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El ‘bluff’ de la batería Tesla
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Juan Carlos Barba

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El ‘bluff’ de la batería Tesla

A pesar de los muchos titulares en la prensa, solo se trata de una operación de 'marketing' muy bien planificada

Foto: El CEO de Tesla, Elon Musk, en la presentación de la batería (Reuters)
El CEO de Tesla, Elon Musk, en la presentación de la batería (Reuters)

Las personas que participamos activamente en los foros de discusión especializados en energía nos hemos visto literalmente bombardeados estos días por una avalancha de mensajes en que se decía que una nueva batería, vendida por la conocida marca de automóviles eléctricos de lujo Tesla Motors, suponía una auténtica revolución en la ansiada solución a los problemas de intermitencias de las renovables y, específicamente, de la fotovoltaica. Los titulares han sido literalmente cientos en castellano tanto en medios generalistas tradicionales como en internet, y casi todos han analizado muy superficialmente lo que realmente aporta esta batería más allá de su espectacular puesta en escena.

En primer lugar, ¿por qué estamos tan preocupados por el problema de las intermitencias de las renovables? Y, si vamos más allá, ¿por qué lesdamos tanta importancia a las renovables? Al fin y al cabo, hemos podido ver cómo, ante el estímulo de unos altísimos precios de los hidrocarburos, la industria de la extracción ha reaccionado, ha invertido cantidades enormes de dinero y ha conseguido incrementar la producción de combustibles fósiles de una forma importante. Eso sí, con unos costes mucho más altos de lo que estábamos acostumbrados, a pesar de lo cual la economía mundial ha continuado creciendo. A un ritmo más lento, pero creciendo.

Las dudas comienzan cuando se analiza la batería por lo poco que ha desvelado la compañía de sus características técnicas

Pero el problema no es exactamente que no seamos capaces de seguir atendiendo el suministro de hidrocarburos que necesita nuestra economía, o que estos sean demasiado caros como para que la economía mundial no entre en crisis. Es evidente que la cantidad de combustibles fósiles que existe es finita, y que en algún momento será imposible mantener –y no digamos ya aumentar– la producción, pero ese momento aún no ha llegado. Nadie sabe exactamente cuándo llegará, pero es bastante probable que estemos hablando de entre dos y cinco décadas.

La urgencia entonces viene por dos circunstancias. La primera es que al ritmo de aumento actual el relevo de los combustibles fósiles se antoja bastante complicado. En el gráfico vemos que en la previsión a 20 años de BP, las renovables no llegarían a cubrir más que el 6% de la demanda mundial de energía, y que el crecimiento mundial se alimentaría en su mayor parte de fuentes no renovables. Es decir, que solo alcanzarían a cubrir una parte del crecimiento. Ni hablar de ir sustituyendo, ni por asomo, parte de lo que ya hay.

La segunda circunstancia es todavía más preocupante. Se trata de los problemas medioambientales y, más concretamente, del cambio climático. El consenso científico a este respecto es aplastante, y prácticamente nadie con un mínimo de cultura científica puede hoy día sostener que la actividad humana no es causa de alteraciones en el clima del planeta. Sí que es cierto que existen grandes discrepancias en cuanto a la velocidad de este cambio o las repercusiones concretas que tendrá sobre cada área geográfica. Pero el escenario central planteado por el IPCC, para muchos ecologistas conservador, es tan preocupante que plantea una gran urgencia sobre el tema. Las emisiones de CO2, lejos de controlarse, cada vez aumentan más rápido, y las de metano, un gas con un efecto invernadero mucho más potente, están volviendo a aumentar con fuerza tras una breve estabilización a principios de siglo.

En este marco hay que situar la imperiosa necesidad de encontrar una solución al problema de la intermitencia de las renovables, que obliga a mantener carísimos sistemas de respaldo basados en combustibles fósiles, generalmente gas natural. Y aquí es donde ha surgido un genio del marketing, el director ejecutivo de Tesla Motors, Elon Musk, para presentar una batería vendida por su empresa como la ansiada solución.

Las dudas comienzan cuando se analiza la batería. Por lo poco que ha desvelado la compañía de sus características técnicas, lo fundamental en un producto de tipo industrial en que lo que importa es la eficacia. Lo primero que llama la atención es el precio, unos 3.500 dólares para la batería de 10 kWh. Ya empieza a ser bastante curioso que sea mayor que el de las que ya había en el mercado, que oscilan entre los 2.000 y los2.500 dólares.

La única explicación es que la compañía se dirige a un tipo de cliente de alto poder adquisitivo

Lo segundo es la tecnología empleada, que al parecer es muy similar a la de sus vehículos eléctricos, es decir, que emplea miles de celdas de ion-litio. De este modose consigue que la batería sea más segura y compacta que sus equivalentes con menor número de celdas, pero¿es esto un problema en los sistemas actuales? Es evidente que no, ya que la tecnología actual empleada en fotovoltaica (generalmente baterías AGM) no presenta riesgos destacables para la seguridad ni es importante casi nunca su mayor volumen, dadas las características de la instalación. El volumen y peso sí que son obviamente un factor crítico en el automóvil eléctrico, pero este no es el caso.

El tercer asunto que no se entiende bien es que se presente el producto destacando sus características hedónicas, algo que en general tiene muy poca importancia en las aplicaciones industriales.

La única explicación que podemos encontrar es que la compañía se dirige a un tipo de cliente de alto poder adquisitivo, muy sensibilizado con los problemas medioambientales, hasta el punto de que, a pesar de que le cueste dinero, decida adquirir para su vivienda unifamiliar una instalación fotovoltaica. Siendo así encaja el esfuerzo empleado en diseño y promoción en medios generalistas. Nos podemos imaginar a un ejecutivo norteamericano, con un salario que entra muy holgadamente en las seis cifras, conduciendo un deportivo eléctrico Tesla, instalando una batería Powerwall en su unifamiliar –que no desentona para nada con el lujoso ambiente– y demostrando así a su entorno social y a sí mismo lo concienciado que está con la salud del planeta.

Ni que decir tiene que todo esto solo vale para lavar su conciencia y la de sus pares sociales. Pero de contribuir a solucionar el impresionante problema que tenemos encima a nivel global nada de nada.

Las personas que participamos activamente en los foros de discusión especializados en energía nos hemos visto literalmente bombardeados estos días por una avalancha de mensajes en que se decía que una nueva batería, vendida por la conocida marca de automóviles eléctricos de lujo Tesla Motors, suponía una auténtica revolución en la ansiada solución a los problemas de intermitencias de las renovables y, específicamente, de la fotovoltaica. Los titulares han sido literalmente cientos en castellano tanto en medios generalistas tradicionales como en internet, y casi todos han analizado muy superficialmente lo que realmente aporta esta batería más allá de su espectacular puesta en escena.

Elon Musk Energía fotovoltaica