Laissez faire
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¿Va a caer el Deutsche Bank?
¿Existen razones específicas para que esta entidad financiera genere preocupación en los mercados?
Llevamos medio mes de marzo con sobresaltos financieros a ambos lados del Atlántico y, por tanto, es comprensible que cualquier turbulencia en el mercado financiero parezca pronosticar el siguiente drama por venir. Así las cosas, el pasado viernes las acciones del Deutsche Bank se hundieron y el coste de aseguramiento de su deuda (los CDS) se disparó, lo que parecería presagiar que el mayor banco de Alemania será el siguiente en caer.
Y, por supuesto, cualquier cosa puede terminar sucediendo en un pánico bancario: en un sistema financiero estructuralmente ilíquido (inversiones a largo plazo financiadas con deuda a corto), cualquier fuga incontrolable de depósitos conduce a la liquidación a pérdidas de los activos y, potencialmente, a la suspensión de pagos del banco. Por tanto, sí, cualquier banco europeo podría terminar cayendo si suficientes acreedores a corto plazo le retiraran su financiación. La cuestión es si existen elementos indiciarios suficientes como para pensar que Deutsche Bank está bastante peor que el resto de bancos europeos.
En primer lugar, la ratio de solvencia de la entidad alemana (medida como fondos propios y deuda subordinada entre activos ponderados por riesgo) está en el 18,4%, ligeramente por encima de la media de la eurozona y bastante por encima de los principales bancos españoles (la cual oscila entre el 15% y el 17,5%). Segundo, desde el año 2020, y después de haber sido considerado durante muchos años el enfermo del sistema financiero europeo, el banco regresó a la rentabilidad (a diferencia de lo que ocurría, por ejemplo, con Credit Suisse, cuyas pérdidas en 2022 fueron superiores a todas las ganancias acumuladas en los 12 años previos). Y tercero, alrededor del 40% de todos los depósitos del banco está cubierto por el fondo de garantía de depósitos, lo que reduce (aunque no elimina) el incentivo a la retirada de estos pasivo (en el caso de Credit Suisse, eran menos del 15%).
Lo anterior no es ciertamente garantía absoluta de nada, porque para poder evaluar con mayor precisión la solvencia del banco deberíamos conocer la calidad de sus activos: deberíamos conocer el riesgo de impago de sus distintas inversiones (por ejemplo, sí sabemos que el banco carga con una exposición de 16.000 millones de euros a hipotecas comerciales estadounidenses, las cuales podrían ser objeto de considerables pérdidas en el medio plazo), el riesgo de interés no cubierto de su cartera de bonos (aparentemente en la media europea y por debajo de la banca regional estadounidense) o las pérdidas potenciales de su cartera de derivados (cifrada en unos 14 billones de euros, pero en línea con los estándares europeos). Sin una cuantificación realista de las pérdidas que de ahí puedan derivarse, es difícil evaluar si los 66.000 millones de euros en capital para absorber pérdidas son suficientes o no.
Pero desde luego, a simple vista, no hay demasiados indicios que nos lleven a pensar que la situación del Deutsche Bank sea apreciablemente peor que la de otras entidades europeas. No es que el actual contexto de altos (o, mejor dicho, mayores) tipos de interés no constituya un muy importante reto de efectos potencialmente letales para las entidades del Continente (en forma de aumento de costes de financiación, de fuga de depósitos en búsqueda de mayor rentabilidad, de posibles liquidaciones con pérdidas o incluso de impagos crediticios), pero ese reto no tiene por qué ser superior para el Deutsche Bank que para el resto de bancos. De ahí que focalizar la atención en esta entidad alemana (meramente por haber sido durante mucho tiempo una entidad problemática) no parece del todo justificado.
De hecho, y al menos de momento, el pánico sobre los activos financieros del banco no ha alcanzado, ni mucho menos, proporciones irreversibles: la cotización de las acciones ni siquiera se halla en mínimos del último año, y los CDS, a pesar de la subida reciente, están muy lejos de los niveles ciertamente críticos que marcaron en el caso de Credit Suise y todavía se hallan por detrás de los de otros bancos europeos como Unicredit. Es decir, desde luego hay preocupación en el mercado pero todavía contenida. Lo cual no es incompatible, según ya señalamos, con que entremos en una ola de miedo autoalimentada que termine llevándose al Deutsche Bank por delante: pero eso, y a falta de mayor información, podríamos decirlo sobre cualquier otro banco.
Llevamos medio mes de marzo con sobresaltos financieros a ambos lados del Atlántico y, por tanto, es comprensible que cualquier turbulencia en el mercado financiero parezca pronosticar el siguiente drama por venir. Así las cosas, el pasado viernes las acciones del Deutsche Bank se hundieron y el coste de aseguramiento de su deuda (los CDS) se disparó, lo que parecería presagiar que el mayor banco de Alemania será el siguiente en caer.
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