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Martinelli y Manrique, tal para cual entre flirteos y cruceros
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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Martinelli y Manrique, tal para cual entre flirteos y cruceros

Por el verano de 2011, Ricardo Martinelli vino a España en viaje oficial a nuestro país. Era el segundo que hacía y el primero tras adjudicar

En el verano de 2011, Ricardo Martinelli vino a España en viaje oficial. Era el segundo que hacía y el primero tras adjudicar a Sacyr en julio de 2009 la obra faraónica de la ampliación del Canal de Panamá. La tournée por Madrid tenía como objetivo buscar inversores para el desarrollo de las infraestructuras en Panamá, en pleno auge de ladrillo, como en la Península Ibérica años atrás.

El presidente del pequeño país latinoamericano vino con todo su séquito: esposa, ministros, secretarios de Estado, asesores, asistentes y bufones múltiples. Se entrevistó con Su Majestad el Rey y con José Luis Rodríguez Zapatero en señal de buena amistad. Además, se acercó a la sede de Sacyr, su primer gran cliente, como muestra de agradecimiento por el buen hacer en el canal que une el Atlántico y el Pacífico.

Luis del Rivero y Manuel Manrique le recibieron con un cóctel de bienvenida en una terraza con vistas al Paseo de la Castellana, muy cerca del Santiago Bernabéu. La fiestecita se fijó a las 21 horas porque Martinelli tenía que ir a un asunto privado con alguien de su séquito a las 22. Le esperaban en un hotel cinco estrellas. Sin embargo, en el ágape, el presidente de Panamá conoció a una funcionaria de la Embajada de su país en Madrid -de muy buen ver según los asistentes, espectacular según otros- hasta tal punto que se olvidó de la otra -cita, of course- y se quedó varias horas en la sede de Sacyr. Se le vio desaparecer posteriormente bien acompañado.

Este es el señor con el que la constructora española negoció la gran obra de ingeniería del siglo actual y que ahora amenaza con volver a España a pedir cuentas por lo que considera una falta de seriedad de una empresa de un país presuntamente desarrollado, occidental, donde se cumple la legalidad, prima la seguridad jurídica y no existen los chantajes y las comisiones en sobres. No le falta razón a Martinelli si no fuera porque gestiona una república donde Luis Bárcenas no pasaría de aprendiz. Bancos como BBVA han decidido vender su filial e irse a otra parte. Otras constructoras echan pestes.

El presidente de Panamá es un donjuán al que en su última visita a España, en plena sede de Sacyr, le perdieron los encantos de una paisana

Lo que quizás no sabía el donjuán latino era que sus socios españoles eran cuanto menos particulares. Del Rivero, presidente en aquellos días, que celebró el contrato con eso tan madridista de “así, así, así gana Sacyr”, y Manrique de consejero delegado, pensaban que en Panamá se arreglaría todo como en España, con sobrecostes que pagarían los ciudadanos, como en la M-30 madrileña y similares, cuya factura ascendió al doble -5.000 millones- de lo presupuestado para gloria de ACS y de Ferrovial.

Pero no. Allí hay tal enfado con la corrupción que a cinco meses vista de las elecciones todos los políticos, con Martinelli a la cabeza, quieren parecer que son más limpios que la patena. Más o menos, igual que Rajoy y Rubalcaba en precampaña, y mirando para otra parte cuando sus partidos huelen a podrido.

Sus amigos españoles eran tan peculiares que entre ellos mismos se mataron. Manrique, pocos meses después de la vistita del jefe del Estado panameño, traicionó a su socio de toda la vida y le echó de la presidencia de una Sacyr a la que le ahogaba la aventura petrolera de Repsol. Le vencían 5.000 millones en diciembre de ese año 2011 y no podía hacer frente al préstamo.

El primer ejecutivo de Sacyr, con una deuda personal de 240 millones, navegaba por el Caribe mientras su empresa generaba una crisis internacional de un precio incalculable

El murciano desapareció de la escena, vendió su paquete del 13% y se dedicó a comprar acciones de YPF, la argentina expropiada a Repsol, con la que ha ganado una buena pasta. Ha triplicado su inversión. La constructora quedó en manos de un Manrique agobiado por una deudas personales de unos 250 millones de euros que trata de ocultar y que le obligaban a pedir anticipos a la propia empresa para ir tirando. Si un alto directivo no sabe administrar su casa, dificilmente gobernará la de todos.

Unos adelantos que, según cuentan, le dan para pegarse un crucero por las cálidas aguas del Caribe, con salida desde la misma Panamá, con su numerosa familia, todo un equipo de baloncesto, banquillo incluido, que disfrutaba de unas merecidas vacaciones mientras la empresa -su portavoz ha declinado comentar el asunto- se enfrentaba a un auténtico drama. Así son algunos directivos españoles, como José Manuel Loureda, el consejero de Sacyr, que entre el 23 y el 30 de diciembre vendió títulos de la empresa por 11 millones de euros. ¿Tenía información confidencial?

Manrique aparenta ser un buen hombre, con sanas intenciones, pero superado por la obra de gestionar una empresa de estas dimensiones. El órdago lanzado a Panamá no solo deja mal a España, cuya marca empieza a tener menos valor que el escudo de un hidalgo, sino también al Gobierno y la Casa Real, que dieron la cara por la compañía. Una situación que pone de manifiesto deficiencias muy preocupantes como por ejemplo:

Como en el conflicto Repsol-YPF, Estados Unidos quiere sacar tajada de la debilidad de España en el exterior

  1. La falta de liquidez de Sacyr y sus socios para seguir con el proyecto
  2. La ausencia de financiación de la banca española, que no ha salido al quite para echar una mano al tratarse de uno de los grandes símbolos de la Marca España
  3. La escasa mano izquierda para negociar un acuerdo antes del ultimátum a un país socio de EEUU.

A partir de ahora, Sacyr lo tendrá más que complicado para llevarse un contrato de cierta magnitud porque su nombre ha quedado dañado para varios años. El golpe reputacional es incalculable. No es que la española no tenga también su parte de razón, que la atesora porque la propia Autoridad del Canal de Panamá (ACP) ha reconocido que se quedó corta cuando valoró la ampliación en 3.400 millones de dólares. De hecho, otras empresas como la francesa Vinci también están teniendo problemas serios en otras infraestructuras. Pero pedir 1.600 millones adicionales demuestra que la situación ha sobrepasado a sus gestores.

Que una empresa como Sacyr se tenga que poner en manos del Gobierno español para resolver un contrato privado es la prueba inequívoca de que las cosas se han hecho mal. Un Ejecutivo al que, como ha ocurrido días atrás con el caso Repsol-YPF, la administración Obama le ha metido otro gol por la escuadra. Miren quien va a explotar Vaca Muerta –Chevron- y quien va a terminar el Canal (Bechtel) si no se remedia el entuerto. ¿Qué hacía el vicepresidente de EE UU, Joe Biden, hace un mes y medio en el Canal con el presidente de Bechtel? Dar un paseo me temo que no.

Alguien debería pagar por el estropicio, además de los accionistas que han visto como la cotización se ha hundido un 15% en dos días.

Sean felices.

En el verano de 2011, Ricardo Martinelli vino a España en viaje oficial. Era el segundo que hacía y el primero tras adjudicar a Sacyr en julio de 2009 la obra faraónica de la ampliación del Canal de Panamá. La tournée por Madrid tenía como objetivo buscar inversores para el desarrollo de las infraestructuras en Panamá, en pleno auge de ladrillo, como en la Península Ibérica años atrás.

Repsol Manuel Manrique