Apuntes de Enerconomía
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La (mala) educación PISA fuerte
Inauguró la LOGSE la masacre educativa. Comenzó por abajo en el parvulario, siguió con las primeras letras, el colegio se perpetró, el bachiller se minimizó
Inauguró la LOGSE la masacre educativa. Comenzó por abajo en el parvulario, siguió con las primeras letras, el colegio se perpetró, el bachiller se minimizó. La formación profesional nunca existió. El desastre lo culminó Bolonia con la universidad: la convirtió en fábrica de parados con grados y másteres al peso, en cadena de montaje de demasiados analfabetos funcionales que sólo saben consumir sin apenas discernir, un envoltorio posmoderno que oculta carencias ancestrales a base de evaluación continua.
Con ordenador de última generación todos, eso sí, que el dinero a crédito lo arregla todo. Con título enmarcado los más, con profundidad los menos, con elevación los pocos que de manera milagrosa consiguieron salir formados a pesar del sistema. El ordenador no es más que una herramienta, un lápiz magnífico capaz de suplementar los conocimientos del buen alumno o de adocenar a aquel que piensa que apretando un botón le va a llegar la iluminación.
Este país produce de vez en cuando auténticos genios, unos pocos ciudadanos capaces y honrados y, el resto, mediocres asilvestrados que, curiosamente, han sido los que tradicionalmente han mandado en España. Que cada uno se califique a sí mismo si es capaz.
Los ordenadores jamás sustituirán al cerebro, excepto para aquellos que no lo tienen. Las decisiones finales serán siempre humanas: los programas informáticos están elaborados por humanos, sus árboles de decisión alguien los ha programado
A pesar de todo, la historia española ha sido gloriosa durante algún entreacto, no porque se hayan hecho necesariamente bien las cosas, sino porque se hicieron cosas bien. El idioma español es una de ellas. Sus contribuciones en tantos otros campos también, en las letras y las artes, pero igualmente en las ciencias. Olvidamos que España enseñó a navegar al Mundo. Un enigma tras otro que dudo algún día la ciencia resuelva, vistos los antecedentes presentes.
Darle a la tecla es fácil. Otra cosa es enterarse. Lo saben los buenos profesores, algunos padres desesperados, los alumnos conscientes, aquellos que se frustran con la idiocia del sistema, que no incluyen a los ideólogos y los iletrados: estos no se enteran de que la cosa no funciona, sean del partido que sean. Y menos a los 'profesionales'de la enseñanza que en su vida han enseñado nada, que continúan perpetrando la escabechina educativa que sigue hundiendo en el paro a Occidente, no sólo a España, al haber abandonado su sabiduría ancestral que comenzó durante la Grecia Clásica.
La enseñanza no es una cuestión de modas pedagógicas. No debería serlo. Las nuevas tecnologías no son más que meras herramientas que jamás sustituirán el discernimiento humano. Este es fruto de la historia, las buenas tradiciones, de cinco mil años de civilización que pretendemos tirar a la basura porque hemos sustituido la filosofía etérea y sublime, la historia de verdad, por el pensamiento binario proporcionado por maquinitas amaestradas con sólo dos pedales: cero o uno.
Este es el primer obstáculo para sanar al enfermo: confundir el fin con los medios, la sabiduría como objetivo en sí mismo con las tecnologías que apenas son guardianas de ella, en ningún caso garantes de ningún conocimiento ni enseñanza. Los ordenadores jamás sustituirán al cerebro, excepto para aquellos que no lo tienen. Las decisiones finales serán siempre humanas: los programas informáticos están elaborados por humanos, sus árboles de decisión alguien los ha programado. La inteligencia artificial, como quimera, no está mal. Si ni siquiera sabemos cómo funciona la economía, mucho me temo que tampoco seremos capaces de fabricar burda inteligencia pacata.
Confundimos enseñar y formar con alimentar la cadena humana de producción que permita consumir más hasta que este planeta se dé por caducado. La enseñanza debería consistir en proporcionar herramientas para la vida, enseñar a aprender, a discernir, a criticar, a respetar este planeta, a gozar de él en vez de degradarlo.
Seguimos sin darnos por enterados. Mientras todos y cada uno de los partidos políticos españoles no incluyan en el primer epígrafe de su programa electoral, en letras mayúsculas para que sus líderes ineducados lo lean, una reforma integral de la educación en España por CONSENSO, mientras no se elabore una ley destinada a perdurar al menos cincuenta años, este país seguirá cayendo en la ignominia, como casi todo Occidente.
Mientras todos y cada uno de los partidos políticos españoles no incluyan en el primer epígrafe de su programa electoral, en letras mayúsculas para que sus líderes ineducados lo lean, una reforma integral de la educación en España por consenso
Para ello habrá que mandar a hacer puñetas, que dudo que sepan lo que son, jubilar, enviar a casa a todos aquellos pedagogos malditos, políticos analfabetos, cerriles ideólogos de la ignorancia y padres y ciudadanos empeñados en terminar de infantilizar a sus hijos y a esta sociedad.
Y proporcionar en su lugar una ilusión por la cultura que permita, si no hacer cosas excelsas a lo largo de la vida de cada uno, al menos llevar una vida de ciudadano digna, comprometida, consciente, todo lo feliz que se pueda, en vez de seguir formando consumidores inconscientes, acríticos, marginalizando la mente de manera que su título les permita consumir más sin tener en cuenta las consecuencias, en vez de pretender vivir mejor produciendo con sosiego y honestidad.
El problema del sistema de enseñanza actual está en sus fundamentos. O su falta de ellos. Está programado únicamente para alimentar un sistema económico y productivo con fecha de caducidad. Ni siquiera lo ha conseguido, lo estamos padeciendo.
La literatura, la oratoria, la filosofía, la música, las matemáticas y cualquier otra ciencia o arte, o bien se esconden o se enseñan con el fin último de alimentar un sistema productivo acrítico y sin control. Hemos sublimado la universidad Power Point, cuatro pinceladas de todo sin ninguna profundidad que producen supuestos expertos de papel.
Los fundamentos profundos de nada apenas se enseñan. No son divertidos. La regla número uno de la pedagogía moderna es que hay que enseñar sin aburrir, sin provocar esfuerzo en el alumno, cercenando la crítica y la iniciativa, imponiendo el pensamiento único, lo políticamente correcto del momento, sin exigir compromiso ni trabajo personal duro.
Garantizando un título al que no valga para nada porque tal acción simple alumbrará saber y conocimiento, mejorará las ratios. Han pretendido los 'innovadores'educativos inventar la pólvora: formar sin esfuerzo. No nos quejemos pues de que tales 'ciudadanos'adoren la telebasura y la realidad virtual, es decir, levitar en el limbo más cochambroso y contaminante.
La buena educación consiste en enseñar a aprender, a proporcionar pautas que permitan discernir, a espolear el deseo continuo de asimilar nuevas facetas, asuntos, disciplinas, de investigar en el más elevado sentido de la palabra, de sembrar el intelecto. No con el fin de depredar y ganar mucho dinero, sino de alimentar el ansia de conocimiento y una vida cabal.
Un sistema de enseñanza triunfará cuando los egresados salgan con la conciencia de que un título es el eslabón inicial del saber, ni siquiera un paso intermedio. Nunca un fin que proporcionará un puesto de trabajo
Un sistema de enseñanza triunfará cuando los egresados salgan con la conciencia de que un título es el eslabón inicial del saber, ni siquiera un paso intermedio. Nunca un fin que proporcionará un puesto de trabajo, sino un medio que permitirá ser útil a la sociedad, a sí mismo y, de paso ganar algunos dineros con ello. Sin unos cimientos profundos que inculquen las disciplinas de toda la vida, hoy consideradas arcaicas, no habrá discernimiento que valga.
Los profesores de Lengua se quejan, los de Literatura también. Los de Matemáticas, Biología, Física, Química… ¿quién no? El latín ya ni se enseña, la filosofía es cosa de locos diletantes: son disciplinas que no producen nada.
La burocracia acogota. La imbecilidad también. La calidad de la educación no es proporcional al presupuesto. La de la investigación a menudo sí lo es. Hacen falta unos recursos mínimos, eso es evidente. Pero, sobre todo, buenos profesores, motivados y esperanzados y un sistema educativo sensato.
La en boga formación online podrá servir de complemento, no para fomentar el discernimiento. De momento sólo sirve para formar apenas productores. Podrá mostrar contenidos asépticos, nunca diferentes acepciones o puntos de vista, conflictos o enigmas, experiencias, el empuje y el entusiasmo que todo buen profesor es capaz de transmitir a través del contacto directo. La valía de un buen profesor no se puede enlatar en ningún disco duro, ni siquiera sólido. Es algo más que una memoria RAM.
Estamos formando las peores generaciones de estudiantes que ha tenido España, que ya es decir. Las hubo decentes y hasta buenas. La idiocia política y pedagógica se ha ocupado de triturar las venideras. Lo dice PISA. Todo buen profesor es consciente de ello. ¿Por qué nuestros políticos no se quieren dar por enterados? Será que no interesa.
El objetivo estos últimos años en España era proporcionar un título, si no varios, por estudiante, se esforzara o no, enrasando la mediocridad académica por abajo. Que todos pasasen por la universidad, aunque muchas de tales instituciones no se merezcan tal apelativo. Y, las que una vez lo fueron, las leyes las han destrozado. La sociedad española se ha llenado de titulados. Las listas del paro engrosan. ¿Cuántos han aprendido algo?
La educación exitosa es aquella que sigue estimulando la capacidad de aprender del individuo una vez ha acabado sus estudios. Aquella que no termina cuando se recibe el diploma porque la enseñanza recibida no la considera suficiente el flamante titulado, que considera su formación reglada apenas la línea de salida, jamás la de llegada.
Estamos formando las peores generaciones de estudiantes que ha tenido España, que ya es decir. Las hubo decentes y hasta buenas. La idiocia política y pedagógica se ha ocupado de triturar las venideras. Lo dice PISA
Aquel que lee, se actualiza, que es capaz de emprender nuevos retos intelectuales por placer no porque se lo exija la empresa. Aquel que sabe que el mero hecho de enmarcar un diploma sin nada más después lo convierte en un intelecto muerto, posiblemente útil para depredar tal como lo exige el sistema productivo actual, incapaz de aportar nada a la sociedad ni a sí mismo.
El sistema educativo español es ejemplar. Lo reverbera PISA con cada informe cual daga clavada en la estulticia patria. ¿Qué se enseña en España? Los objetivos marcados, eso sí, se han alcanzado: una sociedad educada es aquella capaz de mantener bajo control la corrupción y la rapiña de sus gobernantes. Desde el Siglo de Oro y el XIX la corrupción no había alcanzado niveles tan elevados.
La LOMCE ha nacido cadáver. Durará lo mismo que esta mayoría absoluta. Una ley educativa no debe ser impuesta. No debe ser escenario de lucha partidista ni de rifirrafes ideológicos. Hay que rehacer de una santa vez el sistema educativo español desde los cimientos abandonando las chapuzas y sin imposición. Devolviendo la autoridad al buen profesor. Despidiendo al malo, sobre todo en la universidad.
La labor prioritaria del próximo Gobierno, salga quien salga, lo componga quien lo componga, deberá consistir en reorganizar absolutamente todo el sistema de enseñanza, desde el parvulario hasta la universidad. Por CONSENSO. Proscribiendo de su elaboración a los pedagogos malditos, las pedradas ideológicas de cada partido, a los 'profesionales'de la enseñanza, la corrección política y la pretensión de infantilizar la sociedad. Obligándolos a que dejen de utilizar tales asuntos claves como arma arrojadiza contra el oponente.
Si este o cualquier Gobierno próximo no es capaz de consensuar con el espectro político más amplio posible y con toda la sociedad una ley educativa llamada a perdurar, poniendo la sensatez en primer plano, el trabajo y el esfuerzo bien empleado por encima de cualquier ideología o interés partidista, es que nuestros políticos seguirán siendo la misma basura maldita que la que nos ha enviado al caos.
Dicho lo cual, aquí nada cambiará mientras no cambien de mentalidad los que tienen que decidir.
Inauguró la LOGSE la masacre educativa. Comenzó por abajo en el parvulario, siguió con las primeras letras, el colegio se perpetró, el bachiller se minimizó. La formación profesional nunca existió. El desastre lo culminó Bolonia con la universidad: la convirtió en fábrica de parados con grados y másteres al peso, en cadena de montaje de demasiados analfabetos funcionales que sólo saben consumir sin apenas discernir, un envoltorio posmoderno que oculta carencias ancestrales a base de evaluación continua.
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