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Objetivo: 2.000.000 de empleos
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Objetivo: 2.000.000 de empleos

Podrían ser cuatro millones. El desempleo alcanza un 25% de la población activa, unos 4,5 millones de personas. El porcentaje entre los jóvenes es mucho mayor.

Podrían ser cuatro millones. El desempleo alcanza un 25% de la población activa, unos 4,5 millones de personas. El porcentaje entre los jóvenes es mucho mayor. El trabajo que se crea es en su mayoría precario y de baja cualificación, por muchos títulos académicos que ostenten los demandantes.

El cacareado crecimiento económico son solo meandros. Está basado en un aumento del consumo y poco más, ayudado transitoriamente por la bajada del crudo, para desgracia futura y catástrofes climáticas venideras. Pan para hoy y hambre para mañana si no se reindustrializa España y, de paso, Grecia, Portugal y el resto de Europa.

El peso del sector industrial en España no llega al 16% del PIB. Son, casi todas, industrias cautivas. La proporción media europea es todavía menor excepto la de algún que otro país arrogante para con sus vecinos, que ya no son socios.

Consiguió su reunificación a costa del bolsillo de todos los europeos, el absurdo casino financiero que promovió, y la corrupción que espoleó al establecer una unidad monetaria falaz e incompleta, madre de todos los males, que manejó a su exclusivo antojo en beneficio propio. ¡Qué cara está saliendo la hipocresía teutona!

Cada euro invertido en industria tiene un retorno para la sociedad en su conjunto infinitamente mayor que el dedicado a infraestructuras redundantes, AVE a cada pueblo, aeropuertos en cada ciudad, el dilapidado en burocracia parasitaria y Administraciones redundantes, en enseñanza o en justicia de mala calidad, o en pesebres presuntamente criminales como el negocio de la llamemos igualdad que desperdicia millones entre todos menos las víctimas.

Se podría ahorrar mucho dinero regenerando las instituciones españolas carcomidas, comenzando por el exceso de leyes de pésima calidad que coartan la iniciativa y deslegitiman la justicia, dedicando los fondos liberados a la promoción de la industria. Y, de paso, la investigación y la cultura, ambas en desgraciada fase terminal, haciendo que los investigadores emigrados vuelvan.

Europa desmanteló su industria con el cuento de garantizar la libre competencia entre sus miembros. Fue tanta la competencia que generó que se quedó sin fábricas.

Mientras los países asiáticos se pasaban por el forro tales remilgos, carcajeándose de la ceguera política y el suicidio económico que Europa se autoinfligía a cámara lenta, sus Gobiernos apuntalaban su sector industrial a costa nuestra, pasándose por el arco del triunfo cualquier atisbo de juego leal y justo.

China y Corea del Sur, entre otros, dedican recursos públicos ingentes a afianzar su industria a costa de los pardillos europeos y norteamericanos. Saben que cada euro dedicado a tales menesteres genera por lo menos dos o tres más para sus propias economías, permitiendo que arrasen en el exterior. Si a eso le añadimos la tradicional manipulación de sus monedas, el resultado es el conocido: Europa no es competitiva más que en chorizos y cruasanes.

La otra manera de arrasar industrialmente y eliminar la competencia sin mayores contemplaciones es cometiendo dumping humano y medioambiental, y generacional, tantas veces narrado en este blog. China es especialista, de ahí su polución y sus graves problemas medioambientales.

La única manera de generar empleo abundante y de calidad es haciendo que los multiplicadores de Keynes se vuelvan positivos de nuevo, mediante inversión selectiva en el sector industrial, en vez de gasto corriente incongruente. Las nuevas tecnologías no lo van a hacer.

Afortunadamente, una vez que la Comisión Europea ha triturado la industria, causando tanto mal, ha decidido recular y dar marcha atrás. Entone mea culpa primero. El objetivo es que la industria alcance un 20% del PIB de Europa en cinco años, cinco puntos porcentuales más que ahora.

Destruir es fácil. Construir cuesta mucho más. Tenemos prisa. Europa no puede permitir que el sur se siga desangrando, cuando toda ella ha sido partícipe del desaguisado.

A falta de inflación, son necesarias dos acciones para comenzar a reducir la deuda mediante crecimiento económico sano y de verdad.

  1. Países como Grecia o España podrían volver ser competitivos en la industria, a pesar de permanecer en la zona euro, si se establecieran los mecanismos de financiación oportunos y las estructuras de gestión industrial adecuadas. Desde la EU algo se está cociendo. En España, de momento, poco más que balbucear. El empresario industrial ha dejado de existir por pura inanición. Hay que fomentar su resurgimiento.
  2. Establecimiento de un juego comercial justo implantando medidas fiscales y arancelarias que desincentiven allende las fronteras europeas el dumping humano y medioambiental, y el generacional. Gravando mediante aranceles o incluso prohibiendo importar aquellos productos que no sean fabricados con unos estándares de decencia y de ética mínimos.

La Organización Mundial del Comercio, ideologizada como está, ha demostrado no servir para nada más que para fomentar la ley de la selva. La UE, si quiere terminar con este calvario, deberá tomar de manera unilateral la iniciativa, mediante nuevas directivas que impidan que la competencia desleal extra europea continúe actuando como le venga en gana en perjuicio de todo el planeta.

Para crecer es posible y angustiosamente necesario reindustrializar el sur de Europa aprovechando los menores costes salariales y la todavía de momento alta cualificación de sus trabajadores. Hasta que Bolonia muestre el erial universitario perpetrado.

Es necesario establecer los mecanismos financieros y de gestión adecuados, que la Unión Europea legislara por una vez en beneficio de sus ciudadanos y dejara de actuar a órdenes de la ideología que nos ha arruinado.

Tal crecimiento económico es el único capaz de reducir la deuda, la única manera de crear empleo de calidad, y de generar crecimiento económico sostenible y de verdad.

Y los otros dos millones de empleos ¿de dónde saldrán? De la Economía Fundamental, cuando se implante.

Podrían ser cuatro millones. El desempleo alcanza un 25% de la población activa, unos 4,5 millones de personas. El porcentaje entre los jóvenes es mucho mayor. El trabajo que se crea es en su mayoría precario y de baja cualificación, por muchos títulos académicos que ostenten los demandantes.

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