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Las limitaciones del apoyo ilimitado del BCE
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Antonio España

Monetae Mutatione

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Las limitaciones del apoyo ilimitado del BCE

Imagínense que están dándose un refrescante baño en su piscina y, de repente, aparecen unos corchos flotando. Como quiera que no les agradan, intentan hundir los

Imagínense que están dándose un refrescante baño en su piscina y, de repente, aparecen unos corchos flotando. Como quiera que no les agradan, intentan hundir los corchos bajo la superficie del agua utilizando sus manos para retirarlos de su campo de visión. Cuando se les acaban las manos, tienen que empezar a usar los pies, los codos, la barbilla, hasta que ya no les quedan “recursos”. Piden ayuda a su familia y vecinos y a duras penas los van manteniendo bajo el agua. Pero siguen apareciendo y cada vez más grandes y al final no les queda más remedio que utilizar las manos ocupadas, liberando los que ya sujetaban que, irremediablemente, vuelven a emerger a la superficie. Pese a su esfuerzo para hundirlos, van surgiendo nuevos corchos, que ustedes intentan sumergir soltando los otros que tenían sujetos, provocando un característico chapoteo (¡chop... chop... chop!).

Pues bien, una imagen similar es la que ofrecen las autoridades españolas y europeas, desbordadas en su intento de ocultar la crisis financiera y de deuda bajo más deuda. De este modo, cada vez que creen controlada la situación y, por ejemplo, la prima de riesgo amanece cayendo 20 puntos en una mañana de agosto cualquiera, de repente, una crítica del Bundesbank a una posible compra de deuda pública soberana por el BCE y ¡chop!, tenemos de nuevo la rentabilidad del bono español con tendencia alcista.

En las últimas semanas me han comentado en varias ocasiones, tanto en twitter como en persona, una idea que viene siendo parte del discurso de todos aquellos que aún creen en la bondad de la intervención estatal. Esta idea ha cobrado, además, notoriedad en las últimas horas tras la información publicada el fin de semana por el semanario alemán Der Spiegel. Consiste en que el BCE lance un mensaje contundente a los mercados comprometiéndose a no consentir que la rentabilidad del bono de ningún país de la Eurozona supere un umbral determinado, comprando los títulos de deuda pública que sean necesarios para mantener la prima de riesgo en, digamos, 350 puntos como máximo.

Piensan quienes defienden esta política de “apoyo ilimitado”, entre ellos el propio ministro Luis de Guindos, que de esta manera podrá mantenerse a raya a los especuladores, que no tendrán más remedio que desistir y marcharse a “atacar” a otras presas más débiles ante tamaña demostración de poder por el BCE. Nada más lejos de la realidad. En realidad lo que están realizando es una apelación a los instintos más bajos del "especulador" más contumaz que, como tiburones al olor de la sangre, acuden a la llamada siempre que alguien promete sostener como sea el valor de cualquier activo. Como dijo el conocido inversor George Soros, “encuentra una tendencia cuya premisa sea falsa y apuesta tu dinero contra ella” (Find the premise which is false and bet against it).

No en vano, el que seguramente sea el “ataque especulativo” más famoso contra un país fue el protagonizado por el mismo Soros en septiembre de 1992, cuando el Banco de Inglaterra se empeñó en sostener el valor de la libra esterlina para mantenerla dentro del rango de variación fijado por el Sistema Monetario Europeo (SME) que estaba vigente por aquel entonces.

De forma muy resumida, ante la fortaleza del marco alemán y para mantener el tipo de cambio dentro de la banda de fluctuación exigida (un 6% con respecto al marco), el banco central británico se comprometió a comprar todas las libras que fueron necesarias -utilizando como contrapartida sus reservas en oro o en otras divisas-. Ya se ve, que al igual que pasaba en el estanque con los corchos, tarde o temprano, el Banco de Inglaterra se quedaría sin recursos para sostener su moneda.

Y así ocurrió. No tuvo Soros más que poner en el mercado una oferta de venta de 10.000 millones de libras esterlinas -que el Banco de Inglaterra se había auto-obligado a comprar- a cambio de la cantidad equivalente de marcos alemanes para que cundiera el pánico y terminara claudicando la mismísima autoridad monetaria británica, que tuvo que dejar flotar libremente su emblemática moneda que inmediatamente se depreció un 15% con respecto al Deutsche Mark.

Seguramente habrá alguien tentado de responder que no es el mismo caso. Que en aquel entonces se trataba de defender un tipo de cambio de una moneda frente al resto del mundo y que, en la actualidad y bajo el paraguas del euro, no se dan las mismas circunstancias. A fin de cuentas, se trata de una cuestión de diferencial de rentabilidad de los bonos entre países que comparten la misma moneda. En este caso, el BCE tiene la capacidad ilimitada (sic) de imprimir euros para monetizar la deuda de los países atacados (sic) y aliviar las tensiones internas.

En efecto, las circunstancias no son idénticas, pues al no existir en puridad un tipo de cambio fijo entre los países del euro por tener la misma moneda, por definición no se pueden dar aquellas tensiones cambiarias. No obstante, en el caso de una moneda única, como es el euro, los desajustes se manifiestan en la pérdida generalizada de competitividad, tal y como venimos sufriendo. Pérdida que sólo puede recuperarse con reformas estructurales que flexibilicen y desregulen los mercados. Es decir sacando los corchos de la piscina en lugar de intentar ocultarlos bajo el agua.

Tal y como sostiene el profesor Huerta de Soto en su defensa austriaca del euro, la caída de ingresos por la pérdida de competitividad termina trasladándose al sector público, de tal modo que “la cotización en los mercados financieros de la deuda pública soberana de cada país ha pasado a recoger las tensiones que típicamente se reflejaban en las crisis de los tipos de cambio, cuando estos eran más o menos fijos en un entorno de nacionalismo monetario”.

Desde este punto de vista, estarán de acuerdo conmigo en que, siendo diferentes, sí que se asemejan la situación actual y la de hace veinte años, pues existe un importante paralelismo entre la crisis de la libra esterlina del 92 y su defensa suicida del statu quo y la crisis de la deuda pública que estamos viviendo hoy en día.

Recuerden que a la vuelta del verano se cumplirá el aniversario de aquel Black Wednesday del 16 de septiembre de 1992. ¿Están seguros nuestros políticos de querer repetir la Historia apostando por un imposible rescate ilimitado? El caso es que los “especuladores” ya están afilando el cuchillo, tal y como demuestra la evolución reciente de la prima de riesgo.

*Jesús Huerta de Soto. En defensa del Euro: un enfoque austriaco. (Con una crítica a los errores del B.C.E. y al intervencionismo de Bruselas)

Imagínense que están dándose un refrescante baño en su piscina y, de repente, aparecen unos corchos flotando. Como quiera que no les agradan, intentan hundir los corchos bajo la superficie del agua utilizando sus manos para retirarlos de su campo de visión. Cuando se les acaban las manos, tienen que empezar a usar los pies, los codos, la barbilla, hasta que ya no les quedan “recursos”. Piden ayuda a su familia y vecinos y a duras penas los van manteniendo bajo el agua. Pero siguen apareciendo y cada vez más grandes y al final no les queda más remedio que utilizar las manos ocupadas, liberando los que ya sujetaban que, irremediablemente, vuelven a emerger a la superficie. Pese a su esfuerzo para hundirlos, van surgiendo nuevos corchos, que ustedes intentan sumergir soltando los otros que tenían sujetos, provocando un característico chapoteo (¡chop... chop... chop!).