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El cliente de los medios económicos siempre lleva razón
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José Ignacio Bescós

Información privilegiada

Por
José Ignacio Bescós

El cliente de los medios económicos siempre lleva razón

Partamos de la base de que esto de los mercados no es un juego fácil. Para empezar, aceptemos la crítica de tanta alma buena que reprocha

Partamos de la base de que esto de los mercados no es un juego fácil. Para empezar, aceptemos la crítica de tanta alma buena que reprocha al sistema que mande a sus hijos más brillantes a comprar y vender bonos a Wall Street en lugar de ayudar a la colonización de Marte (es un suponer). Si los mercados están llenos de listos, en el sentido menos dañino de la palabra, un intelecto de primera división es condición necesaria, que no suficiente. Lo que hace falta, además, es información superior.

Así pues, el inversor serio que se precie de serlo debería discernir entre el estruendo de tanto órgano mediático con la paciencia con que el buscador de oro busca tamiza la arena del río para hallar la ansiada pepita, y poner en cuestión su postura arrimándose a los escritos que argumentan en sentido contrario.

Sin embargo, ¿a qué se dedica el común de los mortales con pasta para colocar? En un ejercicio deprimente para quienes defienden la racionalidad del ser humano, nuestro apostante mareado presta su atención al charlatán de la voz de trueno y, una vez comprada su mercancía en forma de idea de tercera mano, se aferra a ella, evitando la lectura de cualquier texto susceptible de suponer un ataque a su flamante compra, que viene a ser un ataque a la idea de que él o ella también puede jugar al juego de los juegos. Y busca desesperadamente quien le confirme que es jugador astuto y que, pese a las pérdidas, lleva razón.

Sesgo de confirmación se llama este fenómeno en la literatura de la joven disciplina de las finanzas conductuales.

Naturalmente, a los medios económicos no les hace falta que nadie les endose una tesis doctoral al respecto. Siempre han sabido manejar las ansiedades del lector dándole una dosis de lo que necesita, aunque para ello haga falta hacer pasar por fresco lo que no es sino recuelo informativo. Total, la avalancha desinformativa hace que nadie se acuerde hoy de lo que leyó anteayer.

Hace nada hemos tenido un nuevo ejemplo con la noticia de que uno de los gestores de hedge fund más mediáticos, Hugh Hendry, se pone corto de China a su manera, siempre ostentórea, que habría dicho don Jesús

Vaya por delante que el amigo HH me cae bien. Tiene el hábito de ir por libre, piensa bien, escribe mejor (busquen las cartas mensuales a sus inversores de Eclectica y verán a lo que me refiero) y no se achanta ante un economista, por muy Nobel que sea, y mucho menos ante un embajador de las Españas. Pero es que este hombre lleva ya un rato dando la matraca con el peligro amarillo. Al menos desde hace casi dos años, lo que no ha impedido que su pesimismo sobre China haya sido noticia también en julio de 2009, y otra vez en mayo de este año, y de nuevo ahora, cuando le da un toque japonés a su tesis, variación que escasamente justifica la nueva entrega.

¡Y sólo considero las apariciones en un medio, el Financial Times! Si tomásemos en cuenta los ecos de estas apariciones en blogs y similares y las entrevistas y declaraciones a otros medios, veríamos como don Pésimo podría disponer de Hendry para sujetar sus tesis lunes, martes y jueves (y de Faber martes y jueves, y de Roubini los domingos). Mientras, en un universo paralelo, don Óptimo (homenaje personal a Escobar, ahora que Vázquez se lleva en el cine la fama póstuma) podría pedirle prestadas sus gafas rosas a cualquiera de los dos Jim, Rogers u O’Neill, tan ubicuos como los anteriormente mencionados. 

En fin, supongo que esto de abonarse al que piensa como uno es una manera de perder dinero como otra cualquiera. Ah, y cambien si quieren los guirinombres por los de los apocalípticos e integrados confidencialistas favoritos de cada quien.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

Partamos de la base de que esto de los mercados no es un juego fácil. Para empezar, aceptemos la crítica de tanta alma buena que reprocha al sistema que mande a sus hijos más brillantes a comprar y vender bonos a Wall Street en lugar de ayudar a la colonización de Marte (es un suponer). Si los mercados están llenos de listos, en el sentido menos dañino de la palabra, un intelecto de primera división es condición necesaria, que no suficiente. Lo que hace falta, además, es información superior.

Wall Street Journal