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¿Cuánto falta para que España salga de la crisis?
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Álvaro Anchuelo

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¿Cuánto falta para que España salga de la crisis?

En las economías de mercado, se produce (a nivel agregado, el PIB) para satisfacer una demanda. Como es sabido, los componentes de la demanda agregada son

En las economías de mercado, se produce (a nivel agregado, el PIB) para satisfacer una demanda. Como es sabido, los componentes de la demanda agregada son el consumo (básicamente de las familias), la inversión (fundamentalmente de las empresas), el gasto público (del gobierno) y lo que demandan los extranjeros (exportaciones menos importaciones). Analizando el comportamiento previsible de cada una de estas variables en la economía española, es fácil darse cuenta de que no cabe esperar una recuperación vigorosa de la producción, que cree empleo de forma significativa, en el futuro inmediato. No obstante, la contracción de la producción sí podría terminar pronto, durante 2010.

El consumo privado es el mayor componente de la demanda agregada, equivale al 60% del PIB. Por ello, sin su recuperación unas altas tasas de crecimiento son prácticamente imposibles. Desgraciadamente, las circunstancias no pueden ser más adversas para que el consumo repunte con fuerza. Las familias españolas están muy endeudadas (un 125% de su renta bruta disponible). Les resulta difícil obtener crédito para consumir, por la crisis financiera. El crédito disponible es caro, pues los tipos de interés de los préstamos al consumo son altos y la deflación aumenta los tipos de interés reales. Por si todo lo anterior fuera poco, la alta tasa de paro y la expectativa de que los impuestos suban en el futuro inmediato constituyen factores negativos adicionales. No es de extrañar, por tanto, que el consenso de las predicciones espere que el consumo siga cayendo en España todavía en 2010, aunque sólo un 0.8% frente al 4.9% de 2009. Estas previsiones de consenso pueden verse en el panel de previsiones de la economía española elaborado por FUNCAS.

La inversión residencial no se recuperará cuando existe un millón de viviendas sin vender. La inversión en maquinaria tampoco, cuando sobra capacidad productiva y el resto de componentes de la demanda no remonta. Ambas clases de inversión sufren también por la falta de crédito, agravada por la competencia de las administraciones públicas, que captan financiación mediante deuda pública para mantener su gigantesco déficit. Sin embargo, tampoco cabe esperar que la inversión en maquinaria y residencial vayan a seguir cayendo mucho más tiempo a tasas tan fuertes como las actuales. Para 2010 se prevé una disminución, pero mucho menos pronunciada que la de este año. En el caso de la inversión en existencias (que se refiere a los stocks o inventarios de las empresas), se da un fenómeno cíclico que ayudará a detener la caída libre de la producción. Cuando la demanda disminuye por sorpresa, las empresas tardan en reaccionar reduciendo la producción, por lo que acumulan stocks indeseados de productos no vendidos. Al disminuir, por fin, la producción lo hacen situándola por debajo del nuevo nivel de la demanda, para deshacerse de esos stocks acumulados. Una vez ajustadas las existencias, la producción crece hasta el nivel de la demanda.

El gasto público está sustituyendo a la demanda privada e impidiendo una mayor debacle, pero no puede mantenerse mucho tiempo un déficit público tan enorme (de cerca del 10% del PIB) y el consiguiente incremento de la deuda pública. Este componente de la demanda agregada necesariamente perderá fuelle en 2010.

La demanda externa es un factor que ayudará a atemperar la caída libre de la economía española. Nuestras importaciones han disminuido fuertemente: al caer el consumo y la inversión disminuye también la parte que cubríamos con importaciones. Como nuestros principales mercados comienzan a recuperarse (Francia es el destino del 18% de nuestras exportaciones y Alemania del 10%), la demanda externa de productos españoles mejorará.

Basándose en la mejora del sector exterior, el comportamiento cíclico de los stocks y una estabilización del resto de componentes, cabe pensar que el final de la caída de la producción española no puede estar tan lejos. El consenso oficial lo sitúa en la segunda mitad del 2010. En ese caso, ocurrirá un año más tarde que en los países vecinos.

No deberíamos, por tanto, caer en el error de pensar que la recesión será eterna. Tendemos a exagerar tanto en las épocas de vacas gordas como en las de vacas flacas. Pese a los continuos errores gubernamentales, la economía española acabará estabilizándose.

Pero esto no implica salir del hoyo en el que hemos caído, sólo quiere decir que no nos hundiremos todavía más en él. La caída nos ha hecho perder, en un par de años, toda la disminución de la tasa de paro penosamente lograda tras una década. Una débil recuperación de la producción no permitirá generar empleo en las cantidades necesarias para absorber un paro del 20%.

Siendo este el escenario más probable, hay dos riesgos principales que podrían provocar una recaída y retrasar la recuperación: los problemas de las cajas de ahorros y el crecimiento descontrolado de la deuda pública.

En las economías de mercado, se produce (a nivel agregado, el PIB) para satisfacer una demanda. Como es sabido, los componentes de la demanda agregada son el consumo (básicamente de las familias), la inversión (fundamentalmente de las empresas), el gasto público (del gobierno) y lo que demandan los extranjeros (exportaciones menos importaciones). Analizando el comportamiento previsible de cada una de estas variables en la economía española, es fácil darse cuenta de que no cabe esperar una recuperación vigorosa de la producción, que cree empleo de forma significativa, en el futuro inmediato. No obstante, la contracción de la producción sí podría terminar pronto, durante 2010.