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Los beneficios están cayendo mucho más que los salarios
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Juan Ramón Rallo

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Los beneficios están cayendo mucho más que los salarios

Los beneficios empresariales son mucho más volátiles que los salarios o la propia masa salarial

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Durante las etapas de recuperación económica, es muy habitual leer titulares acerca de que los beneficios empresariales crecen mucho más que los salarios. Con ello, se nos pretende dar a entender que el crecimiento económico solo está beneficiando a la 'clase social capitalista' a costa de la 'clase social trabajadora'. Las trampas de ese tipo de titulares amarillistas siempre han sido dos: remitirse a los salarios obviando la evolución de la masa salarial y olvidar la mucho más negativa evolución de los beneficios con respecto a los salarios durante las crisis.

Por un lado, que los salarios crezcan poco no significa que la masa salarial también lo esté haciendo: si el salario por trabajador no aumenta, pero el número de trabajadores sí lo hace, lo que acontece es simplemente que las empresas destinan su capital circulante a incrementar la plantilla en lugar de a mejorar la remuneración de la plantilla (algo, por cierto, bastante lógico en una economía con tantísimos desempleados como la española y en la que, de entrada, el crecimiento suele tener un perfil extensivo, basado en incorporación de nueva mano de obra, y no intensivo, basado en aumentos de la productividad y los salarios). No es que parte del crecimiento no esté beneficiando a 'la clase trabajadora', sino que los principales beneficiarios son personas que se encontraban en paro y no tanto quienes ya tenían un empleo.

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Por otro lado, los beneficios empresariales son mucho más volátiles que los salarios o la propia masa salarial. A la postre, el beneficio es el residuo remanente después de sustraer los gastos de los ingresos, y muchos gastos son imprescindibles para mantener la actividad empresarial y seguir generando ingresos, de modo que una caída de estos últimos termina repercutiendo mayoritariamente en forma de reducciones de beneficios (incluso entrando en pérdidas) y no tanto (aunque también ocurra) en forma de recorte de gastos. Y al revés: cuando los ingresos se recuperan, los gastos (incluyendo los salariales) no aumentan tanto como los ingresos y, por tanto, vuelve a generarse un margen positivo de beneficios. Sucedió en la anterior crisis y está volviendo a ocurrir en esta.

Así, entre 2007 y 2013, el componente de beneficios empresariales dentro del PIB se redujo en un 30% (conviene aclarar que beneficios empresariales no equivalen, como suele decirse en tantos medios, al excedente bruto de explotación, dado que este incluye, además de beneficios, los ingresos de los trabajadores autónomos, la depreciación del capital y las rentas imputadas a los propietarios de viviendas); en cambio, entre 2008 y 2013, la masa salarial se redujo menos de la mitad, esto es, alrededor de un 13% (en este caso, tomamos 2008 en lugar de 2007 porque el máximo de masa salarial se alcanzó ese año). Es lógico, por consiguiente, que durante los años posteriores a 2013 —los años de recuperación—, los beneficios empresariales también crecieran más que la masa salarial.

Del mismo modo que ahora mismo los beneficios se han hundido mucho más que los salarios, en el futuro será previsiblemente a la inversa

Y, al igual que ocurrió durante la crisis anterior, también en esta los beneficios empresariales están fluctuando mucho más que los salarios. Así las cosas, la masa salarial en el conjunto de 2020 fue de 542.000 millones de euros, frente a los 571.000 de 2019: se trata, pues, de una caída del 5%. En cambio, el excedente bruto de explotación ha pasado a ser de 478.000 millones de euros frente a los 546.000 millones de 2019: un hundimiento del 12,5% (más del doble). En realidad, sin embargo, recordemos lo que ya hemos matizado antes: el excedente bruto de explotación no recoge únicamente beneficios empresariales, sino otras rentas no salariales que, en todo caso, exhiben un comportamiento mucho más estable que los beneficios (como la imputación de rentas inmobiliarias o el consumo de capital fijo), lo que significa que por necesidad los beneficios habrán caído mucho más que ese 12,5% (desgraciadamente, Contabilidad Nacional todavía no nos proporciona todos los datos necesarios como para individualizarlos).

En definitiva, conviene recordar estas cifras en estos momentos no para victimizar a los capitalistas —que va en la naturaleza de su actividad económica experimentar este tipo de caídas— sino para que en el futuro, cuando se nos vuelva a bombardear con titulares de que los salarios se estancan mientras los beneficios se disparan, las recordemos. Del mismo modo que ahora mismo los beneficios se han hundido mucho más de lo que lo han hecho los salarios, cabe esperar (y desear: porque el tejido productivo necesitará recapitalizarse después de estos pésimos años) que en el futuro los beneficios se incrementen bastante más que los salarios. No es extractivismo: es naturaleza de los salarios y de las ganancias.

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Durante las etapas de recuperación económica, es muy habitual leer titulares acerca de que los beneficios empresariales crecen mucho más que los salarios. Con ello, se nos pretende dar a entender que el crecimiento económico solo está beneficiando a la 'clase social capitalista' a costa de la 'clase social trabajadora'. Las trampas de ese tipo de titulares amarillistas siempre han sido dos: remitirse a los salarios obviando la evolución de la masa salarial y olvidar la mucho más negativa evolución de los beneficios con respecto a los salarios durante las crisis.

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