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Declaración Universal de los deberes de la Humanidad
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Declaración Universal de los deberes de la Humanidad

Ayer planteábamos un sencillo dilema: ¿estamos dispuestos a conformarnos disfrutando de las rentas de la naturaleza los próximos milenios? ¿O seguiremos dilapidando recursos, tan sólo unos

Ayer planteábamos un sencillo dilema: ¿estamos dispuestos a conformarnos disfrutando de las rentas de la naturaleza los próximos milenios? ¿O seguiremos dilapidando recursos, tan sólo unos pocos cientos de años más, hasta agotar el planeta? Hoy proponemos incómodas sugerencias, en plan solemne, eso sí, para digerirlas mejor.

Un dilema bien simple que se resuelve con unas sencillas recetas…

Algo así como una Declaración Universal de los deberes de la Humanidad (y derechos de la Naturaleza), que aquí promulgamos:

Primera: la humanidad disfrutará únicamente de las biorentas de la naturaleza, en vez de continuar derrochando el biocapital. Como consecuencia, la humanidad deberá legar, en cada generación, el mismo biocapital renovable que a su vez heredó. Para que todas las generaciones tengan las mismas oportunidades.

Segunda: la humanidad deberá ser capaz de mantener un nivel de vida digno para todos los habitantes con las rentas del biocapital considerado renovable. Para que desaparezcan las terribles desigualdades de hoy. Como la vuelta gradual a una agricultura que no necesite recursos finitos, fósiles o de cualquier otro tipo, para su funcionamiento, ni degrade hasta la extenuación la capa superficial de la tierra. O que no sobreexplote el agua dulce para permitir a acuíferos y ríos recuperarse en cada ciclo. Antes o después llegaremos a ello por necesidad. Mejor hacer una transición lenta y ordenada que no esperar a que la naturaleza se harte de nosotros, deje de tocar y descubramos que ya no hay silla en que sentarnos. Que nos imponga un brusco despertar que acabe con nuestro sueño inmortal de un crecimiento desbocado infinito. Como el impuesto a Zapatero por sus mayores hace unos días.

Tercera: la humanidad consumirá biocapital no renovable sólo en actividades de alto valor añadido social, que no siempre coincidirán con el económico, mientras no mejoremos el poco veraz sistema contable actual: ¿utilizar la gasolina del coche para ir a tomar una cerveza al bar o quizás mejor para que una ambulancia transporte un enfermo al hospital? ¿O preservarlo para poder seguir fabricando dentro de unos cientos de años ese valioso producto o material que la ciencia no será capaz de sustituir de forma masiva si agotamos el petróleo? Para dejar, por prudencia, unas reservas de recursos a nuestros descendientes, por si el futuro tecnológico no fuese tan brillante como lo queremos pintar y la nueva religión fuese incapaz de sacar las castañas del fuego.

Cuarta: la humanidad valorará y dejará constancia de aquel biocapital no renovable que inevitablemente consumió, razonando para la historia los motivos por los que lo hizo. Para que nuestros descendientes juzguen y aprendan de los errores de sus antepasados.

Quinta: la Humanidad publicará con toda solemnidad, año tras año, un Informe del estado del Planeta que cuantifique y justifique los progresos, o los retrocesos, alcanzados en la consecución de los objetivos aquí marcados. Para ello desarrollará un conjunto de herramientas homogéneas e indicadores de fácil comprensión, consensuadas por la comunidad internacional, que lo evalúen. Para que toda la población colabore y participe en los avances.

… y un poco de esfuerzo intelectual

Para conseguir alcanzar tan utópicos fines debemos ser capaces de integrar el biocapital en la noción de capital, las biorentas en la noción de renta. Incorporar a las formulaciones del pensamiento económico dominante, de momento único, ambos conceptos: sus postulados, implicaciones y contradicciones. De la misma manera que se necesita algo más que Mecánica Clásica para poder explicar el Big-Bang, el siglo XXI deberá ser capaz de transformar la arcaica y mecanicista teoría económica actual. Igual que la Teoría de la Relatividad y la Mecánica Cuántica revolucionaron el pasado siglo.

Elaborar un nuevo razonamiento económico que incluya los “biodesafíos”: todos los desafíos a los que la vida nos enfrenta. Que incorpore la variable tiempo y abandone esos nefastos dogmas, que siempre fueron caducos, acerca de la infalibilidad de la tecnología, la imposible sustitución infinita de unos recursos finitos o el falso incremento de productividad eterno. Valorando el “biolegado” presente en algo más que mezquinas unidades monetarias.

La elección es nuestra…

Si todo ello se consigue, la humanidad habrá por fin zarpado con destino a un futuro mejor. Será un paso de gigante hacia esa cosa tan manoseada, pero que pocos demuestran conocer, llamada sostenibilidad.

De momento, nuestro mundo rico no es más que un opulento e indolente vividor dispuesto a dilapidar la “bioherencia” en una fiesta continua, hasta que la música deje de sonar. Para que, los que vengan detrás, arreen.

La naturaleza no es más que una gran orquesta que cada día que pasa pierde, por nuestra culpa, algún solista. Para rematar la faena, los sistemas políticos actuales, por muy democráticos que sean, no son muy diferentes de esa corrupta Roma clientelar hace mucho tiempo convertida en polvo y ruinas. Con lo que no están muy preparados, ni parecen predispuestos, a encaminarnos por la senda de la supervivencia.

Unas preocupantes tendencias que solo una ciudadanía consciente, sabia e ilustrada puede modificar.

…con cambio o sin cambio climático

¿Y qué pinta el cambio climático, cualquiera que sea su origen, en todo esto? Tan sólo es un secundario de lujo, un factor de producción más, que lo único que ha hecho desde que apareció la vida inteligente, o lo que diantres sea, es incrementar o reducir las rentas producidas en cada momento por el biocapital disponible, haciendo más o menos llevadera la vida humana en la Tierra.

¿Piensa usted dejar en herencia algún capitalito a sus hijos o se lo va a fundir en farras y juergas? ¿Y un biocapitalito? ¿Preferirá que sea la propia naturaleza quien nos despierte de este nebuloso sueño cuando por fin detenga la música?

Ayer planteábamos un sencillo dilema: ¿estamos dispuestos a conformarnos disfrutando de las rentas de la naturaleza los próximos milenios? ¿O seguiremos dilapidando recursos, tan sólo unos pocos cientos de años más, hasta agotar el planeta? Hoy proponemos incómodas sugerencias, en plan solemne, eso sí, para digerirlas mejor.