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Las seis etapas de la Humanidad
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Las seis etapas de la Humanidad

El otro día apareció un vocablo nuevo en nuestro discurso, del verbo atemperar. Lo apellidábamos creativo, por la cuenta que nos va a traer. Entre hoy

El otro día apareció un vocablo nuevo en nuestro discurso, del verbo atemperar. Lo apellidábamos creativo, por la cuenta que nos va a traer. Entre hoy y mañana lo pondremos en contexto. Tendremos tiempo más tarde de desarrollar concepto tan molesto. Aficionados como somos a estructurarlo todo, los historiadores se han preocupado siempre en clasificar el pasado hábilmente mediante edades, etapas, fases o ciclos. Desgraciadamente, no se ha hecho lo mismo de una manera sistemática referido al futuro. O más bien de ninguna. Es más complicado hacerlo porque todavía no ha sucedido. Pero, antes o después, habrá que intentarlo. 

El hombre, desde que lo es y dice que piensa, se ha hecho de manera reiterada las mismas tres preguntas incómodas e inconvenientes: ¿quiénes somos? ¿de donde venimos? ¿hacia donde nos dirigimos? Las religiones nacieron, entre otras razones, para ayudarnos a contestar tales dilemas. La última de las tres cuestiones, empero, solo ha tenido hasta el momento respuestas fantásticas o sobrenaturales. Habría que dar un paso más e intentar responder a tales interrogantes desde un punto de vista racional a la vista del entorno y la naturaleza que nos envuelve, de lo que tenemos ahora y de lo que dispondremos en el futuro. 

Hasta no hace mucho eso no era posible porque nuestros conocimientos eran muy limitados, con lo que acabábamos apelando a la sufrida divinidad de turno. Lo siguen siendo, pero ya va siendo hora de que hagamos un esfuerzo si queremos seguir formando parte de la lista de especies racionales, aunque se componga de un único y casquivano integrante. Son cuestiones que a muchos les gustaría no tener que abordar. Pero somos humanos y nos diferenciamos del resto en que nos apasiona meternos en berenjenales y líos metafísicos. Por eso propongo las siguientes fases que muestran el ciclo de vida del hombre tal y como lo conocemos. Tres etapas que constituyen el pasado y otras tres que apuntarán el futuro ¿previsible? 

Nacimiento e infancia 

Es la etapa inicial que alumbró al hombre. Desde que Lucy hizo las primeras carantoñas hasta el comienzo del neolítico. Coincide con la prehistoria. En ella el ser humano hacía sus primeros pinitos como ser inteligente. Hazaña que le llevó unos pocos millones de años de apasionante evolución jalonada de tropiezos y retrocesos momentáneos en que no estábamos solos, como atestiguan los difuntos primos neandertales. 

Desarrollo filosófico 

Podemos dejar a antropólogos e historiadores la datación precisa de su comienzo. En una época difusa, hace unos 10.000 años, cuando se inauguró el neolítico: nació la agricultura y la ganadería, las religiones, la ciudad y las sociedades complejas, y la escritura

Hasta alcanzar la edad de bronce y posteriormente la del hierro, hará la friolera de tres mil años bien cumplidos. Despegó el comercio y eso hizo alumbrar civilizaciones e imperios, esparciendo ideas y conocimientos. Nació la filosofía y el pensamiento, considerando a los filósofos griegos nuestros padres intelectuales. A los que se han unido desde entonces multitud de corrientes y escuelas filosóficas y políticas hasta el devenir actual. Con algunas excepciones nefastas que produjeron mares de lágrimas y ríos de sangre durante el siglo XX y alguno más. O retrocesos como los causados por los retrógrados aldeanismos nacionalistas patrios actuales y otros fundamentalismos, cuyo fanatismo seguimos padeciendo. Sin embargo, mirando con la perspectiva suficiente y salvo los borrones en la evolución como los mencionados, los resultados han sido satisfactorios a pesar de los nubarrones avistados y los desencuentros producidos

Desarrollo tecnológico 

Comienza con la Revolución Industrial, a mediados del siglo XVIII. Coincide con el de la edad fósil. Ya que los impresionantes avances se han conseguido gracias a la disponibilidad de energía ilimitada a bajo precio agujereando el suelo: al carbón, el petróleo y el gas. Durante el siglo XIX se sigue desarrollando la filosofía: Schopenhauer, Nietzsche y alguno más junto con otros muchos de menor enjundia. El final de una fase y el comienzo de la siguiente no tiene por qué ser abrupta y pueden solaparse. La etapa comenzó de manera esperanzadora. Descartes y la razón, la Ilustración y los beneficios de la maquinización y el progreso parecían triunfos permanentes. Sin embargo, en el apogeo de esta fase, ahora, la filosofía no es más que un recuerdo mantenido vivo con arduo trabajo por parte unos pocos especialistas

Para el vulgo y los gobernantes el pensamiento, sea económico o no, ha muerto o ha quedado anquilosado e inútil. Ha sido el precio a pagar por tanto avance en otros campos. A cambio, reina la tecnología. Un alivio. O eso creemos.Es el principio del fin de una época: la nuestra. Donde elites y población adoran un nuevo dios. Se llama mercado y es inconmensurable. Todo lo abarca, lo puede y lo domina. Está representado por una mano invisible, antaño inmaculada, que se ha teñido de negro. No es cosa nueva. 

El mercado ha existido siempre. Es la degeneración del una vez noble arte del trueque y del comercio. Que ha sido elevado al panteón de los dioses profanos con la ayuda de la tecnología y puesto al servicio de unos pocos privilegiados con el fin tener bajo control al resto de los ciudadanos. Adoradores ciegos e insensibles que no se percatan de nada mientras adoran al becerro de oro posmoderno, llamado esta vez consumo, como ha sido siempre con casi todas las religiones y creencias. No es que el mercado sea algo malo en sí mismo. Todo lo contrario. Nos ha permitido llegar hasta aquí y alcanzar el bienestar actual. Pero su divinización inadecuada y extemporánea, incluso entre los llamados expertos, está llevando a esta sociedad nuestra al límite de sus posibilidades antes de tiempo.Porque, aparte de conflictos humanos, está provocando, como tantas veces hemos narrado, el agotamiento acelerado de los recursos de la Tierra, la pérdida de biodiversidad, la contaminación cada día más inquietante y la aceleración del cambio climático, entre otras muchas catástrofes previsibles. 

Matando de hambre y de guerras, que nos negamos a reconocer, a muchas gentes en lugares ignotos u olvidados. Hemos descrito las tres etapas que constituyen el pasado. Mañana esbozaremos el insondable futuro mediante otras tres.

El otro día apareció un vocablo nuevo en nuestro discurso, del verbo atemperar. Lo apellidábamos creativo, por la cuenta que nos va a traer. Entre hoy y mañana lo pondremos en contexto. Tendremos tiempo más tarde de desarrollar concepto tan molesto. Aficionados como somos a estructurarlo todo, los historiadores se han preocupado siempre en clasificar el pasado hábilmente mediante edades, etapas, fases o ciclos. Desgraciadamente, no se ha hecho lo mismo de una manera sistemática referido al futuro. O más bien de ninguna. Es más complicado hacerlo porque todavía no ha sucedido. Pero, antes o después, habrá que intentarlo.