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Horacio y la paradoja del Golfo de México
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Horacio y la paradoja del Golfo de México

Las catástrofes ecológicas y medioambientales incrementan la riqueza del país que las sufre, siempre y cuando se produzcan en algún lugar del mundo desarrollado donde la

Las catástrofes ecológicas y medioambientales incrementan la riqueza del país que las sufre, siempre y cuando se produzcan en algún lugar del mundo desarrollado donde la barra libre del gasto todavía pueda seguir manando.  

Desde el pasado 20 de abril, día que se produjo el fatal accidente de la plataforma Deepwater Horizon, la petrolera BP ha gastado más de 2.000 millones de dólares. Que serán muchos miles de millones más en los próximos meses y años. Ese dinero proviene de la caja de la empresa, la cual ha suspendido el dividendo. El coste de la limpieza lo acabarán soportando pensionistas e inversores británicos y de medio mundo. En efecto, BP es la típica acción que está en casi cualquier fondo de inversión o de pensiones conservador, con lo que cualquiera de nosotros puede estar, sin saberlo, contribuyendo a la financiación de las consecuencias del accidente.

Una lluvia de millones…

Dinero que se está destinando a pagar en la zona del desastre, la costa sudeste de los Estados Unidos, sueldos, equipos y trabajos, tanto para intentar arreglar el escape como para paliar sus consecuencias. Todos toman una cerveza después de un duro día de trabajo. Los hoteles se llenan con consultores, asesores, periodistas, conservacionistas de aves… Los suministradores de equipos se forran. Hay trabajos eventuales a mansalva. Y toda esta actividad adicional se contabiliza como un incremento del Producto Interior Bruto de los EEUU. Además, en este caso particular, produce una inesperada entrada de divisas. Krugman, ¿de qué se queja?

…ya que los desastres compensan…

En España, el bochornoso espectáculo del Prestige, el famoso “nunca mais”, se convirtió en “otro mais” cuando el maná se terminó. El accidente dejó en Galicia una lluvia de millones. Algunos ganaron más dinero que nunca. Llovieron las subvenciones y se creó empleo mientras duraron los trabajos de limpieza y regeneración.

Las catástrofes son rentables económicamente para un país rico, en teoría. Y lo suele registrar su Contabilidad Nacional en forma de incrementos del PIB. Cuando el accidente del Exxon Valdez en Alaska, en el año 1989, ya se constató este hecho.

… en teoría…

La realidad, sin embargo, es muy diferente. Si bien es cierto que el PIB de la región que sufre el desastre aumenta, suele venir seguido de una pérdida de rentas, a veces monetarias, a menudo no (lo que denominamos biorentas), si no provienen de una explotación comercial. Así, por ejemplo, aquellos pescadores que sufran una reducción de capturas los años siguientes debido a la muerte de peces producida por el siniestro, o del turismo por la misma causa, por ejemplo, se traducirá en una reducción de su PIB una vez los ingresos provenientes de los trabajos de recuperación se hayan agotado. Pero si esos recursos no se explotan, bien porque sean especies no comerciales, bien porque se haya producido una pérdida de biodiversidad sin efectos económicos, ninguna contabilidad lo tendrá en consideración.

…porque se contabiliza solo una parte…

Por otro lado, y volviendo al vertido de marras, la pérdida de crudo, que es biocapital no renovable, sí que será asimilado por los mercados financieros. Porque las reservas de BP disminuirán y Wall Street tendrá en cuenta este hecho (informes 20-F de la SEC), lo que se reflejará en el precio de sus acciones.

Disminución de reservas, capital al fin y al cabo, que no se reflejará en una reducción de los activos-país de EE.UU. Porque no se contabilizan. Es decir, los países, que registran el gasto y el consumo y lo consideran signo de una mayor riqueza, no contabilizan las pérdidas del activo terrestre que eso supone. Generalizando a toda la casuística económica que se les pueda ocurrir, la contabilidad de un país no considera la depreciación de activos (o bioactivos) que va sufriendo cada día que pasa con su capital (o biocapital) no renovable. Con lo que la ilusión de que un mayor consumo significa una mayor riqueza continúa. La tragedia del corto plazo sigue reinando.

Se oculta el corolario no deseado: cualquier gasto o consumo produce un aumento de entropía. Una destrucción de capital natural, en definitiva. Algo que nos empobrece, un poco más, cada día.

…y de esa forma nos engañamos a nosotros mismos.

Las pérdidas por depreciación de activos, si las hay, no se contabilizan mientras no se haya extraído el recurso o mineral y figure en el inventario. Antes de ese momento el activo no existe en libros, aunque pueda estar valorado.

Con lo que las decisiones se basan en información parcial e inadecuada. Y la deducción que de todo ello sacan los científicos laureados del gremio es que la única manera de salir de la crisis es mediante el fomento del consumo. Tan solo discrepan entre ellos, en función de algo tan poco científico como es su ideología, en la manera de hacerlo. Ninguno es capaz de ver más allá de sus narices.

Decía Horacio: “Damnosa quid non inminuit dies”, que significa: “el tiempo deprecia el valor del mundo (*). Y los humanos contribuimos a su aceleración.

La moraleja es que, aunque nos cueste reconocerlo, cada día que pasa se deprecia un poco más nuestro activo más valioso, llamado Tierra. Y mientras el planeta, los países que lo componen, sigan contabilizando únicamente el consumo, pero no la pérdida del capital natural que permite ese gasto; mientras no se rectifiquen las deficiencias contables que enmascaran y ocultan la realidad de la vida; mientras la contabilidad no refleje el proceso económico en su conjunto; mientras los eruditos de la economía no reconozcan que ésta no puede desarrollarse ni existir de espaldas a la naturaleza ni trabajen por integrarla; y mientras las contabilidades nacionales no incorporen los activos naturales que permiten la actividad económica y registren la depreciación que produce en ella, la ilusión de riqueza continuará. Y el estacazo contra el muro, cuando llegue, será mayor.

En definitiva, mientras no grabemos en nuestras mentes el milenario verso de Horacio. Parece que el poeta ya tenía el concepto de entropía en la cabeza y entendía el asunto mejor que hoy muchos. Desgraciadamente, dos mil años después, la mayoría de los “expertos” todavía no lo han comprendido.

(*) El párrafo completo de Horacio es como sigue: "Damnosa quid non inminuit dies?/aetas parentum, peior avis, tulit/nos nequiores, mox daturos/progeniem vitiosiorem" que significa: “¿Qué no degrada el pernicioso día? Nuestros padres, peores que nuestros abuelos, nos engendraron más depravados, y nosotros daremos una progenie aún más incapaz” (Odas. Libro 3, VI, 45-48). ¿Premonitorio? ¿Estaba Horacio pensando en la evolución actual de la educación y la naturaleza? ¿O tal vez solo en la de Roma?

Las catástrofes ecológicas y medioambientales incrementan la riqueza del país que las sufre, siempre y cuando se produzcan en algún lugar del mundo desarrollado donde la barra libre del gasto todavía pueda seguir manando.  

Desde el pasado 20 de abril, día que se produjo el fatal accidente de la plataforma Deepwater Horizon, la petrolera BP ha gastado más de 2.000 millones de dólares. Que serán muchos miles de millones más en los próximos meses y años. Ese dinero proviene de la caja de la empresa, la cual ha suspendido el dividendo. El coste de la limpieza lo acabarán soportando pensionistas e inversores británicos y de medio mundo. En efecto, BP es la típica acción que está en casi cualquier fondo de inversión o de pensiones conservador, con lo que cualquiera de nosotros puede estar, sin saberlo, contribuyendo a la financiación de las consecuencias del accidente.

Una lluvia de millones…

Dinero que se está destinando a pagar en la zona del desastre, la costa sudeste de los Estados Unidos, sueldos, equipos y trabajos, tanto para intentar arreglar el escape como para paliar sus consecuencias. Todos toman una cerveza después de un duro día de trabajo. Los hoteles se llenan con consultores, asesores, periodistas, conservacionistas de aves… Los suministradores de equipos se forran. Hay trabajos eventuales a mansalva. Y toda esta actividad adicional se contabiliza como un incremento del Producto Interior Bruto de los EEUU. Además, en este caso particular, produce una inesperada entrada de divisas. Krugman, ¿de qué se queja?

…ya que los desastres compensan…

En España, el bochornoso espectáculo del Prestige, el famoso “nunca mais”, se convirtió en “otro mais” cuando el maná se terminó. El accidente dejó en Galicia una lluvia de millones. Algunos ganaron más dinero que nunca. Llovieron las subvenciones y se creó empleo mientras duraron los trabajos de limpieza y regeneración.

Las catástrofes son rentables económicamente para un país rico, en teoría. Y lo suele registrar su Contabilidad Nacional en forma de incrementos del PIB. Cuando el accidente del Exxon Valdez en Alaska, en el año 1989, ya se constató este hecho.

… en teoría…

La realidad, sin embargo, es muy diferente. Si bien es cierto que el PIB de la región que sufre el desastre aumenta, suele venir seguido de una pérdida de rentas, a veces monetarias, a menudo no (lo que denominamos biorentas), si no provienen de una explotación comercial. Así, por ejemplo, aquellos pescadores que sufran una reducción de capturas los años siguientes debido a la muerte de peces producida por el siniestro, o del turismo por la misma causa, por ejemplo, se traducirá en una reducción de su PIB una vez los ingresos provenientes de los trabajos de recuperación se hayan agotado. Pero si esos recursos no se explotan, bien porque sean especies no comerciales, bien porque se haya producido una pérdida de biodiversidad sin efectos económicos, ninguna contabilidad lo tendrá en consideración.

…porque se contabiliza solo una parte…

Por otro lado, y volviendo al vertido de marras, la pérdida de crudo, que es biocapital no renovable, sí que será asimilado por los mercados financieros. Porque las reservas de BP disminuirán y Wall Street tendrá en cuenta este hecho (informes 20-F de la SEC), lo que se reflejará en el precio de sus acciones.

Disminución de reservas, capital al fin y al cabo, que no se reflejará en una reducción de los activos-país de EE.UU. Porque no se contabilizan. Es decir, los países, que registran el gasto y el consumo y lo consideran signo de una mayor riqueza, no contabilizan las pérdidas del activo terrestre que eso supone. Generalizando a toda la casuística económica que se les pueda ocurrir, la contabilidad de un país no considera la depreciación de activos (o bioactivos) que va sufriendo cada día que pasa con su capital (o biocapital) no renovable. Con lo que la ilusión de que un mayor consumo significa una mayor riqueza continúa. La tragedia del corto plazo sigue reinando.

Se oculta el corolario no deseado: cualquier gasto o consumo produce un aumento de entropía. Una destrucción de capital natural, en definitiva. Algo que nos empobrece, un poco más, cada día.

…y de esa forma nos engañamos a nosotros mismos.

Las pérdidas por depreciación de activos, si las hay, no se contabilizan mientras no se haya extraído el recurso o mineral y figure en el inventario. Antes de ese momento el activo no existe en libros, aunque pueda estar valorado.