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Marc Vidal

Salida de Emergencia

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Marc Vidal

¿Hará huelga general la Red?

El próximo 2 de noviembre a Obama le va a sentar fatal la cena. Básicamente por optimista. Creyó que en otoño del presente la economía norteamericana

El próximo 2 de noviembre a Obama le va a sentar fatal la cena. Básicamente por optimista. Creyó que en otoño del presente la economía norteamericana volvería a entonar la fase de crecimiento, que volvería crear empleo y, por derivación, tras un período de dudas sobre su gestión, el pueblo americano empezaría a valorar positivamente la gran tarea del bueno de Barack. Ni en la peor de sus pesadillas hubiera imaginado que la situación iba a ser tan desastrosa como en la actualidad. El paro no remite, el país no crece, los primeros síntomas de arranque se debieron a unos estímulos públicos que ahora no hacen más que engordar el problema y un sistema financiero tan contrario a que le toquen la entrepierna como antes de empezar el colapso.

 

Zapatero pensó algo parecido hace un tiempo, pero se estrelló contra el déficit. Un volumen inasumible que provocó el ultimátum de los mercados y, por derivación, de los dirigentes que más pintan en esta merienda. Por eso, él ya no contaba con fechas ni cifras. Ahora considera que lo bueno está por llegar. En USA un Zapatero negro y en España un Obama blanco han hipotecado el futuro de una generación cloroformizada. Tanto el uno como el otro esperan que el tiempo, con su inercia dichosa, acabe por asentar una economía en parálisis técnica. Los dos sueñan con que una de las máximas de la política se cumpla: la memoria de pez del ciudadano.

Y ahora toca atender. Los nuevos planes de estímulo de Obama, que meten los dedos una vez más en la herida aun mal curada, crearán empleo bien entrado el 2011. Está por ver que el efecto boomerang esta vez no sea catastrófico. Emitir más billetes, repartir más dinero, estimular de nuevo la economía como si Keynes estuviera sentado a la derecha del Padre, es un poco suicida, pero bueno, tal vez funcione.

Otra cosa es que aquí, en España, eso es inviable. Se pongan como se pongan los sindicatos eso no puede ser. No hay manera de sacar más dinero virtual de donde no existe. Supongo que cuando las almas cándidas que dirigen los sindicatos piden al Estado que transfiera más sustancia a una maquinaria paralizada y que no proporciona ingresos, lo dicen por que algo tienen que decir, porque no cabe en ninguna cabeza que España pueda soportar todo lo que los sindicatos solicitan.

Los sindicatos deberían de adaptarse a los tiempos. No es una frase hecha, es una verdad lírica. ¿Qué es eso de reducir los servicios mínimos? ¿Qué tipo de chantaje social oculta esa solicitud? ¿A que se refieren con eso de que no quieren que el 29 de septiembre no salgan vuelos internacionales de ningún aeropuerto español? Cuando un dirigente social exige algo de este tipo es que no está cerca de la realidad. Aunque se definan como líderes laborales, el contacto con la realidad empresarial y emprendedora de este país es nula.

¿Qué saben todos estos de lo que es poner en marcha un negocio? ¿Acaso saben que significa jugarte todo tu patrimonio todos los días para intentar dar trabajo a un grupo de personas? ¿Han oído hablar de los emprendedores por cuenta ajena? ¿Creen sinceramente que una huelga general en pleno siglo XXI puede detener el curso de la economía global?

 

Estos tipos no se enteran de nada. La mayoría de las actividades económicas que se desarrollan en una sociedad tecnológica como la nuestra dependen de plataformas que no harán huelga. Me retuerzo de la risa viendo a según que dirigentes que llevan décadas “defendiendo” a los trabajadores, no decir nada sobre la verdadera masa laboral de este país, por lo menos la que puede llevarlo a un cambio que lo saque del agujero: los emprendedores. Hablan de convenios y de “despidos” cuando aquí la única modalidad de apertura laboral que parece dar “algo” de resultado es el proyecto propio. O a través de un modelo emprendedor de uno mismo con el pago único del subsidio de paro o entrando como trabajador en uno de esos proyectos arriesgados de un emprendedor. Es decir, aquí lo que menos falta hace es huelgas sobre la “flexibilidad” laboral y más juergas sobre como pensamos estimular y ayudar a los emprendedores que se juegan todo a una carta cada mañana.

El cambio de modelo en el crecimiento de España no dependerá de una manifestación dinamizada desde las estructuras de los sindicatos y sus liberados, ni con una huelga general que en la mayoría de los casos responderá a la presión en algunos polígonos industriales y miles de persianas bajadas por miedo a que te rompan los cristales. Ese cambio que deberá traer empleo y empleo cualificado depende de decisiones políticas consensuadas desde la modernidad y no desde la impuesta voluntad de unos pocos que parecen vivir en plena Revolución Industrial.

Además, las empresas de este país seguirán vendiendo por ecommerce, seguirán enlazando por skype, atendiendo a sus peticiones de perfiles en redes sociales, actuarán en consecuencia con los tiempos de la nueva economía, la de la atención, la de los negocios que no cierran, la de la venta por empatía.

Los sindicatos deberían saber que, cuando impulsan una huelga general de este tipo, cientos de miles o millones de trabajadores no se sienten aludidos porque trabajarán desde sus casas gracias a las fórmulas de enlace que existen hoy en día. Que los profesionales que ocupan cada vez más las cifras de ocupación por cuenta propia son gente que no tienen un lugar ni un escenario en el que “computar” como huelguista. ¿De que leches hablan? ¿En que mundo vienen? Que alguien, urgentemente, les explique que el mundo ha cambiado.

Esos sindicatos que exigen ahora una “rectificación” a una medida que el gobierno no ha diseñado, que viene impuesta y que responde al dispendio que los sindicatos no criticaron en su día porque ya les iba que ni al pelo, son viejos y lentos. Viejos, porque en la percepción que en una economía digital y globalizada nadie puede ver a un “defensor” actualizado y homologable a sus intereses. Lentos porque no llegan a tiempo a los cambios que se han producido en el mundo.

Al contrario que en Alemania, por ejemplo, donde los sindicatos no perciben ni un céntimo de euro del Estado sino de sus afiliados y donde la liberación de horas son exclusivamente para la negociación de convenios y no para menesteres varios, en España viven de la transferencia pública y de la subvención clásica. No defienden al parado. Por mucho que digan, el 29 de septiembre ponen en riesgo más paro. Primero porque en la medida de entorpecer el funcionamiento de una economía muy débil, con pocos signos de avance, puede provocar más daño que bien. Paralizar un país en estos términos y en un momento como este es contraproducente.

Si se adaptaran verían que las manifestaciones no tienen que ser en la calle. ¿Que quiere decir eso de que hay que llenar calles y plazas para que un gobierno escuche la legitima crítica del pueblo?. Hoy en día hay mecanismos mucho más eficientes y potentes que pueden utilizar las redes sociales para ejercer esa protesta. Los medios digitales y sus foros, los blogs, las propias redes, las plataformas sociales y otros escenarios se pueden convertir en una amalgama desordenada de crítica que ya no necesita sindicatos ni mandingas.

Hace tiempo que el mundo protesta de otro modo, se manifiesta de otro modo, y ahora, incluso lo hace mientras sigue produciendo. La imaginación y el talento no ha llegado a los sindicatos que siguen con sus mismas canciones de siempre. Es tiempo y hora de que en la dirección de esas estructuras caducas se instalen personas que entiendan la época que les ha tocado vivir.

No me imagino haciendo huelga general los servidores de Google Maps en España. Tampoco veo muy real pensar que las granjas de computadoras de Tuenti se paren durante el 29. Ni los de mi empresa. Mis ordenadores seguirán trabajando. Están en la nube, como algunos dirigentes sindicales. Ya me entienden.

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El próximo 2 de noviembre a Obama le va a sentar fatal la cena. Básicamente por optimista. Creyó que en otoño del presente la economía norteamericana volvería a entonar la fase de crecimiento, que volvería crear empleo y, por derivación, tras un período de dudas sobre su gestión, el pueblo americano empezaría a valorar positivamente la gran tarea del bueno de Barack. Ni en la peor de sus pesadillas hubiera imaginado que la situación iba a ser tan desastrosa como en la actualidad. El paro no remite, el país no crece, los primeros síntomas de arranque se debieron a unos estímulos públicos que ahora no hacen más que engordar el problema y un sistema financiero tan contrario a que le toquen la entrepierna como antes de empezar el colapso.