraos institucionales en los que se sonríe por profesionalidad pese a ser considerados unos engorros inevitables.

 

Pero a Cortina le cambió la cara al conocer que la invitación era para el día siguiente. Algo muy importante debía de suceder cuando los chicos de Barcelona tenían ese detalle con él y, sobre todo, tanta prisa en reunirse. No le dieron opción de rechazar el ágape. Evidentemente, Alfonso se temió lo peor. Una encerrona de esas en la que te comunican que te van a cortar la cabeza y que lo único que está en tu mano es si prefieres una salida digna, con el zurrón bien lleno, o una decapitación por las malas.

Cortina fue informado de que el ministro de Industria de la época, José Montilla, estaba al corriente de todo –OPA posterior sobre Endesa incluida desde Gas Natural-, que había dado su visto bueno a un cambio en la presidencia de Repsol, una compañía que ya no era estatal desde el punto de vista accionarial, pero que tenía a un chico del PP en lo más alto por imposición de Aznar. El Ingeniero, que sabía como se las gastaban los bancos, sopesó con sus más cercanos si dar batalla a sus ejecutores o aceptar un buen cheque regalo. Le hicieron ver que, aunque había ganas, era muy complicado pelear contra el Gobierno y contra el primer accionista.

Por tanto, opto por lo segundo, que incluía la presidencia de Inmobiliaria Colonial, en esa época una magnífica compañía –hoy quebrada tecnicamente- del holding de La Caixa que ganaba mucho dinero y pagaba muy bien a sus directivos. Allí se refugió Cortina mientras asistía a la coronación de Brufau como nuevo hombre fuerte de Repsol, impuesto por la caja catalana, dueña del 12% de la petrolera.

Es oportuno evocar aquella última cena porque el cetro del futuro grupo energético está de plena actualidad, movimiento que coincide con un cambio en la presidencia del Gobierno. Hasta el momento, se podría decir que Brufau gana la pelea contra su primer accionista, la alianza Sacyr Vallehermoso-Pemex, dueña del 30%, que ha cometido errores de bulto. Los ha puesto contra la pared y se ha granjeado el apoyo de Mariano Rajoy, con reuniones continuas desde hace un año en la Planta 7 de Génova.

Aunque el líder del PP es poco amigo de dejarse abrazar por el poder económico, lo cierto es que Brufau le cae bien. Y eso que Antoni es un hombre del Partido Socialista Catalán (PSC) de toda la vida y que no ha dudado de recurrir a Felipe González y sus amigos de Prisa para repeler el golpe de Pemex y Sacyr.

Por eso, sería  llamativo ver que un presidente del PP mantiene a un tipo del PSC, muy amigo de Montilla, en una empresa que ha pedido ser considerada como regulada para defenderse de sus enemigos. Dependerá en gran parte de lo que se decida en otra cena, la que tendrá Isidro Fainé con Rajoy tras el 20 de noviembre. 

Corría el mes de octubre de 2004 cuando Antonio Brufau, presidente en ese momento de Gas Natural, Ricardo Fornesa, presidente de La Caixa, e Isidro Fainé, director general de La Caixa, llamaron al entonces primer ejecutivo de Repsol, Alfonso Cortina, para invitarle a cenar. El amigo de José María Aznar andaba en esos momentos en un cóctel en la Embajada de Brasil en España, en unos de esos saraos institucionales en los que se sonríe por profesionalidad pese a ser considerados unos engorros inevitables.