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El mito de la bonanza del sector exportador español
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Juan Carlos Barba

Gráfico de la Semana

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El mito de la bonanza del sector exportador español

A pesar de que los datos de exportaciones totales son buenos, las exportaciones de alta tecnología son minúsculas

Foto: Expositores españoles presentes en el Salón Internacional de la Alimentación (SIAL), celebrado en Shanghái. (EFE)
Expositores españoles presentes en el Salón Internacional de la Alimentación (SIAL), celebrado en Shanghái. (EFE)

Desde esta columna, hemos argumentado en numerosas ocasiones que el auténtico talón de Aquiles de la economía española es su estructura productiva. Muchos economistas argumentan que la ratio exportaciones/PIB (33%) es bastante buena para un país de nuestro tamaño, lo cual es cierto. Y que eso indica que nuestro sector exportador es competitivo, lo cual también es cierto. Pero estos mismos economistas olvidan que no todas las exportaciones son iguales, y que lo que permite realmente que una economía pueda pagar buenos salarios a su fuerza de trabajo es la productividad de sus empresas.

Desde la izquierda, a veces se argumenta, de una forma bastante simplista, que el problema de la economía española es de desigualdad. Pero realmente esto es solo una parte del problema. Un país puede ser muy igualitario, pero si la productividad es muy baja, su población apenas se moverá por encima de los niveles de subsistencia. Un ejemplo sería la China de Mao, que tenía un bajísimo índice de Gini, pero que padecía de forma sistemática una penuria material que oscilaba entre moderada y severa. Si bien es lógico y muy loable que un país como España reduzca sus elevadísimos niveles de desigualdad salarial, ignorar que aun resolviendo eso seguiríamos teniendo niveles salariales relativamente bajos es no entender cuál es el origen de nuestros males.

Lo que permite realmente que una economía pueda pagar buenos salarios a su fuerza de trabajo es la productividad de sus empresas

En el gráfico de esta semana, podemos ver la participación de las exportaciones de alta tecnología en las exportaciones totales en diferentes países europeos. Esto se puede tomar como una medida bastante aproximada de si la economía de un país produce más o menos productos de alto valor añadido. Este gráfico confirma lo acertado de las reiteradas demandas que hacemos algunos de la absoluta necesidad de modernizar nuestro sistema productivo. Como vemos, España ocupa una lamentable posición de cola. Solo, y de forma muy poco sorprendente, Grecia, Portugal y Bulgaria tienen una situación peor. Con un penoso 5%, esto es menos de la tercera parte de la media comunitaria y la quinta parte del país puntero, que es Irlanda. Es evidente a la vista de estos datos que España no ha cambiado su sistema productivo, ya que si bien la situación ha mejorado muy levemente en los últimos 10 años (posiblemente porque la crisis ha acabado con lo menos eficiente de la industria), apenas hemos recortado distancias con Europa. La recuperación económica de los últimos tres años, además, no parece estar trayendo ninguna mejoría, sino estancamiento.

La consecuencia de todo esto es que seguiremos abocados a ser un país con salarios modestos, consecuencia inevitable de la absurda idea de que no hay que intervenir en la economía. El apoyo del Estado a determinados sectores económicos (que no tiene que ser ni debe ser un regalo) es generalizado a lo largo y ancho del mundo. Mientras que en EEUU apoyan a las compañías biotecnológicas con enormes programas de investigación pública, aquí a lo que apoyamos es a los clubes de fútbol. Así nos va.

Como decía un economista amigo mío, el problema no es la industria que tenemos, sino la que no tenemos. Y hasta que no entendamos esto y la población exija a los políticos acometer ese problema con seriedad como prioridad absoluta de la política económica, todas las demandas de mejoras en el nivel de vida por parte de la población estarán abocadas al fracaso. Porque puede que los políticos sean unos incompetentes y que su fibra moral sea de calidad más que dudosa, pero al fin y al cabo somos los ciudadanos los que los hemos puesto ahí, y por lo tanto de una u otra forma son el reflejo de nuestra escala de valores y nuestras prioridades.

Desde esta columna, hemos argumentado en numerosas ocasiones que el auténtico talón de Aquiles de la economía española es su estructura productiva. Muchos economistas argumentan que la ratio exportaciones/PIB (33%) es bastante buena para un país de nuestro tamaño, lo cual es cierto. Y que eso indica que nuestro sector exportador es competitivo, lo cual también es cierto. Pero estos mismos economistas olvidan que no todas las exportaciones son iguales, y que lo que permite realmente que una economía pueda pagar buenos salarios a su fuerza de trabajo es la productividad de sus empresas.

Exportaciones Productividad PIB