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Política energética: vectores de desarrollo en España (I)
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Política energética: vectores de desarrollo en España (I)

Es el título de una interesante jornada que se celebró el pasado 24 de enero en el Instituto de la Ingeniería de España, en su preciosa

Es el título de una interesante jornada que se celebró el pasado 24 de enero en el Instituto de la Ingeniería de España, en su preciosa y venerable sede que tanta historia industrial ha visto pasar.

Intervinieron, como presidente de la mesa, D. Antonio Cuevas Delgado, presidente de la Comisión de Industria, Turismo y Comercio del Congreso de los Diputados el cual no parecía un político al uso, de esos que estamos acostumbrados a padecer, a causa de su saber hacer y la honestidad de sus comentarios. Junto a él D. Manuel Acero, presidente de la institución anfitriona y D. Carlos Javier Alía, presidente de su comité de Gestión Empresarial. Actuaron como ponentes D. Luis Atienza, presidente de Red Eléctrica de España, D. Antonio Peris, presidente de Sedigas, D. José Bogas, director general de Endesa y D. Dominique de Riberolles, consejero delegado de Cepsa.

Expuso cada ponente, cada loco con su tema como dice la canción de Serrat, los retos y desafíos a los que se enfrenta su subsector. Para luego contestar a las preguntas del público, buenos profesionales todos, con lo que las respuestas huecas o vacuas no podían tener lugar. Y de eso nos vamos a aprovechar.

Estos son los argumentos que considero más importantes de las intervenciones, con algunos comentarios míos entremezclados.

Eficiencia y ahorro energético

Prácticamente todos los ponentes, junto con el presidente de la mesa, hicieron hincapié en que el futuro pasa por la eficiencia y el ahorro energético. Es la asignatura pendiente de todo el mundo desarrollado en general y de España en particular. La industria está obligada a ofrecer lo que la sociedad demanda de la manera más barata y eficiente posible, incluyendo sus propios procesos. Pero es la sociedad y los individuos los encargados de utilizar la energía juiciosamente, cosa que en buena medida hoy no ocurre.

En un mundo donde los recursos son finitos, el combustible fósil mejor utilizado es aquel que no se quema inútilmente; y las emisiones o la contaminación mas ecológicas, aquellas que no se producen. Y esta aseveración no tiene por qué ir en contra de un mejor desarrollo económico y menos contra la industria. Todo lo contrario. Debería ser el origen de innovaciones futuras y mayor racionalidad energética en todos los países.

España importa la mayoría de la energía que consume, con las divisas que eso supone. Cada unidad de ahorro conseguido es riqueza que se queda dentro del país y dinero que se puede dedicar a otros menesteres. Y en este asunto nadie en los países ricos, y no solo en ellos, puede estar satisfecho. Queda casi todo por hacer.

Legislación y nuevas tecnologías

La legislación energética española, sobre todo la referente al sector eléctrico, se ha convertido en un batiburrillo incoherente y demencial que ha hecho mucho daño a la industria, los consumidores y al bolsillo de todos. Porque cada vez que se hace algún retoque para mejorar algún asunto o para fomentar un sector, llueven cascotes y aldabonazos por doquier que dejan maltrechos y malheridos al resto. Las consecuencias las conocemos todos: primas exageradas, el absurdo e inconmensurable déficit de tarifa, inversiones poco eficientes, el futuro hipotecado,… y todos cabreados.

Así, por ejemplo, se mencionó como se pretendió promover unos 300 MW fotovoltaicos con el fin de fomentar la maduración de la industria solar y mostrar al mundo lo verdes y ecológicos que éramos. Y hemos acabamos con más de 3.000 MW con un despliegue como mínimo cuestionable, por no decir absurdo, al construir grandes centrales a precios prohibitivos debido a la burbuja terráquea de demanda que generamos. Mediante instalaciones alejadas de los centros de consumo, con las pérdidas y otros problemas que esto supone, cuando se pudieron establecer modelos, se mencionó el alemán, que están teniendo mucho éxito a pesar de la escasez relativa de intensidad solar allí. Sistemas que fomenten juiciosamente la generación distribuida y benefician a todos, potenciando la industria local, en vez de solo a unos pocos, banqueros y especuladores por medio emponzoñando todo, para variar.

Porque una cosa es estar a la vanguardia de las necesarias energías renovables y demás nuevas tecnologías energéticas y otra, muy diferente, dedicarnos a hacer el primo, como lo hemos hecho a menudo y con ostentación durante el pasado decenio, pagando innecesariamente un pato que nos está costando un dinero del que no disponemos.

Cada nueva industria necesita un período de maduración técnica diferente. Pretender forzarlo a base de bemoles y talonario, de legislación incoherente o falta de sensatez, como hemos hecho en algunos casos como el solar fotovoltaico, conduce a la situación en costes a la que hoy nos enfrentamos. Se trata de fomentar las nuevas tecnologías, a la vez que se desarrolla una industria nacional y europea exportadora alrededor de ella, capaz de competir en los mercados internacionales y de crear riqueza. Y eso no lo hemos hecho nada bien en el sector solar.

La red eléctrica

La generación eléctrica ha cambiado radicalmente en España en los últimos diez años, con la incorporación de la energía eólica y del gas, junto con la cogeneración. Las dos primeras son energías complementarias porque la flexibilidad de las centrales de ciclo combinado permite compensar inmediatamente los caprichos del viento o la estacionalidad diaria del Sol. De esta manera el suministro eléctrico está asegurado, a pesar del desafío tecnológico que esto supone, las ineficiencias que llevan aparejadas su operación condicionada, o su mayor coste de mantenimiento, al no poder trabajar los grupos de manera continua y estable.

La Península Ibérica, todo un reto debido a su singularidad geográfica, es casi una isla eléctrica y energética. Y el estar mínimamente conectada a la red continental europea, que poco a poco se va mejorando, supone dificultades añadidas que en España hemos resuelto de manera brillante. Porque cuando los problemas acucian y es necesario hacer de la necesidad virtud, no hay más remedio que innovar y hacer las cosas mejor que los demás. Y eso lo hemos realizado con nota. Explicaremos como está siendo esto posible.

Se hizo hincapié en la bondad de aumentar las interconexiones con Francia. En la necesidad de reducir la relación entre la potencia suministrada entre la demanda pico y la demanda valle, que es hoy de alrededor 1,8, cuando en Francia, por ejemplo, es de 1,3. Relación que supone reducir la eficiencia de la red respecto del óptimo deseable. El coche eléctrico, fomentado con sensatez y racionalidad y sin demagógicas alharacas, podría ayudar en estos menesteres; porque su carga nocturna evitaría tener que desconectar molinos eólicos en momentos de mayor viento, que muy a menudo es por la noche, por ejemplo. Y de esta manera poder mejorar la implantación de las energías renovables impredecibles.

El objetivo es optimizar las inversiones de manera que permitan mantener un suministro de calidad, lo más barato posible. Porque la capacidad de generación y las redes eléctricas tienen que estar dimensionadas obligatoriamente para cubrir la demanda en cualquier momento. Y la falta de un consumo equilibrado encarece la factura global debido a que las redes están a menudo ociosas.

Continuaremos el próximo día con el petróleo, el gas, la energía nuclear y otras menudencias futuribles.

Es el título de una interesante jornada que se celebró el pasado 24 de enero en el Instituto de la Ingeniería de España, en su preciosa y venerable sede que tanta historia industrial ha visto pasar.

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