Apuntes de Enerconomía
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Los nueve jinetes del Apocalipsis
En la Antigüedad eran solo cuatro: victoria, guerra, hambre y muerte. La posmodernidad los ha convertido en nueve corceles que cabalgan desbocados hacia la ruina planetaria.
En la Antigüedad eran solo cuatro: victoria, guerra, hambre y muerte. La posmodernidad los ha convertido en nueve corceles que cabalgan desbocados hacia la ruina planetaria. Los nueve jinetes del nuevo panteón apocalíptico continúan asolando un planeta enfermo que una vez brilló resplandeciente y radiante en su grandiosa soledad galáctica y solar.
La yeguada milenarista actual es muy diferente de la pasada. Los briosos corceles se han transmutado en jacas que pastan al acecho de los que pacen al socaire de tanta sinrazón, hasta que engullan al ser humano y arrojen sus detritus pretendidamente inteligentes en las cloacas de la historia futura que ya nadie leerá.
Están convirtiendo la Tierra en un lugar amenazante que se envuelve en un manto de tinieblas provocadas por la economía, la estulticia y la ineducación. Hasta el día en que los cuatro jinetes de la Antigüedad tomen el relevo equino aplastando para siempre esta, llamemos, civilización.
¿Habrá victoria? Cuando triunfe la economía fundamental. La ignorancia y el mal llevan varios cuerpos de ventaja y demasiada deuda acumulada.
En orden de antropogénica malignidad y siguiendo de nuevo el informe WWF Living Planet Report 2014, los nueve jinetes del Apocalipsis posmoderno son:
1) La pérdida de biodiversidad, sexta extinción animal y vegetal en curso, de la cual hemos hablado en multitud de posts.
2) Exceso de flujos bioquímicos. El ciclo del nitrógeno ha sobrepasado por goleada su capacidad de regeneración natural, rompiendo el equilibrio bioquímico de la Tierra. El planeta ya no es capaz de reciclarse a si mismo, de mantener su actividad bajo límites seguros. El ciclo del fósforo, paralelamente, se acerca peligrosamente a la frontera letal.
3) El cambio climático es el tercer problema en importancia de esta clasificación. No es el principal, como los medios de comunicación y otros muchos se afanan en vocear, unos para detenerlo, otros para poder ocultar problemas todavía más acuciantes, los dos primeros, y cobrar por ello.
4) Acidificación de los océanos. Fuimos en busca del carbono perdido y encontramos corales disolviéndose.
5) Modificación del uso de las tierras: deforestación y agricultura extensiva, denominada a lo bestia, que fabrica hamburguesas y fomenta niños obesos, y otras cuantas cosas más.
6) Disponibilidad de agua dulce, las guerras del futuro, que lucha con tesón y denuedo contra doña Sequía, la mayor asesina de la historia.
7) Disminución de la capa de ozono estratosférico, domado mediante el Protocolo de Montreal de 1987.
8) Polución química. De momento, el planeta la soporta, aunque las ciudades se vuelvan irrespirables y la salud se resienta.
9) La carga atmosférica mediante aerosoles, otro límite a no superar, aunque no suponga un problema por ahora.
Son estos los nueve parámetros cuyos límites no se deberían sobrepasar. Los tres primeros están ya fuera de toda razón, evolucionando sin control. El cuarto, quinto y sexto cabalgan peligrosamente hacia una frontera que no debería superarse, como sí han hecho los tres primeros jinetes con muchos cuerpos de ventaja.
El séptimo, la disminución de la capa de ozono, evoluciona favorablemente gracias al mencionado Protocolo de Montreal, ejemplo de lo que se podría lograr si hubiese alguna disposición, lo cual no significa que no haya que vigilar su evolución para evitar una involución.
Ejemplo este de cómo los problemas medioambientales se podrían atenuar si hubiera voluntad internacional y ganas de hacerlo, inconveniencias que ya no se estilan ni están de moda porque no son noticia ni tienen cabida en la telebasura, secuela inherente a la pazguatez infligida por una educación perversa e inútil. Los jinetes octavo y noveno, de momento, no constituyen un problema para el planeta, aunque generen molestias en la salud y enfermedades varias. Cuestión de perseverancia.
La codicia auspiciada por la ley de la selva, la imbecilidad académica promovida por una teoría económica autista y absurda, unos ciudadanos anestesiados en su afán de consumo y su simpleza, y la falta de estadistas han hecho retroceder las ganas de resolver nada.
Los tres primeros jinetes del Apocalipsis medioambiental en ciernes habrían sobrepasado ampliamente límites razonables y seguros.
La pérdida de biodiversidad es, con mucho, el principal problema. Como continúe la desaparición biológica al ritmo actual, nos mandará a todos a hacer puñetas. Darwin y Wallace se revolverán en sus tumbas por haber pretendido sus desquiciados descendientes ocupar todos los nichos ecológicos. No han aprendido nada.
La capacidad de reciclado natural del ciclo del nitrógeno, en segundo lugar, está agotada. Su actividad, fuera de control. El cambio climático, en tercer lugar, dará por saco a varios miles de millones de personas. No será molesto para todos, aunque a muchos les hará pasar hambre y sed, o se verán vapuleados por los eventos meteorológicos extremos, que serán cada vez más frecuentes y mortíferos.
Nada que no se pudiera arreglar si hubiera voluntad y algo de ciencia (económica) detrás. Será el día que se desarrolle. Era importante mencionar este batiburrillo conexo para poder continuar con nuestros Principios de Economía Fundamental, la economía que los economistas no comprenden.
En la Antigüedad eran solo cuatro: victoria, guerra, hambre y muerte. La posmodernidad los ha convertido en nueve corceles que cabalgan desbocados hacia la ruina planetaria. Los nueve jinetes del nuevo panteón apocalíptico continúan asolando un planeta enfermo que una vez brilló resplandeciente y radiante en su grandiosa soledad galáctica y solar.