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Una rueda de prensa peliaguda
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José Ignacio Bescós

Información privilegiada

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José Ignacio Bescós

Una rueda de prensa peliaguda

Hubo un tiempo en el que los bancos centrales eran sociedades secretas con sus propios códigos, inaccesibles al común de los mortales.  Evaluaban las condiciones económicas

Hubo un tiempo en el que los bancos centrales eran sociedades secretas con sus propios códigos, inaccesibles al común de los mortales.  Evaluaban las condiciones económicas con ritos ancestrales y diseñaban políticas monetarias en la subterránea oscuridad de su catacumba.  Los resultados de la política de opacidad no fueron lo buenos que hubiera cabido desear. 

Y es que el banquero central actúa no sobre la realidad económica presente, sino sobre las expectativas de los agentes sobre la realidad futura.  Esas expectativas están hechas, como el Halcón Maltés, del material con el que se forjan los sueños y son las que condicionan el comportamiento de los agentes hoy.  No le ayuda nada a uno a la hora de plantearse escenarios futuros desconocer los designios del señor de los dineros. Tampoco ayuda a fiarse del banco central cuando medio comunica lo poco que comunica en forma de objetivo de inflación, por ejemplo.  ¿Por qué no habríamos de pensar que ese objetivo será abandonado un minuto después de que lo incorporemos a nuestro proceso de toma de decisiones?

El ejemplo más palmario del desvarío de la política de  no-comunicación, no-compromiso de los bancos centrales fue la terrible estanflación de los 70, resultado, entre otras cosas, de los espabilados que pensaron que podrían lograr un crecimiento sostenido a niveles tolerables de inflación mediante el tradicional juego de sombras chinescas.  Después llego el tío Volcker con las rebajas, y después maese Greenspan, con una nueva manera de entender la comunicación.

Envuelto en la teoría de las expectativas racionales, Greenspan, y con él una generación de banqueros centrales, decidieron aplicar su propia glasnost, abrieron ventanas, ganaron en independencia y en credibilidad a la hora de fijar sus objetivos.  En términos de comunicación, se ganó tremendamente en claridad, aunque no del todo.   Aún quedaba sitio para combinar la transparencia en la comunicación de objetivos de inflación con la opacidad en asuntos relacionados con crecimientos potenciales.  Un compromiso razonable que requería una absoluta precisión semántica.

Más allá de si las políticas fueron en sí o no acertadas, hay que reconocerle a Greenspan su insuperable habilidad a la hora de decir sin decir.  Famosa es su frase “Desde que me he convertido en banquero central, he aprendido a mascullar con gran incoherencia. Si le parezco demasiado claro, usted debe de haber malinterpretado lo que dije”.

Bernanke ha llegado aún más lejos en ese afán de transparencia y, hasta ahora, no le ha ido mal.  La transmisión de visión económica y política monetaria ha sido modélica en estos tiempos particularmente difíciles.  Sin embargo, muchos se preguntan si en esto de la transparencia informativa no se estará pasando este hombre de frenada; sobre todo después del anuncio de que piensa dar ruedas de prensa después de las reuniones del Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal.

Es comprensible que Bernanke perciba la necesidad de acercar al público las acciones de un órgano no elegido democráticamente y permanentemente bajo sospecha.  Lo hace regularmente frente a congreso y senado y tuvo que hacerlo en el fragor de la tormenta acudiendo a la televisión para ser entrevistado en 60 Minutes.  Además, otros banqueros dan ruedas de prensa y no se hunde el mundo.   Lo que sorprende es el extraño momento elegido.  Andamos debatiendo si habrá o no QEIII, si es hora de que la Fed desmonte la estructura que ha soportado al mercado hasta ahora, lo que hace que la reunión de finales de abril sea crucial y Bernanke va a exponerse a una rueda de prensa, ni más ni menos.

En fin, esperemos que tenga más reflejos que Dudley, el presidente de la Fed de Nueva York, quien en una de estas sesiones públicas de preguntas y respuestas dio la medida de su desconexión con el americano de a pie al contrarrestar la penosa subida de los precios de los alimentos con la bajada en los de los ipads como evidencia de una inflación controlada, para indignación de propios y risión de extraños.  No es probable una metedura de pata de ese calibre por parte de alguien con el temple de Bernanke, pero nunca se sabe.  El tema es espinoso y el momento delicado.  No son pocos quienes anticipan un gran aumento de la volatilidad e incluso el descarrilamiento del mercado alcista a cuenta de la brillante idea de Bernanke.  Veremos.

Buena Semana Santa a todos, y tengan cuidado ahí fuera. 

Hubo un tiempo en el que los bancos centrales eran sociedades secretas con sus propios códigos, inaccesibles al común de los mortales.  Evaluaban las condiciones económicas con ritos ancestrales y diseñaban políticas monetarias en la subterránea oscuridad de su catacumba.  Los resultados de la política de opacidad no fueron lo buenos que hubiera cabido desear.