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¿Y si Grecia se recuperara al salir del euro?
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Juan Carlos Barba

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¿Y si Grecia se recuperara al salir del euro?

La experiencia de multitud de rupturas de tipos de cambio fijos apunta en esa dirección

Foto: Dos mujeres sacan dinero en los cajeros de un banco griego. (Reuters)
Dos mujeres sacan dinero en los cajeros de un banco griego. (Reuters)

El intentar estabilizar los indicadores macroeconómicos de un país mediante el establecimiento de un tipo de cambio fijo a alguna moneda (generalmente el dólar) ha sido intentado en multitud de ocasiones en las últimas décadas. Los experimentos, cuando se trata de economías muy diferentes, suelen terminar muy mal. Primero se producen fuertes afluencias de capital, atraído por precios bajos (ya que previamente se suele haber devaluado con fuerza la moneda) y expectativas de estabilidad económica. Esto genera inversiones productivas pero también burbujas financieras e inmobiliarias, con aumento del gasto público que sigue al incremento de la actividad económica. Al aumentar más rápido la demanda interna que la externa se producen déficits por cuenta corriente que requieren cada vez mayores flujos de capital exterior.

En el momento en que el aumento exponencial de estas entradas de capital cesa (ya que el fin y al cabo son burbujas especulativas o esquemas Ponzi) el capital trata de salir en tromba anticipando la devaluación. Si el banco central intenta mantener el tipo de cambio se queda finalmente sin divisas y, ya por las malas, tiene que devaluar sí o sí. A continuación podemos ver varios ejemplos de esto, y también lo que pasa tras abandonar este tipo de cambio fijo.

En Brasil el banco central se vio obligado a devaluar el real en 1999 un 8,9%, adoptando a continuación un tipo de cambio flexible. Como se ve este proceso apenas afectó al PIB a corto plazo, y el crecimiento se retomó rápidamente.

El caso chileno se produjo mucho antes, en 1982, y ha sido ampliamente estudiado ya que se produjo en un contexto político totalitario, lo que dejaba un amplio margen de maniobra al poder. Pinochet trató de aguantar el tipo de cambio hasta el límite pero finalmente se vio obligado a abandonarlo debido a que los inversores internacionales, viendo lo que se venía encima, salieron bruscamente del país precipitando la devaluación, la quiebra generalizada de bancos y grandes empresas endeudados en dólares –con su posterior nacionalización– y grandes aumentos del paro y revueltas sociales que fueron reprimidas de forma sangrienta. El paro empezó a disminuir y el PIB a aumentar pocos meses después de la devaluación y una vez que se estabilizó el sistema financiero.

El caso más estudiado es el de los países asiáticos, donde inmensos flujos de capital provocaron burbujas financieras e inmobiliarias en varios países que finalmente estallaron, provocando el desplome de la economía y después del tipo de cambio. Vemos los casos de Indonesia, uno de los países donde la caída de la actividad económica fue mayor, y de Malasia, afectado también pero de forma más leve. En ambos casos el crecimiento económico volvión sin problemas tras pocos meses.

Por último vemos los casos de España y Grecia. En España podemos ver la crisis cambiaria de 1992-1995, en que la crisis del sistema monetario europeo que hizo salir a la libra esterlina de este (y que finalmente hizo desistir al Reino Unido de pertenecer al euro) provocó cuatro devaluaciones que sumaron en total un 23,6%. Lo mismo que en todos los casos anteriores se inició muy pronto la recuperación de la economía, incluso antes de la última devaluación de 1995.

Bajo esta perspectiva los casos español y griego se pueden considerar crisis cambiarias incompletas, en que el euro ha permitido que los flujos de capital exterior continúen mucho más tiempo de lo que hubiera sido posible sin este. En el caso español la crisis cambiaria de 1992 se produjo con un déficit por cuenta corriente del 3%, cuando en los casos griego y español este alcanzó antes del inicio de la crisis de 2008 el 10% del PIB, algo inimaginable sin el respaldo tácito del euro.

La receta utilizada, que no tiene absolutamente nada de nuevo pues era la base de la economía clásica en el siglo XIX y hasta la Gran Depresión, está demostrando que conduce a larguísimas crisis en que millones de personas ven arruinadas sus vidas, a una asimetría brutal en cómo afecta la crisis a las diferentes tipologías de personas –mucho a los jóvenes y parados y mucho menos al resto– y a una recuperación, cuando parece que se retoman los flujos positivos de capital –caso actual de España– que vuelve a los vicios anteriores: muchos servicios y poca industria. Las arcas públicas, asfixiadas y sin capacidad de maniobra, no pueden iniciar políticas industriales activas, y un altísimo tipo de cambio, con costes directos e indirectos muy altos (electricidad, inmobiliario que no ha caído como es debido, impuestos altísimos por la penuria pública), hacen casi imposible que la industria exportadora arranque como sería necesario en estas circunstancias. De hecho Grecia y España están en el pelotón de cola en cuanto a crecimiento exportador de la Eurozona, cuando debería ser lo contrario.

El hecho de que sí que se haya producido una cierta devaluación salarial (mayor en Grecia que en España), tampoco ayuda gran cosa a la industria, ya que en su conjunto los costes laborales solo son el 8% de los costes generales del sector. Es decir, que una reducción muy agresiva del 25% en los costes laborales solo permitiría reducir los precios industriales un 2%, algo tan modesto que se notaría muy poco en las exportaciones. Esto ocurre porque la industria española, pese a lo que muchos puedan pensar, es intensiva en capital y está bastante automatizada, por lo que no es para nada la típica industria deslocalizada que sí que es muy intensiva en mano de obra. Esa industria desapareció hace décadas de nuestro país y se fue a otros países en que los salarios son mucho menores.

Si finalmente Grecia sale del euro, algo todavía improbable pero que ya no se ve imposible, y a la vista de experiencias anteriores, asistiremos con toda probabilidad a una caída económica de unos dos trimestres de duración hasta que el sistema financiero nacionalizado (a la fuerza, pues quebraría al completo) se estabilizara, seguido de una recuperación económica importante. Si esto fuera así pondría al euro contra las cuerdas, ya que quedaría más claro que nunca el perjuicio que la pertenencia a esta área monetaria está causando a sus miembros más débiles y que las admoniciones a las que asistimos sobre supuestas catástrofes ante una eventual salida del euro no encubren más que intereses espurios que evidentemente no son los del interés general de las poblaciones de esos países.

El intentar estabilizar los indicadores macroeconómicos de un país mediante el establecimiento de un tipo de cambio fijo a alguna moneda (generalmente el dólar) ha sido intentado en multitud de ocasiones en las últimas décadas. Los experimentos, cuando se trata de economías muy diferentes, suelen terminar muy mal. Primero se producen fuertes afluencias de capital, atraído por precios bajos (ya que previamente se suele haber devaluado con fuerza la moneda) y expectativas de estabilidad económica. Esto genera inversiones productivas pero también burbujas financieras e inmobiliarias, con aumento del gasto público que sigue al incremento de la actividad económica. Al aumentar más rápido la demanda interna que la externa se producen déficits por cuenta corriente que requieren cada vez mayores flujos de capital exterior.