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‘Dinericidio’
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Juan Manuel López-Zafra

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‘Dinericidio’

“Credit expansion and inflationary increase of the quantity of money frustrate the common man's attempts to save and to accumulate reserves for less propitious days”.

Credit expansion and inflationary increase of the quantity of money frustrate the common man's attempts to save and to accumulate reserves for less propitious days”.

L. von Mises

La defensa de los bancos centrales como instituciones de salvaguarda del valor del dinero ya no es mantenida por nadie. Sólo consideremos que entre 1800 y 1913 los precios en EEUU se incrementaron en un 176%; desde entonces, el aumento ha sido de un 448%. No elijo esa fecha al azar, sino porque es en la que se fundó la Reserva Federal, el equivalente al Banco Central de los EEUU, que mantiene desde entonces el monopolio de emisión del dólar y de fijación de los tipos de interés.

Incluso la propia Reserva, tan admirada por sus políticas de expansión cuantitativa y tantas veces ejemplo de actuación para el profesor Krugman y sus seguidores (en abril de 2012, por ejemplo, exigía a Bernanke una mayor decisión, algo que el presidente de la Fed no tardó más de 5 meses en hacer), ha planteado recientemente sus dudas acerca de los efectos de la descomunal inyección de liquidez al sistema (que, tal y como recoge Jorge Valín, son del orden de 85.000 millones de dólares mensuales, divididos al 50% entre nuevos y usados). Cada vez son más habituales los editoriales de periódicos que aplauden el 'activismo' moderno de los bancos centrales, empujándoles a traspasar los claros límites que imponen sus estatutos.

Se persigue el crecimiento de nuestras depauperadas economías occidentales por el mero crecimiento, sin un apoyo real en la creación de valor que lo generaría de forma rotunda. El objetivo es aparentar que salimos de la crisis, salgamos o no de ellaLa guerra de divisas, reflejada recientemente en Cotizalia por Daniel Lacalle y cuyas consecuencias explica aquí Juan Ramón Rallo, no es sino una manifestación alternativa del mismo problema: la búsqueda de la devaluación de la moneda (esto es, su pérdida de valor) de cara a ganar por la vía monetaria, artificial, lo que no se gana por la vía de la competitividad real. Se persigue el crecimiento de nuestras depauperadas economías occidentales por el mero crecimiento, sin un apoyo real en la creación de valor que lo generaría de forma clara, rotunda e ineludible. El objetivo es aparentar que salimos de la crisis, salgamos o no de ella, la paradoja de la riqueza yerma.

Esta situación provoca efectos perversos. El primero y más evidente proviene de la inflación que se está produciendo, como muestra el siguiente gráfico. Debemos considerar que el incremento sostenido del nivel de precios puede medirse de muy distintas maneras, siendo el más conocido el IPC; sin embargo, esta medida también sufre modificaciones metodológicas que recogen, en principio, la situación real de la cesta de bienes y servicios consumidos en cada momento por los ciudadanos. Vemos en el siguiente gráfico el valor del IPC norteamericano calculado según la metodología de los años 80, en azul, y la actual, en rojo. De seguir empleándose aquella, los EEUU rozarían actualmente el 10%. Esta es la primera vía por la que el sistema roba a quien menos tiene.

 

A pesar del pretendido, pero inexistente ,consenso (que no se da en la ciencia, y tampoco en economía, y que no es más que un falaz argumento que persigue acallar voces discordantes), muchos economistas consideramos que el exceso de liquidez en manos de los inversores estaría generando burbujas. Hay, al menos, tres terrenos donde estas son cada vez más evidentes.

El primero de ellos es el mercado financiero. ¿Cuál es la base real de un índice Dow Jones 500 rozando máximos históricos tras una caída del PIB norteamericano del 0,1% en el cuarto trimestre de 2012, y con unos niveles reales de desempleo muy superiores a los oficiales, como se aprecia en el siguiente gráfico? Un  primer trimestre también negativo sumiría oficialmente a la primera economía del mundo en recesión, acompañando así a Japón, la mayor parte de Europa y, pronto, al Reino Unido. El reajuste del mercado, que tarde o temprano habrá de producirse, provocará la caída del ahorro de millones de pequeños inversores; he aquí la segunda vía de empobrecimiento.

 

Al mismo tiempo, la ingente cantidad de dinero inyectada por los bancos centrales, y en particular por la Fed, está provocando una nueva burbuja en el sector inmobiliario norteamericano, tal y como señala David Stockman, que fue director de la Oficina del Presupuesto de los EEUU entre 1981 y 1985. El crecimiento histórico del precio de la vivienda en los EEUU ha sido de alrededor del 4% anual. En 2002 y 2003 crecieron un 7% cada año, un 8% adicional en 2004 y explotaron al alza en 2005 con un incremento del 12%, de acuerdo con la CNBC. En 2012 habrían vuelto a crecer alrededor de un 8%, alcanzando asimismo su máximo desde 2005, con Phoenix liderando la subida con un 26% en un solo año. Se prevé que este año lo hagan en un 6%.

El problema proviene de esos economistas que, con una formación sólida y siendo conscientes de la realidad y de la historia, transmiten que ese crecimiento sólo puede venir, ahora mismo, de una expansión artificial del crédito y de la masa monetariaLas ventas en diciembre crecieron casi un 13%, alcanzando su máximo anual en cinco años, y el precio mediano de las viviendas se incrementó en otro 11%, siempre en términos interanuales. Sin embargo, los fundamentales fallan de nuevo: serían los profesionales quienes estarían invirtiendo con el objeto de lograr rápidas rentabilidades en un mercado deteriorado, como Blackstone, que ha dedicado 2.500 millones de dólares a 16.000 viviendas unifamiliares para alquiler. Señala Stockman que no hay una entrada real de nuevos propietarios en el mercado, y que por tanto estamos ante el comienzo de una nueva burbuja. De los efectos de la caída del valor de los bienes inmobiliarios tenemos muy desgraciados ejemplos en nuestro país. El estallido de la burbuja tiene dramáticas consecuencias en el ahorro de las familias.

Efectos aún más devastadores son los que la inyección monetaria tiene en los precios de los alimentos, la tercera de las burbujas a la que me referiré. Muchos nos hemos llevado las manos a la cabeza al saber que Goldman Sachs ganó en 2012 alrededor de 400 millones de dólares en el mercado internacional de alimentos. Pero mientras que casi todos lo hacen por la pretendida especulación, lo que casi nadie hace es buscar el origen de esas inversiones, la causa de que un banco de inversión busque rentabilidades excepcionales fuera de su tradicional ámbito de actuación. Y esa no es otra, de nuevo, que el exceso de liquidez provocado por la manipulación de los bancos centrales. Esto no es nuevo, como muestra el siguiente gráfico de la acción de Elements Rogers (RJA:NYSE), un valor que suele tomarse como proxy del precio de los alimentos. 

 

El índice mundial del precio de los alimentos de la FAO recoge, asimismo, este efecto. Observen no sólo el incremento real, sino también el nominal, y cómo las dos curvas (casi inseparables hasta 2004) se despegan claramente fruto de la pérdida de valor de la moneda subyacente, que no es otra que el dólar norteamericano.

 

Evidentemente, no es la expansión monetaria la única variable que determina el precio de los alimentos. Pero lo terrible es que sea una de ellas. Todos los economistas (insisto, todos) somos conscientes de estos efectos, pero algunos prefieren ocultarlo, lo que les hace aún más responsables de la miseria a la que condenan al tercer mundo. Procuramos arreglar una crisis en Occidente cuyos principales responsables son los bancos centrales, impulsados por los gobiernos y la fiesta de la deuda, y olvidamos de nuevo las consecuencias sobre los más necesitados. Evidentemente, nuestra doble moral se aliviará en la próxima hambruna africana, o asiática, mediante la transferencia de los fondos que donaremos al grito de “pobrecillos, salvémosles del capitalismo que les vuelve a matar de hambre”. Es intolerable que quienes exigen la inundación del mercado mundial de unas divisas sin valor se proclamen luego defensores de la justicia universal. Que para 'arreglar' nuestros problemas provoquemos más pobreza entre quienes menos tienen debería hacernos reflexionar sobre nuestras exigencias. Esta es, sin duda, la más dramática vía de empobrecimiento de las aquí presentadas.

Es absolutamente comprensible que la gente pida crecimiento. Creciendo se sale de la crisis. El problema proviene de esos economistas que, con una formación sólida y siendo conscientes de la realidad y de la historia, transmiten que ese progreso sólo puede venir, ahora mismo, de una expansión artificial del crédito y de la masa monetaria. De la creación de dinero sin una base real, en definitiva. Porque, de forma tremendamente irresponsable, transmiten un mensaje erróneo y contrario a lo que predican: que el dinero, en sí mismo y sin respaldo de valor real, lo cura todo. En vez de denunciar el austericidio, o suicidio de las economías occidentales por la vía de la austeridad, deberíamos exigir el fin del dinericidio, u homicidio científico de quienes menos tienen.

Credit expansion and inflationary increase of the quantity of money frustrate the common man's attempts to save and to accumulate reserves for less propitious days”.