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Las teorías económicas del mañana se escribirán con desechos de casquería
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Las teorías económicas del mañana se escribirán con desechos de casquería

Hace una semana trajimos a estas páginas a la reciente primera Premio Nobel de Economía. Y aprovechábamos el tirón para mostrar lo oportuno y moderno de sus

Hace una semana trajimos a estas páginas a la reciente primera Premio Nobel de Economía. Y aprovechábamos el tirón para mostrar lo oportuno y moderno de sus investigaciones. Los problemas actuales y los desafíos pendientes. Hoy continuamos con el razonamiento que ya veremos en dónde acaba.

Una ciencia económica caduca y obsoleta…

Hilando con el callejón sin salida en el que vimos se está metiendo nuestra opulenta sociedad de consumo, nuestro crecimiento económico se ha basado en unas teorías, desarrolladas a lo largo de dos siglos de abundancia, que hacen aguas. Desde que Adam Smith inauguró esa popular disciplina, llamada economía, y su mano invisible comenzó a dar bofetadas indiscriminadas a nuestro bello planeta azul.

Teorías que se basan en el uso de unos recursos abundantes e ilimitados. Una falacia que para la ciencia económica actual es dogma. Da igual que uno sea marxista o capitalista, neoclásico o ultra liberal, monetarista o keynesiano. Todo se reduce a que hay que consumir más para seguir creciendo. A correr alocadamente hasta que nos estrellemos contra el muro.

Las diferentes escuelas económicas solo se diferencian en las recetas que ofrecen para fomentar el consumo: mercados libres o regulados, perfectos o con taras; mayor o menor intervención de los gobiernos; más endeudamiento o expansión monetaria; caña a la máquina de hacer billetes o contención de la fábrica de papel; apretamos el botón de la inflación o la contenemos… Siempre más galgos o más podencos. (*)

…que ya no da más de sí.

Todo ello sin caer en la cuenta de que cuanto más gastamos, siguiendo da igual que sofisticada escuela económica, más energía, agua o minerales finitos consumimos. Más CO2 y otros gases se emiten. Y más contaminación se produce. Se incrementa el deterioro de los ecosistemas y muchas especies desaparecen. Porque estamos saqueando un lugar cerrado y limitado. Y no pagamos por ello ni nos preocupamos en reparar los daños. Con lo que cada día que pasa aumenta la biomiseria que heredarán nuestros hijos.

Desconocemos los límites y algunos incluso niegan su existencia. Proclaman la cuadratura del círculo al intentar mostrar una realidad infinita donde únicamente hay una bella esfera flotando en el espacio, iluminada por un faro lejano, llamado Sol. Unos lo hacen en nombre de la productividad. Otros, en el de su fe tecnológica. Muchos más aplican el viejo dicho, ese que dice que el que venga detrás que arree, ya que les da igual lo que pase mañana. Es el corto plazo: la gangrena que está corroyendo las entrañas de nuestra sociedad.

Queremos salir de la crisis actual. Pero el ultra moderno mundo en el que vivimos tiene una única receta: más consumo. ¿En qué trabajan los laureados economistas de hoy? En cómo conseguir incrementar la demanda de bienes y servicios para que podamos gastar más. ¿Consecuencia? Más de lo mismo.

Nadie se plantea que todas las teorías económicas están agotadas. Ninguna tiene en cuenta en sus ecuaciones que los recursos son finitos; que su sustitución por otros no siempre será posible. Y, mientras no se introduzca en las formulaciones la manera de crecer y de aumentar el bienestar económico, dejando a nuestros descendientes un planeta tan habitable como el que nosotros heredamos de nuestros padres, la economía se convertirá en ciencia inútil.

La ciencia económica necesita evolucionar…

Conseguirlo será un esfuerzo multidisciplinar. No vendrá mal, por ejemplo, seguir aprendiendo de los antepasados que sabían de esto más que nosotros. En continuar estudiando aquellas prácticas que desde siempre han servido a sucesivas generaciones, tal como la Sra. Ostrom hace. Redescubrirlas y adaptarlas, con nuestra tecnología actual, al mundo de hoy. Inventar y desarrollar teorías y prácticas nuevas.

Significará volver a gestionar la escasez con sabiduría. Buscar nuevas soluciones técnicas y económicas, sociológicas y culturales, legales y fiscales. Que permitan un mejor desarrollo conservando el entorno para que las generaciones futuras sigan disfrutando de él. Habrá que proponer soluciones valientes y diferentes: unas tendrán éxito; otras, fracasarán. De sabios es aprender de los errores. En definitiva, abrir un melón lleno de oportunidades y de innovación que anime esta sociedad en crisis. Un mundo nuevo capaz de generar abundante empleo sano.

Implicará que los que se quieran dedicar a ello deberán abandonar muchas ideas preconcebidas. Y, sobre todo, deberán dejar en casa las orejeras mentales que impiden a muchos gurús y expertos ver más allá de sus narices, refugiados como están en los inmutables dogmas establecidos.

…a la vez que purificamos unas democracias corrompidas...

Los que no hacen nunca nada jamás se equivocan. Los que sólo critican sin realizar aportaciones ellos mismos se descalifican. Debemos dejar de ser votantes-niños, que eligen al que les promete todo, pero no les exige nada. A aquel que dice lo que uno quiere oír. Para convertirnos en ciudadanos-adultos. Con derechos. Pero, sobre todo, con obligaciones. Con un deber primordial: dejar a nuestros hijos el planeta que habitamos al menos tal como lo recibimos de nuestros padres. Deteniendo su degradación.

Es aspirar a construir una sociedad madura y de verdad avanzada, en la que todos nos demos cuenta que nuestro bienestar presente no se puede mantener a costa del sufrimiento ajeno: del de los que hoy no disfrutan de nuestra orgía consumista; o del que cada día legamos a la posteridad. Es aspirar a vivir en una sociedad consciente de los retos que se nos están planteando. Una sociedad capaz de abandonar una indolencia autodestructiva y afrontar los desafíos.

...para construir las teorías económicas del futuro con desechos de casquería.

Con casquería se pueden cocinar platos sublimes. Y la economía futura se elaborará con tales ingredientes. Como un ya anciano Cervantes hizo al alumbrar el Quijote. Desechos procedentes de cincuenta siglos de paciente sabiduría que, como viejas y olvidadas novelas de caballerías, estarán llamados a perdurar. Puestos al día e inteligentemente desarrollados, tal como mi ilustre vecino hizo. Enterrando los muchos convencionalismos, hoy firmemente arraigados, que están cavando nuestra ruina.

Las teorías económicas actuales no son más que polvorientos libros de caballerías que necesitan de algún loco caballero para hacerlas revivir. Para, a partir de ellas, crear una ciencia económica totalmente nueva. Tal y como hizo Cervantes cuando inauguraba la novela moderna, a la vez que alcanzaba su culmen. A ser posible con algo de sorna e ironía, para no perder la tradición. Y, de esta forma, abandonar la senda de la decadencia para continuar escribiendo la historia más genial jamás contada: la nuestra.

La Academia Sueca, por fin, parece que se decide a premiar la “nueva economía”. ¿Alguno más quiere seguir la senda recién inaugurada?

 (*) Otro día hablaremos de las excepciones, que las hay, aunque tradicionalmente ignoradas por la ortodoxia más miope.

Hace una semana trajimos a estas páginas a la reciente primera Premio Nobel de Economía. Y aprovechábamos el tirón para mostrar lo oportuno y moderno de sus investigaciones. Los problemas actuales y los desafíos pendientes. Hoy continuamos con el razonamiento que ya veremos en dónde acaba.

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