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Festín estratégico del capo de Indra en el Parador de Alcalá de Henares
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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Festín estratégico del capo de Indra en el Parador de Alcalá de Henares

Dado el nivel de estrés que soportan, los directivos de las empresas se merecen un nivel de vida cinco estrellas. Así podría colegirse, no solo del

Dado el nivel de estrés que soportan, los directivos de las empresas se merecen un nivel de vida cinco estrellas. Así podría colegirse no solo del descubrimiento del uso y abuso de las tarjetas de Bankia, banco rescatado con 22.400 millones contra el erario público sin que los apretados ciudadanos pudieran votarlo en referendum. Vinos gourmet, viajes de aventura, masajes con final feliz, copas en compañía y algún que otro regalito sexy para la amiga de turno. Nada que ya no sepan. Cuanto peor iba el banco, más gastaban los chicos de Rodrigo Rato, Miguel Blesa, Juan Iranzo y compañía.

Salvando las distancias, que son profundas, llama la atención que Esther Alcocer Koplowitz se deje ver por el Hotel Villamagna, probablemente el mejor five stars de Madrid, cuando la empresa de su madre y su herencia futura está en serio peligro. Tan en peligro que llevan meses en situación de default, que traducido a castellano es que forman parte de la lista de morosos del BBVA y de Bankia, a los que les adeuda 1.000 millones.

La hija de la señora andaba días atrás por este lujoso establecimiento hotelero de la mano de Juan Bejar, un excelente directivo que ya sufrió los cambios de humor de la familia Del Pino y ahora está absorto viendo cómo los desmanes de la que llegó a ser una de las mujeres más ricas de España ponen en riesgo a una empresa con 60.000 trabajadores.

Sí estaba más acomodado con la heredera de los préstamos de la Koplowitz en el Villamagna Javier Monzón, el sempiterno presidente de Indra, que también ha pasado por momentos delicados, aguantando como buen fajador las embestidas de ciertos prohombres del PP para desbancarle de su trono. No se sabe bien qué hacía Monzón con la niña y Béjar, porque los negocios de ambas compañías no son precisamente comunes. Como mucho complementarios. Tú me ayudas a conseguir un contrato en no sé qué país con tu amigo ese del partido X y después te meto en la obra para montar las instalaciones Y. Marca España en su máxima expresión.

Pero quizás les estaba dando unas lecciones de cómo resistir la presión, en este caso de los bancos acreedores, para no ser defenestrados al amanecer. En cómo resistir y ganar batallas. Porque Monzón ya se siente vencedor de la andanada que ha recibido en los últimos meses desde el Ministerio de Defensa de Pedro Morenés, que aliado con personajes como Eduardo Serra, Antonio Hernández Mancha e Ignacio González –sí, el presidente de la Comunidad de Madrid, que en su día intentó colocarse como jefazo de Caja Madrid- han tratado sin éxito hasta de moverle la silla.

La excusa oficial del festín era elaborar la nueva estrategia de una compañía que se ha venido abajo en cuanto el Gobierno le ha dejado de enchufar contratos por los recortes. Su cotización se mueve por niveles de hace 15 meses, al perder más de un 17% en 2014 (el quinto peor valor del Ibex). Como no hay mucho que contar, más allá de potenciar la internacionalización para compensar la dieta impuesta por Defensa, que curiosamente es el titular directo del 20% de la compañía. Monzón les aseguró que ha ganado la guerra a estas facciones populares y que, si de aquí al 31 de diciembre no hay novedades, habrá sofocado el golpe de Estado. Porque el año próximo hay elecciones y está convencido que ya no se atreverán a abrirle un incendio al Gobierno en plena campaña para engatusar a los ciudadanos. En el peor de los casos, se iría con sus 16 millones oficiales de indemnización.

Desde la compañía se asegura que el fin de semana en el Parador, donde se degustan unas excelentes migas y un sabroso lechazo, que nuestros directivos tienen el pico muy fino, es algo habitual que Monzón monta todos los años para make team que mola más que hacer equipo. Pero con la empresa pública controlada por el Estado sufriendo las aguijonazos de la crisis, con los ajustes en el Ejército, con el Gobierno pidiendo austeridad, no parece muy estético tirar de la tarjeta corporativa para comer caliente.

Sean felices

Dado el nivel de estrés que soportan, los directivos de las empresas se merecen un nivel de vida cinco estrellas. Así podría colegirse no solo del descubrimiento del uso y abuso de las tarjetas de Bankia, banco rescatado con 22.400 millones contra el erario público sin que los apretados ciudadanos pudieran votarlo en referendum. Vinos gourmet, viajes de aventura, masajes con final feliz, copas en compañía y algún que otro regalito sexy para la amiga de turno. Nada que ya no sepan. Cuanto peor iba el banco, más gastaban los chicos de Rodrigo Rato, Miguel Blesa, Juan Iranzo y compañía.

Javier Monzón Miami Noticias de Indra