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Ni autoflagelación, ni complacencia
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Jesús Sánchez-Quiñones

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Ni autoflagelación, ni complacencia

A nadie se le escapa la dificultad del momento actual y los numerosos problemas y retos a los que se enfrenta la economía española. Es tentador

A nadie se le escapa la dificultad del momento actual y los numerosos problemas y retos a los que se enfrenta la economía española. Es tentador rellenar páginas y páginas analizando y comentando los riesgos y penurias de nuestra economía: excesivo déficit público; necesidad de dimensionar la Administración Pública a un tamaño sostenible; elevadísima tasa de paro; sequía crediticia; reforma del sector financiero inacabada; caída de la capacidad adquisición de las familias; entre otros problemas.

Es absurdo ignorar la realidad, pero tampoco aporta nada el regodeo en los problemas y la autoflagelación. Tras cinco años de crisis, empiezan a darse ciertos datos positivos, que sin dar lugar a complacencia alguna, deben ser tomados en consideración.

La percepción respecto a España ha mejorado sensiblemente desde julio pasado. En aquel momento, se dudaba incluso de la permanencia de España en el euro. Ahora, y tras la actuación de Draghi y el BCE, dicha posibilidad se ha minimizado, al menos a corto plazo. Hasta septiembre pasado, el peso de España en las carteras de los inversores internacionales se redujo hasta niveles ínfimos, muy por debajo de los porcentajes que le corresponderían en todos los índices. Desde entonces, poco a poco, la exposición a España ha ido incrementándose. Prueba de ello es la demanda internacional de papel español, tanto de bonos soberanos como de bonos de empresas, desde principios de año. Desde el inicio de este ejercicio, los tipos de los bonos del tesoro a tres años y diez años se han reducido en 85 y 65 puntos básicos respectivamente. Prácticamente en todas las emisiones de entidades privadas más del 75% de la demanda ha sido de no residentes. Desde septiembre la tenencia de bonos del Tesoro en manos de no residentes se ha incrementado mes a mes.

Algunos de los graves excesos del boom, como el déficit por cuenta corriente, se han corregido prácticamente en su totalidad. La cifra de 2013 arrojó un déficit de 8.257 millones de euros, nada que ver con los más de 100.000 millones de déficit de 2007. Los cuatro últimos meses ya han presentado un saldo positivo, se ha conseguido contener el incremento de nuestra dependencia de la financiación del resto del mundo.

A diferencia de otros socios del euro, España ha conseguido aumentar sus exportaciones e incrementar nuestra cuota de mercado. De acuerdo con “The Economist”, España es el tercer país, tras China e India, que más ha aumentado su productividad desde 2008. La ganancia de competitividad es una realidad y no basada exclusivamente en el aumento de desempleados. Afortunadamente, dicha ganancia de competitividad ha permitido a las empresas españolas reducir su dependencia de las compras realizadas por nuestros socios del euro. Si en el año 2000 las exportaciones a la Zona Euro suponían el 60% del total, en 2012 dicha dependencia se ha aminorado hasta el 49,6%. Las exportaciones fuera de Europa suponen ya un 30% del total, 8 puntos porcentuales más que en el año 2000. Sin duda una buena noticia, dadas las débiles previsiones de crecimiento de nuestros socios europeos.

A diferencia de la percepción de absoluta confianza respecto a los balances bancarios hace ahora un año, la puesta en marcha del rescate bancario, y el cumplimiento del calendario marcado ha conseguido transmitir cierto grado de confianza respecto a nuestro sector financiero. Las entidades financieras españolas se han enfrentado a test de estrés mucho más severos que los aplicados a ningún otro sistema bancario europeo. En base a ello, se están llevando a cabo las recapitalizaciones exigidas para un escenario adverso. Pese a las incertidumbres que pueda generar un empeoramiento de la economía sobre los balances bancarios, se ha mitigado considerablemente la desconfianza sobre nuestra banca existente hace ahora un año.

España ha incumplido el objetivo del déficit del 6,3%, pero es innegable el esfuerzo llevado a cabo. Por primera vez se ha reducido el número de trabajadores públicos (no necesariamente funcionarios) en, al menos, 300.000 personas. Los inversores internacionales tienen la percepción que, por fin, se comienza a hacer algo. En los próximos meses conoceremos hasta qué punto el déficit del 6,7% se ha visto algo forzado por operaciones cosméticas como el retraso de las devoluciones del IVA. El ajuste hasta alcanzar el equilibrio presupuestario es ineludible, la cuestión es la velocidad del mismo.

Algo ha cambiado respecto a la percepción de España desde el exterior. El tipo del bono del Tesoro a diez años se sitúa en el 4,75%, niveles no vistos desde hace tres años. Los inversores extranjeros vuelven a comprar parte de las posiciones que deshicieron en el último año. Pese a los innumerables problemas todavía pendientes de abordar en toda su amplitud, conviene aflorar y comunicar los datos positivos, que también existen. No ha lugar a la complacencia, pero tampoco nos autoflagelemos.

A nadie se le escapa la dificultad del momento actual y los numerosos problemas y retos a los que se enfrenta la economía española. Es tentador rellenar páginas y páginas analizando y comentando los riesgos y penurias de nuestra economía: excesivo déficit público; necesidad de dimensionar la Administración Pública a un tamaño sostenible; elevadísima tasa de paro; sequía crediticia; reforma del sector financiero inacabada; caída de la capacidad adquisición de las familias; entre otros problemas.