De la cárcel a los exclusivos puestos del Ibex 35 sin ningún rubor

Hace unas semanas, Carmen Chacón se reunió con unos empresarios españoles afincados en Miami al calor de una reciente visita del presidente del Banco Sabadell, José Oliú, a Miami (Estados Unidos). La exdiputada del PSOE compartió mesa con un grupo de directivos de bancos, constructoras, ingenierías y otros sectores para debatir sobre el mar y los peces, sobre la actualidad política, su visión del mundo y de la soberanía de Cataluña. La que fuera candidata a la Secretaría General del partido de la rosa se ha refugiado al otro lado del charco de su derrota con Rubalcaba dando clases de castellano en una universidad estadounidense.

Tras una velada muy agradable, a uno de los comensales se le ocurrió preguntarle a la aspirante a lideresa del PSOE si creía que, con lo que había pasado en España, con el estado permanente de corrupción del Estado, con los escándalos de la financiación ilegal de los partidos y el saqueo de las arcas públicas, algún político debería estar en la cárcel. Aunque solo fuera por dar ejemplo. Chacón aguantó la incomoda interpelación como mejor pudo para responder, más o menos, que, “bueno, yo creo que igual Jaume Matas no se libra, ¿te parece poco?”.

La reacción de la profesora catalana de español fue interpretada más bien como acto defensivo, una forma de salir de un indigesto apuro, más que un ataque personal al colega balear del PP, que sigue disfrutando del sol de Mallorca dos años después de que fuera condenado a seis años de cárcel –rebajados a nueve meses por el Tribunal Supremo- por ejercer el deporte nacional (incluida Cataluña) de cualquier político que se precie: trincar todo lo que se pueda y algo más. Que pase o no el verano a la sombra de los barrotes –lo exiguo de la pena no le evita en este caso compartir hotel con Luis Barcenas- depende ahora del Gobierno después de que la Justicia haya rechazado su petición de indulto.

Los políticos que han arruinado a España ya no solo aspiran a ser eurodiputados o consejeros de empresas cotizadas, si no que mueven ficha para llegar a ser presidentes o consejeros delegados

La Chacón despachó así una cuestión que causa indignación entre la sociedad civil, a la que ahora se le pide que se ponga el traje de europeo para votar en pos de la unidad del Viejo Continente. Nada de abstenerse, que nos jugamos mucho, dicen los del PSOE y del PP, en otra tomadura de pelo a la ciudadanía, ya que lo único que se juegan de verdad es su silloncito de eurodiputado, con sus 6.000 euros mensuales, vuelos en primera Bruselas-Madrid y a seguir viviendo sin pegar un palo.

Miren el ejemplo de Ramón Luis Valcárcel, que después de dejar a Murcia en la bancarrota, tras 19 años regando la huerta de ladrillo, se postula ahora para jubilarse en el paraíso financiero del Benelux, tras nombrarse a si mismo y a hurtadillas presidente del Comité de las Regiones de Europa, cargo al que tendrá que renunciar en apenas un mes si finalmente coge plaza en la capital belga. Dice mi paisano que no sabía lo de la incompatibilidad de los trinques, como tampoco ni pa pa de inglés, que lo de saber idiomas y trabajar en Europa no es incompatible, como demostró Eduardo Zaplana cuando fichó por Telefónica. Lo mismo se le puede aplicar a José Blanco, Pepiño, al que le persigue el fantasmita del AVE.

Porque a estos que ahora nos exigen que seamos ciudadanos responsables y vayamos a las urnas no es que no se les caiga la cara de vergüenza por cómo han dejado el país. Al contrario, sin ningún rubor, conspiran para convertirse en presidente de empresas del Ibex 35. No ya consejeros, sino primeros ejecutivos, con sus millonarios sueldos. Es el caso de Antonio Hernández Mancha, aquel líder de Alianza Popular que, por si alguien ya lo había metido en el baúl del olvido, sigue vivo. Y coleando, como nuevo consejero de Enagás con otras glorias del PP, y aspirante a la presidencia de Indra.

No es que el actual presidente de esta compañía de defensa y tecnología, Javier Monzón, sea un alma de la caridad tras 25 años en el cargo, pero sin duda es un profesional de la gestión. Si bien es verdad que Indra ha vivido de los contratos de la administración pública, como bien demuestra la caída del 40% del beneficio desde que se cerró el grifo del Estado, no es menos cierto que en los últimos años ha internacionalizado la compañía con más o menos éxito (el lío que tiene en Brasil es importante).

Que Hernández Mancha haya sido rescatado del baúl de los recuerdos para presidir Indra y que Josu Jon Imaz sea número dos de Repsol es un ataque directo contra la cultura del talento que debería predominar en un país con igualdad de oportunidades

Que Hernández Mancha suene como presidente de una sociedad cotizada parece una broma de mal gusto y falta de respeto a los accionistas y a la sociedad en general, que comprueba una vez más cómo el carnet del partido es más importante que el talento. Lo mismo se puede decir del nombramiento de Josu Jon Imaz como consejero delegado de Repsol, una mofa al sentido común. A Imaz no le importa hacer de correveidile de Antonio Brufau, que para celebrar su contundente victoria contra sus enemigos (desde La Caxia, ahora amiga, a Sacyr, Pemex y Borja Prado) le ha echado barriles de guasa. Ni en sus mejores sueños se hubiera imaginado el guipuzcoano tal fulgurante ascensión desde que abandonó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) por la puerta de atrás.

En las loas para justificar tan sorprendente premio, Repsol le adjudicó el mérito de “culminar con éxito” la mayor inversión industrial de una empresa en España, la modernización de la refinería de Cartagena, por 3.100 millones. Pero resulta que Imaz llegó a la petrolera en 2008 un año después de empezar las obras en la localidad murciana ejerciendo de presidente de Petronor, situada en Bilbao, a más de 800 kilómetros del Cantón. Los trabajos terminaron en abril de 2011 y las nuevas instalaciones fueron inauguradas por el Príncipe en abril de 2012. Imaz fue nombrado director general del área de Industria (las refinerías) un mes después, por lo que pintó poco en el asunto. El papel lo aguanta todo.

El doctor en Ciencias Químicas tuvo este jueves la oportunidad de callar las bocas que sospechan sobre su capacidad para ser el número dos de una de las grandes del Ibex. Pero decidió no dirigir la presentación de los resultados del primer trimestre de Repsol, labor que realizó Miguel Martínez, el director financiero, que, cosas del organigrama, no reporta a Imaz, sino directamente al presidente. Este lunes tampoco estará en la celebración de los 25 años de Repsol en bolsa, cuyo toque de campana honorífico realizará el propio Brufau, el único que manda en ese casa. 

Un ninguneo consentido por unos buenos millones de euros. Así funciona el sistema.

Sean felices