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Trump no ha recortado el tamaño del Estado
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Juan Ramón Rallo

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Trump no ha recortado el tamaño del Estado

El Gobierno federal de Trump acabará siendo, en términos de gasto, mayor a aquel que abandonó Obama

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, en un acto en Arizona. (Reuters)
El presidente de EEUU, Donald Trump, en un acto en Arizona. (Reuters)

Durante su primera legislatura, Donald Trump ha bajado los impuestos (alguno, como el de sociedades, de una manera apreciable) y ha impulsado una importante desregulación de la economía. Para algunos, estos dos logros bastan para calificarlo de 'liberal', al menos en el campo económico. A la postre, si los liberales propugnan una disminución del peso del Estado en nuestras vidas y Trump lo ha recortado (aparentemente) de un modo notable, entonces Trump tendrá que ser liberal.

Ahora bien, el grado de intromisión del Estado en la sociedad no solo se mide a través de la extracción fiscal de recursos, sino también a través de la magnitud total de los recursos que maneja, es decir, a través del gasto público. A la postre, como es bien sabido, un Estado puede gastar más sin ingresar temporalmente más: la diferencia entre ambas partidas se denomina déficit público y supone cargar a las espaldas de las generaciones futuras el sobregasto que contraen los gobernantes en el presente para inflar el tamaño del Estado por encima de aquel que sería sostenible merced a la recaudación tributaria del año en curso.

Y, en este sentido, no cabe duda de que Trump ha abusado agresivamente del endeudamiento durante estos últimos años: de momento, el conjunto de pasivos federales ha pasado de 20,4 billones de dólares en el cuarto trimestre de 2017 (102,8% del PIB) a 22,7 billones (105,5% del PIB) en el tercer trimestre de 2019, esto es, un aumento de 2,3 billones de dólares en siete trimestres: en comparativa, Obama, durante el periodo más hondo de la crisis económica (cuarto trimestre de 2008 a tercer trimestre de 2010), aumentó el endeudamiento en 2,8 billones de dólares.

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Siendo así, no podemos juzgar cuánto ha contribuido Trump a desarticular el Estado —cuánto ha “drenado la ciénaga”, por usar sus propias expresiones— tan solo atendiendo a sus decisiones en materia impositiva. Para evaluar si el Gobierno federal ha sido marginalmente desarmado durante la primera legislatura del republicano —tal como debería haber hecho cualquier político liberal que se precie—, habrá que analizar la evolución del gasto público federal: a saber, ¿gasta Trump hoy menos que el último Obama?

Y, por desgracia, la respuesta es un radical no. Los gastos brutos del Gobierno federal de EEUU en 2017 fueron de 4,53 billones de dólares, mientras que ascienden a 5,41 billones en el proyecto de presupuestos que acaba de presentar Trump para 2021: un crecimiento nominal del 19,4%; en términos netos (esto es, descontando los gastos públicos que son financiados vía copagos por los ciudadanos), el gasto pasa de 3,98 billones de dólares a 4,83 billones, a saber, un crecimiento nominal del 21,3%. Dado que la inflación acumulada durante ese periodo terminará en un rango entre el 5%-6%, podemos decir que en términos reales el tamaño del Estado habrá aumentado en torno a un 15%.

placeholder Gasto público con Trump.
Gasto público con Trump.

Fuente: Cato Institute

Si en lugar de cuantificar el volumen absoluto de recursos que maneja el Estado lo ponemos en relación con el tamaño de la economía, comprobaremos que, en 2017, el Gobierno federal copaba el 23,2% del PIB estadounidense, mientras que en 2021 —aun presuponiendo un notable crecimiento económico del 2,5% tanto en 2020 como en 2021—, terminará copando el 24% del PIB. Por consiguiente, aunque de acuerdo con esta métrica la expansión del Gobierno federal no es tan intensa como apuntábamos antes, lo relevante es que el tamaño del Estado bajo el mandato de Trump aumenta incluso con relación al conjunto de la economía.

Los políticos autodenominados liberales suelen tener serias dificultades para recortar los niveles de gasto público (tanto en términos reales como, sobre todo, nominales) porque ello supone retirar rentas a grupos de presión que se han acostumbrado a recibirlas y que están dispuestos a defenderlas con uñas y dientes (si bien un político tan desacomplejado como Trump no debería haber tenido demasiados problemas para enfrentarse a tales protestas); ahora bien, lo que desde luego sí hacen todos los políticos que pretenden pasar por liberales es aumentar el gasto público por debajo del crecimiento de la economía, de modo que el tamaño del Estado vaya reduciéndose al menos en términos relativos.

Pero Trump no ha hecho ni lo uno ni lo otro. Su Gobierno federal, en términos de gasto, acabará siendo mayor a aquel que abandonó Obama. Y lo será, además, por un continuado incremento de deuda pública que carece de precedentes salvo en tiempos de guerra o en tiempos de recesión. Puede que en materia regulatoria, el Estado se haya achicado desde la llegada de Trump, pero en materia de recursos controlados por el sector público, desde luego no lo ha hecho. Y eso tiene muy poco de liberal.

Durante su primera legislatura, Donald Trump ha bajado los impuestos (alguno, como el de sociedades, de una manera apreciable) y ha impulsado una importante desregulación de la economía. Para algunos, estos dos logros bastan para calificarlo de 'liberal', al menos en el campo económico. A la postre, si los liberales propugnan una disminución del peso del Estado en nuestras vidas y Trump lo ha recortado (aparentemente) de un modo notable, entonces Trump tendrá que ser liberal.

Gasto público