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Juan Ramón Rallo

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Homenaje a Akira Toriyama

Akira Toriyama creó un universo maravilloso que marcó profundamente la vida de millones de personas durante su infancia y adolescencia

Foto: (EC Diseño/Marina G. Ortega)
(EC Diseño/Marina G. Ortega)
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Permítanme que hoy me desvíe un poco de las temáticas habituales en esta columna, pero ayer conocimos que el pasado 1 de marzo murió a los 68 años Akira Toriyama. La mayoría de quienes atravesamos, o somos atravesados por, la cuarentena hemos tenido una infancia directa o indirectamente influida por su muy conocida obra maestra, Dragon Ball, y no querría desperdiciar la ocasión para rendirle un agradecido homenaje al mangaka por excelencia entre los mangakas.

Aunque el manga y el anime japonés no arrancan ni mucho menos con Dragon Ball (ni siquiera la obra del propio Toriyama lo hace: previamente ya había creado series tan exitosas y recomendables como Dr. Slump), es indudable que Dragon Ball sí marca un antes y un después radicalmente transformativo en este género. Por dos motivos.

Primero, Dragon Ball convierte al manga y al anime japonés en un fenómeno verdaderamente internacional: en cierto sentido, podríamos decir que Dragon Ball es el principal responsable de la globalización de este género. Es verdad que con anterioridad a 1984, año en el que comienza a publicarse semanalmente Dragon Ball en la Shōnen Jump, ya había habido series muy exitosas en Japón que tuvieron cierta capacidad para permear entre las audiencias occidentales: Astro Boy, Mazinger Z, Doraemon, Captain Tsubasa o el propio Dr. Slump.

Pero ninguno de ellos se convirtió en un fenómeno de masas fuera de Japón: los 42 volúmenes recopilatorios que componen la serie completa de Dragon Ball (desde la saga de Pilaf a la saga de Majin Buu) han vendido 160 millones de copias dentro de Japón y 100 millones de unidades fuera de Japón: es decir, un promedio de 2,38 millones de copias por volumen fuera de Japón y casi el 40% de todas sus ventas. Por ponerlo en perspectiva: los 107 volúmenes (hasta la fecha) del que hoy por hoy es el manga más vendido de la historia en términos absolutos, One Piece, acumulan ventas globales de 523 millones de copias, de las cuales 100 millones son fuera de Japón: es decir, menos de un millón de copias por volumen y por debajo 20% del total son ventas fuera de Japón. Vamos, que Dragon Ball fue un fenómeno casi tan japonés como global.

Foto: Una fotografía en blanco y negro tomada en mayo de 1982 muestra al artista japonés de manga Akira Toriyama. (EFE/EPA/Jiji Press)

Segundo, Dragon Ball creó una estructura canónica dentro de los shōnen de acción que posteriormente ha sido reproducida por muchas otras grandes series dentro del género (algo similar a lo que ha sucedido con El Señor de los Anillos y la literatura fantástica). Algunas características básicas de esta estructura canónica son las siguientes:

1. Aventura dirigida tanto al autodescubrimiento personal como a la salvación de la humanidad

Dragon Ball —como su nombre indica— empieza como una aventura por buscar las siete bolas mágicas del dragón, capaces de otorgar cualquier deseo a quien las reúna y convoca a Shen Long. Pero, en el fondo, es mucho más que eso: es el viaje de Son Goku para descubrir quién es —no es un ser humano sino un saiyajin criado por humanos— y para proteger a la humanidad de aquellos que aspiran a esclavizarla o destruirla. Este viaje de autodescubrimiento personal, que discurre en paralelo a la protección de la humanidad, también lo hallamos en otros grandes mangas como One Piece (Luffy va conociendo sus orígenes vitales mientras busca el tesoro One Piece para convertirse en el Rey de los Piratas), Naruto (Naturo adquiere conciencia de su tragedia familiar conforme persigue su sueño de convertirse en Hokage para proteger a la aldea de Konoha) o Bleach (Ichigo descubre su cuádruple identidad humano-shinigami-hollow-quincy conforme trata de rescatar en diversas sagas a sus amigos secuestrados —Rukia, Orihime o Ishida— lo cual a su vez forma parte de un complot más amplio que amenaza con destruir los diversos planos de la realidad).

2. Lucha del bien contra el mal

La aventura de autodescubrimiento personal y de salvación de la humanidad es, por consiguiente, una lucha del bien contra el mal: las adversidades que ha de superar el protagonista no son pequeñas pruebas o piedras en el camino, sino el mal genuino en sí mismo. En este sentido, todo shōnen que se precie ha de concluir con el triunfo del bien sobre el mal, pero únicamente después de haber reducido al bien a la desesperación y a la derrota casi absoluta. Son Goku derrota a Piccolo Daimaō, a Freezer o a Buu después de que éstos hayan aplastado o asesinado a buena parte de sus amigos, maestros e incluso de la especie humana, y en algunos casos después de que él mismo fuera humillantemente derrotado. Algo similar cabe decir de Naruto contra Pain y Madara, de Ichigo contra Aizen o Yhwach, o de Luffy contra Kaido.

3. Los buenos son muy buenos, incluso inmaculadamente buenos

Frente a la tendencia actual —muy evidente en sagas como Canción de Hielo y Fuego— de dibujar a todos los personajes como una mezcla de bondad y maldad, de civilización y barbarie, o de honor y corrupción, en los shōnen continuadores de Dragon Ball los buenos son el ideal máximo de bondad posible. Se busca extremar el contraste entre el bien y el mal para poner en valor al primero frente al segundo. De hecho, la justicia y la incorruptibilidad de los buenos en los shōnen no son ni siquiera características aprendidas o impostadas para buscar un cierto reconocimiento social (señalizando virtud).

No, los buenos son natural e inmaculadamente buenos: lo son desde la cuna y aun habiendo padecido en ocasiones infancias terribles. Pero que sean buenos no equivale a que sean perfectos: los protagonistas podrán ser bondadosos, mas también son relativamente ingenuos, bobalicones o escasamente empáticos con los sentimientos de otras personas. Son Goku es una persona sin ningún tipo de arista de mala fe, pero poco ejemplar como padre y marido: una especie de niño grande que, incluso en la cuarentena, sólo piensa en ejercitarse físicamente y proteger a los suyos. Esta ingenuidad buenista es muy similar a la que podemos hallar especialmente en Luffy y también, hasta cierto punto, en Naruto, Gon (de Hunter x Hunter) o Tanjiro (en Kimetsu no Yaiba).

Para extremar el contraste entre el bien y el mal, no solo los buenos han de ser muy buenos, sino que también los malos han de ser muy malos

4. Los malos son muy malos, pero casi siempre con una oportunidad final de redención

Precisamente para extremar el contraste entre el bien y el mal, no solo los buenos han de ser muy buenos, sino que también los malos han de ser muy malos. El sueño de los malvados ha de ser de la inmoralidad extrema: esclavizar y aniquilar a la humanidad, normalmente sin otro motivo que satisfacer su ansia egoísta de destrucción y caos. Es decir, que sus malas acciones no son ni siquiera instrumentales para alcanzar un fin superior, sino que el mal es su mismo fin. No obstante, y pese a todo lo anterior, casi siempre los malos tienen la ocasión de redimirse: o bien de volverse buenos o, en el peor de los casos, neutrales.

En Dragon Ball, Piccolo Daimaō se redime a través de su hijo (o reencarnación) Piccolo Jr., que termina siendo el tutor de Son Gohan y uno de sus mejores amigos; asimismo, Buu se redime en su reencarnación de Uub, quien se convierte en discípulo de Son Goku; Vegeta se redime deviniendo el compañero de armas de Son Goku y nacionalizándose de facto terrícola al asentarse en la Tierra y formar una familia con Bulma; e incluso en Dragon Ball Super, Freezer termina redimiéndose parcialmente sumándose a las filas del Universo 7 para evitar el borrado de todo ese universo.

Este mismo patrón resulta clarísimamente observable en otros grandes mangas. En Naruto, Gaara se redime convirtiéndose en Kazakage y en uno de los mejores amigos de Naruto; Orochimaru se redime aliándose con las Fuerzas Aliadas Shinobi en la Cuarta Gran Guerra Ninja; Pain/Nagato se redime sacrificándose para resucitar a toda la Aldea de Konoha; y Obito se redime traicionando finalmente a Obito y salvando a Kakashi y Naruto. En Hunter x Hunter, incluso Meruem acaba hallando redención en sus últimos instantes al morir en paz con Komugi. En One Piece, aunque es verdad que los villanos no suelen redimirse salvo expiando sus penas encarcelados (como el caso de Doflamingo), sí hay casos obvios de redención, como el de Nico Robin, en un comienzo aliada de Crocodile y finalmente miembro de la tripulación de Luffy.

placeholder Un turista toma fotos de una estatua de Son Goku. (EFE/EPA/Franck Robichon)
Un turista toma fotos de una estatua de Son Goku. (EFE/EPA/Franck Robichon)

5. Superación a través del esfuerzo personal

El mal suele ser, en un comienzo, más poderoso que el bien. En caso contrario, no habría ninguna aventura épica que narrar. No es que el bien no carezca de ningún potencial: generalmente, los protagonistas suelen contar con algún tipo de habilidad o talento que, a modo de diamante en bruto, puede tallarse para alcanzar todo su esplendor. De hecho, para que el bien pueda acabar derrotando al mal resultará imprescindible que tales talentos se desarrollen a través del esfuerzo personal, el entrenamiento, al aprendizaje y la experiencia. Así, una característica compartida por todos los shōnen similares a Dragon Ball es la cultura del esfuerzo para superar los límites propios y alcanzar la transformación personal: transformación personal que, en muchos casos, incluso lo es en términos literales.

En Dragon Ball, los sayiajin como Goku o Vegeta van alcanzando diferentes transformaciones (SSJ1, SSJ2, SSJ3, SSJ Blue, etc.) según sus ascendientes grados de poder (en paralelo con las transformaciones de sus enemigos Freezer, Cell o Buu). En One Piece, Luffy también va desarrollando distintos niveles de poder (Gear Second, Gear Third, Gear Fourth, Gear Fifth). Lo mismo que en Bleach (Shikai, Bankai y Shukai) o en Naruto (Manto de Bestia con una Cola, transformación en Kyubi, modo sabio, modo sabio de los seis caminos). De hecho, como nota al margen, hay que señalar que uno de los grandes retos que ha de superar todo shōnen de calidad es evitar que las gradaciones de poder a lo largo de la historia se desborden hasta lo inabarcable y, por tanto, hasta la irrelevancia argumental (un problema en que terminó cayendo Dragon Ball).

6. Superación personal a través del aprendizaje de los maestros

La superación personal no sólo se alcanza con el esfuerzo, sino a través del aprendizaje. Contar con un maestro sabio, experimentado y reverencial es crucial para dar un salto cualitativo enorme en poco tiempo. Los ancianos no son seres débiles y inútiles, sino en ocasiones algunos de los personajes más poderosos, doctos y temibles de las series: pues son el fruto de décadas de entrenamiento, aprendizaje y superación personal. En Dragon Ball, Son Goku tuvo como maestros a su abuelo Gohan, a Muten Roshi, a Karin, a Kami Sama y a Kaíto. En Naruto, el propio Naruto tuvo como maestros a Iruka, Kakashi, Jiraya y Fakusaku. O en One Piece, Luffy aprendió de Rayleigh.

placeholder La batalla organizada por Cell en 'Dragon Ball'. (Toei Animation)
La batalla organizada por Cell en 'Dragon Ball'. (Toei Animation)

7. Superación personal a través de la rivalidad

El último motor de la superación personal, más allá del esfuerzo propio y del aprendizaje con los maestros, es la rivalidad entre compañeros. El protagonista de estas series suele exponerse a una ferocísima competencia con su principal compañero de armas y, a través de esa competencia, ambos terminan superándose. El caso más claro en Dragon Ball es la dupla Son Goku-Vegeta, si bien previamente lo fue también Goku-Krilin. En Naruto, encontramos un caso de rivalidad parangonable entre Naturo y Sasuke; en Hunter x Hunter, entre Gon y Killua; y en One Piece, aunque mucho más atemperada, entre Luffy y Captain Kid.

8. La fraternidad como nexo de unión entre los buenos

Que exista rivalidad entre compañeros no es óbice para que exista un fuerte compañerismo entre las fuerzas del bien. A la postre, si los malos cuentan con su propia organización criminal (salvo algunas excepciones de destructores solitarios, como pueda ser Buu una vez liberado de su subordinación a Babidi; o Uchiha Madara en Naruto) y, por tanto, con su propia jerarquía vertical de poder y de maldad (en Dragon Ball, Freezer tiene su propio ejército de soldados y subordinados, sus lugartenientes, como Zarbon y Dodoria, así como las célebres Fuerzas Especiales Ginyu; en Naruto, Akatsuki es una organización criminal dirigida a destruir el mundo ninja; en One Piece, tanto la Marina, como los Shichibukai, como los Yonkou cuentan con sus propios ejércitos de oficiales y soldados; en Bleach tanto los shinigamis en la Sociedad de Almas, como los hollows en Hueco Mundo como los quincies se organizan militarmente en cadenas de mando; en Kimetsu no Yaiba Muzan Kibutsuji cuenta con las Doce Lunas Demoníacas), las fuerzas del bien también deberán asociarse para, aprovechando las distintivas habilidades de cada uno de ellos, volverse más fuertes y derrotarlos.

Y, en ese sentido, el principal valor presente en cualquiera de estos grupos de combatientes por el bien es el compañerismo o, más bien, la fraternidad. A diferencia de lo que sucede con las bandas de malvados, donde los jefes sacrifican incluso por sádico placer a sus peones, entre los buenos impera el deber de irrestricto sacrificio por los nakamas: y no desde los débiles a los fuertes sino, generalmente (nobleza obliga), desde los fuertes a los débiles. Son Goku, por ejemplo, se sacrifica contra Raditz para salvar a Piccolo Jr. y a Son Gohan, y vuelve a hacer lo propio ante Cell para salvar la Tierra. Asimismo, Naruto no duda en arriesgar en numerosas ocasiones su propia vida para salvar a Sasuke de su propia negación y autodestrucción; al igual que sucede con Luffy rescatando a Robin, Sanji o Jinbei de las servidumbres y los fantasmas del pasado que los atormentan.

Las bolas de dragón pueden tanto otorgar la vida o la juventud eterna a los malvados, cuanto restaurar toda la destrucción y muerte

9. Armas nucleares con capacidad de salvación y destrucción global

En medio del combate entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal, suele ser habitual que existan poderes ocultos ancestrales con una enorme capacidad tanto creativa como destructiva. Estas armas nucleares, auténticos Deus ex machina en la historia, son amorales por naturaleza, esto es, poseen un carácter enteramente neutral y, por tanto, corresponderá a su portador definir si son usadas o para el bien o para el mal. De ahí que tengan el claro potencial de desequilibrar enormemente la balanza hacia el lado del bien o hacia el lado del mal, y de ahí que su control efectivo centre gran parte de la aventura y de la lucha entra las fuerzas del bien o del mal. El caso más evidente es el de las bolas de dragón en Dragon Ball, las cuales pueden tanto otorgar la vida o la juventud eterna a los malvados cuanto restaurar toda la destrucción y muerte que éstos han provocado. Pero encontramos fenómenos similares en Naruto (con los Biju), en One Piece (con las armas ancestrales: Pluton, Poseidon y Uranus) o en Bleach (como el Hōgyoku).

10. Humor en medio de la adversidad y la tragedia

Por último, una nota característica e imprescindible en todos estos shōnen es su voluntad de combinar la tragedia y la desesperación con el sentido del humor, tanto como forma de alternar registros que mantengan la atención del espectador (sobre todo cuando las notas de humor llegan de un modo cortante, extemporáneo e inesperado) cuanto para mostrar que, incluso en medio de la adversidad, existe margen para sonreír. El origen de esas situaciones humorísticas suele ser la exageración —y ridiculización— de algún vicio de sus personajes, lo que también sirve para criticar indirectamente tales vicios: ya sea la gula (tanto de Son Goku, como de Luffy o de Naturo) o la lujuria (en Muten Roshi, o en Sanji o en Jiraya) o la irascibilidad (Chi-Chi, Nami o Sakura).

placeholder Goku en el desfile de Acción de Gracias en Nueva York. (EFE/EPA/Porter Brinks).
Goku en el desfile de Acción de Gracias en Nueva York. (EFE/EPA/Porter Brinks).

Aunque esta estructura canónica de Dragon Ball y de sus mangas herederos pueda caer a veces en un simplismo maniqueo, también sirve para transmitir a los lectores y espectadores, desde su misma infancia, valores tan importantes para una buena vida como son la superación personal, el aprendizaje continuado, la honorabilidad, la justicia, el esfuerzo, la superioridad del bien frente al mal, el perdón, el deber de protección del débil, el respeto hacia los mayores, la entrega desinteresada hacia los amigos y el rechazo de los vicios de la personalidad.

Akira Toriyama creó un universo maravilloso que marcó profundamente la vida de millones de personas durante su infancia y adolescencia. No el universo con mejores tramas argumentales o con mayor variedad y desarrollo de personajes dentro de un manga, pero sí un universo que transformó para siempre la cultura del manga y, con ella, la de todos sus aficionados en ambos hemisferios del planeta. Ese universo se cierra con su muerte —más allá de los desarrollos que pueda sufrir a manos de herederos como Toyotaro— pero seguirá acompañando durante toda su vida a muchas generaciones presentes y futuras.

Descanse en paz y muchas gracias por tantas horas de emoción, imaginación, diversión, alegría, expectación y pasión.

Permítanme que hoy me desvíe un poco de las temáticas habituales en esta columna, pero ayer conocimos que el pasado 1 de marzo murió a los 68 años Akira Toriyama. La mayoría de quienes atravesamos, o somos atravesados por, la cuarentena hemos tenido una infancia directa o indirectamente influida por su muy conocida obra maestra, Dragon Ball, y no querría desperdiciar la ocasión para rendirle un agradecido homenaje al mangaka por excelencia entre los mangakas.

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