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Principios de economía general para torpes (I)
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Principios de economía general para torpes (I)

No tenemos más remedio que rehacer el paradigma. Una vuelta a los orígenes de la de momento simple y miope ciencia económica dominante. Para ir construyendo

No tenemos más remedio que rehacer el paradigma. Una vuelta a los orígenes de la de momento simple y miope ciencia económica dominante. Para ir construyendo unos cimientos algo más racionales que los que sustentan nuestro desgraciado devenir actual, y posiblemente futuro, si no los apuntalamos. Una economía basada en la realidad física y biológica, y no en unos supuestos irreales y fantásticos que no son de este mundo. Nos dedicaremos a ello a trompicones. Aunque sea predicar en el desierto y tengamos que encajar alguna que otra coz digital, que no erudita.

Para ello comenzaremos refiriéndonos a la definición de economía realizada en el clásico controvertido La economía en una lección, de Henry Hazzlit: “el arte de la Economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores”.

No estoy seguro que el autor incluyera la dimensión temporal y los efectos de las acciones y políticas actuales en las generaciones futuras, o en el entorno que nos da la vida. Por si acaso, yo insisto en ello. Pretendemos únicamente estudiar para poder percibir el más allá, tal como él reclama, a través de modelos que aspiran a convertirse en universales, o al menos de aplicación sustancialmente más general, que los actuales.

Hipótesis fundamentales

1. La disponibilidad de recursos en la Tierra es limitada. Con lo que su sustitución perenne por obra y gracia de la tecnología, dogma de cariz religioso predicado por la economía neoclásica para justificar un inviable crecimiento económico eterno, no es posible.

2. La energía del Sol es el único flujo ilimitado del que disponemos.

3. La capacidad del planeta y por lo tanto del ser humano de absorber la contaminación producida por la actividad económica no es infinita, a nuestra reducida escala temporal, tal y como hemos expuesto en multitud de artículos, para hartazgo de algunos. El tiempo acabará arreglando todo otra vez, a pesar y a costa nuestra. Pero nosotros no dispondremos de él, y será demasiado tarde, si no comenzamos a actuar cuanto antes de manera decidida.

Son afirmaciones que marcarán la fecha de caducidad y provocarán la obsolescencia de la economía neoclásica como rama dominante de la economía. Cuando la escasez de recursos o la penuria energética se vuelvan endémicos. O cuando la contaminación y los residuos de todo tipo se vuelvan inmanejables e insoportables a escala temporal humana, con permiso de las emisiones y del cambio climático, cualquiera que sea su origen. Generando unos costes económicos y humanos hoy difíciles de evaluar, y mañana imposibles de asumir. ¿En apenas una centuria?

A partir de ese momento tal disciplina será considerada, de manera benevolente, como la rama simplificada de la economía que se dedica al estudio del corto plazo y la construcción de precios según criterios marginalistas y supuestos mecanicistas reversibles; en un entorno idílico de recursos infinitos; y que considera no relevante la variable tiempo y mucho menos la contaminación o los residuos producidos. Como de alguna manera la mecánica de Newton no deja de ser una mera simplificación, aunque muy útil, de la teoría de la Relatividad de Einstein, válida únicamente para velocidades muy reducidas y alejadas de la velocidad de la luz.

Teorías simples, pues, comparadas con la grandeza y complejidad del pensamiento económico venidero. Que necesariamente se convertirá en algo más parecido a ingeniería económica, por las múltiples disciplinas que englobará y por su ansiado entronque con la realidad, que a simple intercambio monetario inhumano, pesetero e instantáneo.

Tema aparte lo constituyen las equivocadas tasas de descuento utilizadas en la actualidad, que infravaloran de manera escandalosa y suicida las consecuencias futuras de la actividad económica presente.

Los siete elementos primarios de la economía

De acuerdo con las hipótesis anteriores, cualquier transacción económica, y por lo tanto el proceso económico en sí, necesita de, al menos, los siguientes elementos primarios:

1. El ser humano. Nosotros. Actores principales y beneficiarios de la actividad económica. Mezquinos e irracionales mortales, a la vez que homo sapiens inteligentes e innovadores. Tiene un triple papel protagonista: como beneficiario del sistema económico; como factor de producción en forma de horas-hombre, más o menos productivas y cualificadas; y como generador de conocimiento y sabiduría. Lo denominamos L, de laborar.

2. Su actividad que, valorada mediante mecanismos monetarios, genera de una manera progresiva y creciente capital económico, K. Susceptible de fabricar, junto con el resto de elementos que vamos a definir, productos y servicios en teoría más eficientes cuanto mayor capital incorporemos, creando riqueza adicional (la práctica es totalmente diferente y a menudo opuesta). En la prehistoria más lejana su valor era cero, para haber ido aumentando desde entonces.

3. La tecnología, A. Factor etéreo y difícilmente cuantificable, fruto del conocimiento, que puede legarnos obras grandiosas. O castigarnos con su furia destructora si lo utilizamos de manera inconsciente y descontrolada, o lo empleamos para hacer el mal.

4. El resto de criaturas no racionales del planeta, bien sean animales o vegetales, que permiten nuestra subsistencia y prosperidad. Incluiría la tierra, pero no en el sentido ricardiano, ya que esta puede degradarse o desaparecer. A menudo las huertas más productivas que antaño rodeaban las ciudades, como nos lo ha demostrado la orgía ladrillera reciente. Lo denominamos biodiversidad, B.

5. Los materiales y minerales inanimados almacenados en la corteza terrestre. Llamémosles recursos, R.

6. La energía utilizada, bien sea de origen finito (las energías fósiles) o infinito a escala temporal humana, a través, directa o indirectamente, del flujo solar (como la energía eólica o la biomasa), o de las entrañas del planeta (la energía geotérmica). Lo denominamos E.

7. La contaminación producida por la actividad económica, incluidos residuos y emisiones. Lo denominaremos C. Ya que, según el segundo principio de la Termodinámica, siempre se producen en diferentes cantidades, por pequeñas que sean. Habitualmente, una parte de los desechos se pueden reciclar y vuelven así a incorporarse al proceso económico a cambio de gasto energético, recursos y contaminación adicional.

Acabamos hoy huérfanos de conclusiones. No se apuren, continuará.

No tenemos más remedio que rehacer el paradigma. Una vuelta a los orígenes de la de momento simple y miope ciencia económica dominante. Para ir construyendo unos cimientos algo más racionales que los que sustentan nuestro desgraciado devenir actual, y posiblemente futuro, si no los apuntalamos. Una economía basada en la realidad física y biológica, y no en unos supuestos irreales y fantásticos que no son de este mundo. Nos dedicaremos a ello a trompicones. Aunque sea predicar en el desierto y tengamos que encajar alguna que otra coz digital, que no erudita.