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Cuando la música deje de sonar
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Cuando la música deje de sonar

La música ha dejado de sonar. Como en el juego infantil, Zapatero y todos los españoles nos hemos quedado sin silla. Es tan solo un entreacto.

La música ha dejado de sonar. Como en el juego infantil, Zapatero y todos los españoles nos hemos quedado sin silla. Es tan solo un entreacto. Empezamos hablando del ritmo con que el feroz sistema económico, que nos impone la acelerada sociedad de consumo, engulle unos recursos ingentes que primero escasearán, para luego acabar agotándose.

Continuamos con un ejemplo, triste pero muy actual, en forma de atún rojo aniquilado. Un problema todavía sin resolver, he aquí un clamoroso ejemplo, denominado la tragedia de lo común, de los recursos naturales de todos. Que ha hecho correr ríos de tinta y provocado continuos sufrimientos a lo largo de la historia. Y que los sigue provocando. Se merecerá más de un monográfico.

Hoy seguimos metiendo el dedo en el ojo a todos los que piensan que la fiesta puede continuar eternamente. Sugiriendo como compensación, ya la próxima semana, alguna receta que mitigue tal diatriba.

Incluyamos el biocapital en la noción de capital

El capital (*) sabemos lo que es. El biocapital es todo capital en forma de recurso natural, renovable o no, que permite el desarrollo de nuestra especie. Lo forma la tierra que nos da sus frutos y los bosques: animales, vegetales y minerales; los ríos, los acuíferos y los lagos: el agua dulce; los océanos y sus recursos, pesqueros o de cualquier otro tipo; la energía disponible, ya sea en forma de petróleo o gas, de uranio o carbón, de viento o de Sol.

Puede estar monetizado o como es más habitual, que no lo esté. El capital, en un sistema económico ideal que no real, puede ser teóricamente infinito. El biocapital disponible a escala humana en nuestro aislado planeta, excluyendo el Sol, no lo es. Las biorentas procedentes del biocapital, esas rentas (**) proporcionadas por la naturaleza, sus rendimientos y sus dones, no hace falta explicar que son. A estas alturas seguro que usted, lector inteligente, lo habrá captado. Siempre y cuando no sea experto económico o académico.

Panem et circenses

De la misma manera que los padres responsables se preocupan por el futuro de sus hijos, no gastando más de la cuenta cuando podrían hacerlo para poderles dejar un capitalito aunque sea modesto, ¿por qué no hacemos lo mismo con los demás capitalitos disponibles: las energías fósiles, los recursos minerales finitos, la biodiversidad, tantos ecosistemas,…? ¿Por qué no vivir de unas dignas biorentas en vez de malgastar inútilmente el biocapital?

Probablemente porque no interesa. Es la tiranía del corto plazo. Regresa la vieja fórmula. De nuevo panem et circenses. Si Juvenal levantara la cabeza volvería a repetir su inmortal frase. Y se asombraría de lo similares que pueden llegar a ser dos imperios económicos dominantes, aunque estén separados por más de quince siglos.

Cómo las motivaciones de los gobernantes para mantenerse en el poder, agasajando a la plebe, son las mismas. Las políticas pesebriles, consistentes en acallar al vulgo con sestercios, idénticas. Lisonjas y prebendas ayer igual que hoy. Hace dos mil años un continuo chantaje a cargo del emperador. Hoy una indocumentada clase política que, con cargo al erario público, mantiene anestesiado al pueblo. Para que la fiesta pueda seguir, aunque el crédito se vaya acabando.

Hasta que la música deje de sonar y descubramos que ya no hay sillas para todos. ¿No es acaso lo que nos acaba de suceder en esta crisis previa, aunque por otros motivos?

Tanta tecnología para acabar contemplando cómo los países ricos rigen con criterios no muy diferentes de los que llevaron a la Roma imperial a su gradual disolución. Imperio que se acabó evaporando debido a sus excesos y, como parte de ellos, su insostenible sistema económico y educativo. Viendo cómo la sobria y tenaz Roma republicana se acabó convirtiendo en la indolente y despreocupada Roma imperial que derrochó y disfrutó del esfuerzo y los recursos de sus colonias durante generaciones. Hasta que dejó de hacerlo, su orquesta también cesó y acabó succionada en el desagüe de la historia. 

Un dilema bien simple

Podemos seguir disfrutando de las rentas de la naturaleza que, gracias a una mil milenaria biodiversidad, nos puede proporcionar nuestro planeta durante mucho tiempo. O podemos dilapidar todo ese capital que nos da la vida, a todo trapo como lo estamos haciendo ahora, a costa del bienestar de generaciones futuras. Hasta que llegue un momento en que no queden biorentas que cobrar.

(*) Según la RAE: capital: 8. m. Econ. Factor de producción constituido por inmuebles, maquinaria o instalaciones de cualquier género, que, en colaboración con otros factores, principalmente el trabajo, se destina a la producción de bienes.

Proponemos la siguiente enmienda: 8. m. Econ. Factor de producción constituido por inmuebles, maquinaria, instalaciones de cualquier género y recursos naturales, renovables o no, que, en colaboración con otros factores, principalmente el trabajo, se destina a la producción de bienes y servicios.

(**) Según la RAE: renta. 1. f. Utilidad o beneficio que rinde anualmente algo, o lo que de ello se cobra.

La música ha dejado de sonar. Como en el juego infantil, Zapatero y todos los españoles nos hemos quedado sin silla. Es tan solo un entreacto. Empezamos hablando del ritmo con que el feroz sistema económico, que nos impone la acelerada sociedad de consumo, engulle unos recursos ingentes que primero escasearán, para luego acabar agotándose.