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La OPV sutil, ingrávida y gentil de Ocado
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

La OPV sutil, ingrávida y gentil de Ocado

El problema de ganarte los garbanzos como epatante visionario es que a veces se te va la olla.  Miren ustedes al artista antes conocido como artista

El problema de ganarte los garbanzos como epatante visionario es que a veces se te va la olla.  Miren ustedes al artista antes conocido como artista antes conocido como Prince. Ahora va por ahí diciendo que se nos ha muerto Internet. No acota los términos del deceso, pues los genios no diluyen sus juicios categóricos con detalles innecesarios, pero sospecho que se refiere mayormente a la distribución de música por la red, que es dónde le escuece al semidiós de Minneápolis. Enternecedora lucha de esta especie de neoludista contra los iMolinos, el último asidero de una industria en descomposición.

So sorry, Mr. Nelson, pero este muerto está muy vivo. Y coleando. Tanto es así, que últimamente Internet, vertiente negocios inflados, is partying like it’s 1999, que diría Neil Hume. Sí, 1999, año glorioso que marcó el pico en las OPVs relacionadas con empresas de Internet (282 sólo en la segunda mitad del año); unas OPVs que reportaron una ganancia media en el primer día de cotización de un 89%, ni más ni menos. 1999, año loco de Prince, Argile, Vignette, Starmedia... y, por supuesto, de Terra, bendita mía.

Los avances orgiásticos de las cibercotizadas durante 1999 fueron perdieron fuelle con el nuevo milenio (picajosos del calendario y del año cero absténganse de puntualizar, por favor). Llegado 2002, la burbuja puntocom era un doloroso recuerdo para muchos. Curiosamente, 2002 fue también el año en que Tim Steiner y Jason Gissing dejaron sus cómodas y lucrativas carreras como banqueros en Goldman Sachs, cogieron sus picos y sus cedazos y se fueron a buscar oro a las colinas de Internet. Y se hicieron tenderos, montando Ocado (de avocado, aguacate, en teoría la fruta más difícil de preservar para un servicio de distribución alimentaria a domicilio).

Uno habría dicho entonces que su timing fue malo tirando a horroroso, pero la privilegiada casta de los empleables por Goldman ve cosas que los demás mortales no vemos. Por eso, ocho años y pico después, la apuesta de Steiner y Gissing está a punto de salirles redonda. Y es que, Dios y temores de recaída económica y/o implosión europea mediante, Ocado va a probar suerte en bolsa y, con la ayuda de sus banqueros de cabecera (¿adivinan quiénes están entre ellos?), pretenden levantar 400 millones de libras, mitad para ampliar capital, mitad para rentabilizar la inversión de accionistas existentes. La valoración actual de la empresa de cara a la OPV es de 1.000 millones de libras. ¿A qué PER corresponde esa valoración? Pregunta incorrecta. Ocado pierde dinero, pero sus ventas crecen a buen ritmo. Y aunque el mercado en el que opera está plagado de competidores tradicionales (Tesco, Asda, Sainsbury’s, todos ellos tienen servicio de pedido vía web y entrega a domicilio, y vaya si funcionan bien estos ingleses, no como en algún país de cuyo nombre no quiero acordarme), Ocado mantiene que sus almacenes superespecializados y superautomatizados dan una ventaja competitiva crucial. Cómo me suena todo esto. Lástima que en estos días haya anunciado Amazon, a quien al juego logísitico no gana nadie, el lanzamiento en el Reino Unido de un super virtual.

En fin, detallitos sin importancia. No hay nada como el alegrón provocado por la inyección de liquidez de los últimos meses para suspender la incredulidad del inversor más desconfiado. Ya veremos cómo resulta el asunto. Ahora bien, éste es el tipo de señales en el cielo que provocan escalofríos a quien vivió de cerca aquel burbujón. ¿Asistiremos este verano a otro abrupto fin de fiesta?

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

El problema de ganarte los garbanzos como epatante visionario es que a veces se te va la olla.  Miren ustedes al artista antes conocido como artista antes conocido como Prince. Ahora va por ahí diciendo que se nos ha muerto Internet. No acota los términos del deceso, pues los genios no diluyen sus juicios categóricos con detalles innecesarios, pero sospecho que se refiere mayormente a la distribución de música por la red, que es dónde le escuece al semidiós de Minneápolis. Enternecedora lucha de esta especie de neoludista contra los iMolinos, el último asidero de una industria en descomposición.