Es noticia
Fukushima no era tan segura como presumían sus propietarios
  1. Economía
  2. Apuntes de Enerconomía
José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

Por

Fukushima no era tan segura como presumían sus propietarios

Se ha detectado una grieta de unos veinte centímetros en el lateral de hormigón de un pozo localizado en los cimientos del reactor número dos. Se

Se ha detectado una grieta de unos veinte centímetros en el lateral de hormigón de un pozo localizado en los cimientos del reactor número dos. Se ha inyectado hormigón para taponar el agujero. De manera infructuosa. Ya que el agua sigue manando. Se va a repetir la operación. Esta vez con polímeros. No conocemos de momento el resultado. Parece, pues, que la obra civil empieza a fallar. O que tiene errores de diseño, no suficientemente reforzado en lugares críticos, que están produciendo fallos estructurales, permitiendo que la radiación se filtre al exterior.

El agua de refrigeración está en contacto con la materia radiactiva, cosa que por otra parte ya sabíamos. Y está desembocando en el océano. La novedad reside en que, tal y como nos temíamos, las filtraciones ocurren a causa de fallos y grietas de los fondos de la central, y no fruto del derrame del exceso de agua de refrigeración hacia el exterior de la instalación.

Fukushima 2 se ha desfondado

La diferencia es notable. Porque en el caso de hacerlo únicamente el agua sobrante no contenida en los límites del recinto, su flujo se podrá detener rápidamente. Y los daños serán más limitados. Pero si es debido a filtraciones porque se agrietan pozos, recovecos o los mismos cimientos de la central, y mientras los boquetes no se detecten y taponen, la radiactividad se filtrará hacia la capa freática. Y se extenderá por debajo de la tierra según los designios de la geología, contaminando no solo amplias extensiones de tierra, sino alcanzando la mar no necesariamente cerca o en los aledaños de la central. Porque en función de la composición y calidad del terreno que alberga cada instalación, la materia radiactiva, más o menos concentrada, podría ser arrastrada o diluida a lo largo de grandes distancias o esparcida por amplias superficies. Y la cercanía al mar no augura nada bueno. Puede incluso que algunos de estos percances, si se filtran directamente al subsuelo por debajo de la zona contaminada, no se localicen hasta que ya sea demasiado tarde, por la dificultad de acceder e inspeccionar en las condiciones actuales.

Por otro lado, desconocemos como está siendo causada esa radiactividad. Dependiendo de la viscosidad y el estado de la amalgama de combustible nuclear previsiblemente fusionado, al menos parcialmente, el agua diluirá o absorberá una cantidad limitada de radiactividad, por muy importante que esta sea. O, lo que podría ser más nocivo, arrastrar por debajo de la tierra todo o una parte de la materia radiactiva fusionada. Con lo que sus consecuencias serían mucho más malignas. Porque, como ya dijimos anteriormente, pasaríamos de tener un problema concentrado, aunque terrible, a un problema crecientemente disperso y por lo tanto infinitamente más complicado de volver a confinar. Y en mayores dosis. Una auténtica bomba de relojería de efectos retardados.

En el primer caso, la contaminación radiactiva se acabaría diluyendo en el agua. Y, antes o después, ese inmenso basurero acuático en que hemos convertido los océanos, que algún día claudicará, realizaría poco a poco su labor recicladora natural, esperemos que con limitadas consecuencias para la flora y fauna marina, y de rebote, a nosotros.

En el segundo, si el presunto chapapote nuclear se acaba desparramando por debajo de la central arrastrado por corrientes subterráneas de agua u otros fenómenos geológicos, y posteriormente por el mar, las consecuencias podrían ser mucho más graves. Al ingerir previsiblemente los animales marinos un sopicaldo radiactivo que acabaría trastornando la cadena trófica y, antes o después, nuestros alimentos. O al acabar filtrándose indiscriminadamente a los terrenos de cultivos circundantes o no tan cercanos.

¿Serán tan graves las consecuencias? No lo sabemos. Es labor de las autoridades informar y tranquilizar, si eso es posible, mediante la difusión de las medidas en marcha. Cosa que por otra parte se sigue sin hacer, salvo la publicación de perogrulladas indignas de tan avanzada nación.

Alta tecnología informática aplicada a la resolución de catástrofes

Por ejemplo, me imagino que a estas alturas, y dentro de los existentes planes de contingencias mencionados en un post anterior, habrá simulaciones disponibles para cada central, adaptadas a su particular diseño, casuística y geología, que serán capaces de prever el curso de potenciales derrames radiactivos. Y de cómo previsiblemente se expandirán por debajo del subsuelo de cada central en caso de accidente. Que tales simulaciones tendrán previstas diferentes situaciones catastróficas tipo. Que para ello habrá gráficos o funciones definidas acerca de la viscosidad y fluidez del combustible dañado a lo largo del tiempo y para cada temperatura, concentración o grado de fusión de la materia radiactiva descontrolada. De su comportamiento, dilución o arrastre, en contacto directo con el agua, en caso de grietas, roturas o fusión total o parcial del núcleo del reactor. Simulaciones, en definitiva, capaces de prever la expansión por el subsuelo del chapapote radiactivo en función de las características físico-químicas y de las averías tipo modelizadas para cada reactor.

Y, si no existe esa labor previa, estoy seguro que en estos momentos están corriendo en los mayores supercomputadores del mundo, con los datos ya disponibles y con la ayuda de sofisticados programas de ordenador que ayuden a simular, con todos los imponderables que esto supone, el comportamiento de fluidos en entornos definidos. Supongo que alguno habrá especializado en derrames radiactivos subterráneos que pueda valorar de alguna manera su alcance y peligrosidad. Para poder tomar de esta manera las decisiones más adecuadas en función de las fallas de la central, rápida y eficientemente según se vayan desarrollando los acontecimientos.

¿Existen tales medidas u otras de suficiente relevancia? ¿Están en marcha los mecanismos definitivos de neutralización del flujo radiactivo, bien sea al mar o a la atmósfera? A estas alturas, el pueblo japonés está preparado para escuchar la cruda realidad, por dura que esta sea. Y todo el mundo, incluyendo los mercados, necesita información más precisa acerca del alcance del drama y las medidas que se están tomando, para solucionar definitivamente la catástrofe. Más allá de arrastrarse compañía y autoridades al rebufo de los acontecimientos. Los esforzados japoneses se merecen algo mejor que unos pésimos gobernantes. Algo por fin nos hermana.

¿Y en España? Seguro que las centrales nucleares españolas disponen de modernas herramientas de prevención adaptadas al diseño y geología de cada planta, con lo que no tenemos motivos de preocupación. ¿Incluyendo Cofrentes?

Como medida pedagógica y edificante, sería labor del afamado Consejo de Seguridad Nuclear informar a los ciudadanos acerca de las medidas previstas, en caso de siniestro, en cada una de las centrales nucleares españolas.

Se ha detectado una grieta de unos veinte centímetros en el lateral de hormigón de un pozo localizado en los cimientos del reactor número dos. Se ha inyectado hormigón para taponar el agujero. De manera infructuosa. Ya que el agua sigue manando. Se va a repetir la operación. Esta vez con polímeros. No conocemos de momento el resultado. Parece, pues, que la obra civil empieza a fallar. O que tiene errores de diseño, no suficientemente reforzado en lugares críticos, que están produciendo fallos estructurales, permitiendo que la radiación se filtre al exterior.