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Emilio Botín y Florentino Pérez, los mejores teloneros de Podemos
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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Emilio Botín y Florentino Pérez, los mejores teloneros de Podemos

No solo tiene entusiasmados a las peluqueras o los albañiles. Podemos ha alterado la convivencia de los prebostes de un gran país echado a perder por el abuso de las clases dominantes

Emilio Botín siempre fue un hombre preocupado por trascender a la historia en tres campos bien distintos. Construir un banco universal, guardar bien su dinero y fomentar el desarrollo de la sociedad. Todo lo consiguió. Lo primero es una evidencia. De lo segundo hablan sus 2.000 millones en Suiza y de lo tercero destacan la inversión en Universia, el vivero de jóvenes universitarios, y su aportación al desarrollo de Cantabria. Tareas más filantrópicas que financieras en las que se volcó en los últimos años. De lo que no fue consciente es que en la última cena que disfrutó con un grupo de periodistas el pasado viernes antes de convertirse en un común mortal iba a hacer su última gran labor social.

Porque los extraordinarios compañeros que fueron invitados por Banco Santander a sentarse con el presidente antes de ver en Monza el enésimo desastre de Ferrari y Fernando Alonso revelaron algo que en principio debía permanecer en secreto, en off the record: primero el viaje all inclusive, con cena en palecete y Fórmula 1, y después la confesión de don Emilio sobre su preocupación por el auge de Podemos, el grupo político que amenaza con resquebrajar el corrupto bipartidismo del Parlamento.

El testimonio del patrón de la banca, del hombre más poderoso de España, según las loas de estos días con permiso de Hacienda, es muy relevante porque confirma lo que por este rincón ya contamos el 19 de julio, cuando titulamos que el fantasma de Pablo Iglesias ya se sentaba en los consejos de administración del Ibex 35. Con aquella aseveración poníamos de manifiesto que en las plantas nobles de las principales empresas había un mosqueo considerable con la irrupción del profesor de la Universidad Complutense, que el principal tema de debate era cómo podría afectarles que el insurgente de la coleta obtuviera votos suficientes para hacer saltar por los aires la rentable convivencia con los permeables diputados del PP, del PSOE y de CiU de toda la vida.

Lo que ya no se puede saber, aunque si intuir, es si el audaz banquero reconoció en algún momento alguna responsabilidad en el ambiente generado como líder indiscutible de un sistema pervertido o si, en el caso extremo de que Iglesias llegase a mandar en la Moncloa, él hubiera dicho lo mismo que anteriormente vociferó sobre Felipe González, José María Aznar, Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy: “Es el mejor presidente que puede tener España”.

Porque, pese a todo lo que hemos visto, la denominada casta sigue haciendo de las suyas con total impunidad. No se cansa. Sin ir más lejos, el consejo de ministros ratificó este viernes lo que contamos aquí días atrás: que el gaseoducto submarino del Castor, construido y gestionado por la ACS de Florentino Pérez, lo pagaremos todos con carácter solidario. El Gobierno de Rajoy ha decidido rescatar esta infraestructura que estaba presupuestada en 400 millones y cuya factura asciende finalmente a 1.300 millones.

De manera disfrazada, para que no cunda el escándalo, el ministro de Industria le traspasa el agujero de la planta a Enagás, empresa participada por el Estado y sembrada de consejeros del PP, como Isabel Tocino y Antonio Hernández Mancha, dos viejas glorias que representan a la perfección la connivencia entre los políticos y los empresarios. Como no podía ser de otra manera, elegidos por méritos propios, nada de a dedo, como Ana Patricia Botín, quien por cierto tiene a la Tocino, una asidua del palco del Bernabéu, en el consejo del Santander.

Después, Enagás compartirá el entuerto con un grupo de bancos y con las empresas comercializadoras de gas, Iberdrola, Gas Natural y Endesa, que, faltaría más, nos harán partícipe de la brillante idea que fue construir ese almacén de gas con la correspondiente subida en la factura del combustible. Como se ha hecho con la luz, pero con el gas.

La última confidencia de don Emilio y la maniobra del presidente del Real Madrid por endosarnos su fracaso empresarial no hacen más que exasperar a la tropa que sigue con problemas para llegar a fin de mes pese a la incipiente salida del coma de nuestra economía. Ayudan, qué duda cabe, a alentar el movimiento de reprobación que lideran los bisoños de Podemos contra un modelo de gestionar el rebaño que gusta mucho a las élites siempre que, obviamente, los muertos se paguen entre todos. Lo siguiente serán las autopistas de peaje. Preparen la cartera.

El banquero y el constructor han sido símbolos del éxito y de una organización que se creyó impune a la ley hasta el punto de que se se crearon dos normas con sus nombres: la doctrina Botín, con la que la Justicia le libró de alguna que otra sentencia judicial, y la enmienda Florentino, con la que todo el hemiclico se puso de su parte para tragarse a una Iberdrola que después le hizo vomitar 1.800 millones de pérdidas.

La única diferencia entre el señor Botín (DEP) y Florentino es que el primero era percibido por la sociedad con el guiño torcido por representar al cártel de la banca y el segundo cae muy bien por ser el presidente del club de fútbol más laureado de Europa. Ya es hora de quitarse la venda antes de que convenza para su causa a algún diputado o concejal de Podemos y nos metan otro gol por la escuadra.

Sean felices.

Emilio Botín siempre fue un hombre preocupado por trascender a la historia en tres campos bien distintos. Construir un banco universal, guardar bien su dinero y fomentar el desarrollo de la sociedad. Todo lo consiguió. Lo primero es una evidencia. De lo segundo hablan sus 2.000 millones en Suiza y de lo tercero destacan la inversión en Universia, el vivero de jóvenes universitarios, y su aportación al desarrollo de Cantabria. Tareas más filantrópicas que financieras en las que se volcó en los últimos años. De lo que no fue consciente es que en la última cena que disfrutó con un grupo de periodistas el pasado viernes antes de convertirse en un común mortal iba a hacer su última gran labor social.

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