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¿Hora de apostar por el dólar?
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

¿Hora de apostar por el dólar?

A pesar de mi confesado agnosticismo con respecto a la capacidad predictivo-explicativa del análisis técnico, soy un fan más de Yosi Truzman.  Competente y entretenido, suele

A pesar de mi confesado agnosticismo con respecto a la capacidad predictivo-explicativa del análisis técnico, soy un fan más de Yosi Truzman.  Competente y entretenido, suele regalarnos sus juicios envueltos en moderación.  Por eso me resultaron tan curiosos los tres signos de admiración del titular de una de sus columnas recientes, Oro, bolsa, bonos... ¡¡¡Sube todo, más madera!!!  (aquí hay seis, pues me he permitido añadir al original el trío de apertura en aras de la defensa del sistema de puntuación patrio). 

Por si no hubiese quedado clara su triple patidifusión, en el primer párrafo, Truzman insistía: “Es simplemente alucinante. Sube el oro, suben los bonos, suben las bolsas, suben las materias primas, ¡¡¡sube todo!!! Y todo ello en un entorno en el que los datos macro están lejos de justificar el movimiento”. O sea, la totalidad de mercados al alza por pura presión compradora. Una conjunción planetaria de las que no se dan.  O no se daban, pues últimamente estamos empezando a acostumbrarnos a estas correlaciones sobrenaturales.

Naturalmente, lo que no puede ser no puede ser y además es, en fin, lo que dicen que dijo El Gallo. Y es que a veces hay que darle la vuelta al gráfico para sacar algo en limpio. En este caso, no es que el inversor haya decidido que cualquier activo es bueno. Muy al contrario, y como bien subraya Mr. T. en su columna, no hay demasiada buena noticia que echarse al coleto. Pero es que lo que se mueve no es el activo, sino su unidad de medida.

Es el dólar, of course. Es ese dólar que nunca llegó a ser metro patrón, moneda menguante que ha perdido un 90% de su valor desde su aparición, movimiento acelerado en la segunda mitad del siglo XX, con ese gustillo que le cogieron las economías avanzadas a la inflación como constante y, particularmente desde el truco de Nixon y la suspensión de la convertibilidad en oro en 1971. Un dólar desprestigiado al que le pesa sobremanera la difícil situación fiscal useña, el billón adicional en deuda de 2008, los casi dos billones de 2009 y los otros cuarenta que se añadirían en el próximo par de décadas si no se decide a atajar la sangría de gastos médicos prometidos. Un dólar al que el insinuado QE2 ha venido a dar la puntilla.

La segunda tanda de “ajuste cuantitativo” se traducirá en la creación por parte de la Fed, vía compra de deuda y activos hipotecarios, de un billón de dólares, tal vez más. Este billón, cuyo parto se espera para noviembre, se añadiría a los 1,7 billones nacidos del QE1. Una receta inflacionaria para una mayoría de analistas, fenómeno al que se anticipan los inversores ajustando precios de activos al alza. ¡Si hasta el euro se olvida de las cuitas irlandesas en su cotización contra el paria de las monedas internacionales! Cuando escribo estas líneas, roza el 1,39 contra el dólar, después de una impresionante subida de un 16% desde los bajos veraniegos. Ya hay augures trompeteros que anuncian la rotura del 1,50 antes de fin de año. Y, sin embargo...

Será por mi inveterado afán de llevarle la contraria a la mayoría (97% de alcistas en el euro/dólar según el Daily Sentiment Index), pero me cuesta creer que la suerte esté echada. Reconozco la probada relación entre el incremento presente en la masa monetaria y la inflación futura. No obstante, y sabiendo que puedo estar cayendo en el error de pensar que “esta vez es diferente”, no veo que el mecanismo monetario que se rompió al principio de la crisis haya sido recompuesto. 

El contribuyente ha salvado a los bancos (hasta nueva orden), pero en un entorno de resacón tras el estallido de la burbuja de crédito, la brutal pérdida de velocidad de circulación del dinero sigue compensando las inyecciones del banco central. O eso dicen los datos de M2 de la propia Reserva Federal (el agregado monetario ha dejado de caer, pero sigue mostrando un comportamiento anémico). Para muestra, el botón del QE1, que, como corresponde a un escenario en el que ni los empachados de crédito piden ni los bancos temblequeantes dan, se ha quedado para vestir reservas.

Si efectivamente el proceso de desapalancamiento sólo acaba de empezar, y lo ha hecho vía impagos, no vía dolorosas decisiones de redecorarse la vida financiera, queda travesía por el desierto. Con unos mercados que descuentan la muerte del dólar y minas enterradas en forma de burbuja áurea, Españas argentinas o guerras cambiarias, igual resulta rentable darle un voto de confianza al billete verde.

Simplista análisis el anterior, fruto de las limitaciones en longitud del articulillo y en inteligencia del articulista. Queda para los muy capacitados comentaristas destruir mi argumento. Destruir constructivamente, a ser posible.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

A pesar de mi confesado agnosticismo con respecto a la capacidad predictivo-explicativa del análisis técnico, soy un fan más de Yosi Truzman.  Competente y entretenido, suele regalarnos sus juicios envueltos en moderación.  Por eso me resultaron tan curiosos los tres signos de admiración del titular de una de sus columnas recientes, Oro, bolsa, bonos... ¡¡¡Sube todo, más madera!!!  (aquí hay seis, pues me he permitido añadir al original el trío de apertura en aras de la defensa del sistema de puntuación patrio). 

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