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Rebelión en la junta
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Rebelión en la junta

Todas las compañías de nuestro país preparan sin descanso una de sus funciones estelares del año. Al estreno acudirán todos los stakeholders con sus mejores galas,

Todas las compañías de nuestro país preparan sin descanso una de sus funciones estelares del año. Al estreno acudirán todos los stakeholders con sus mejores galas, habrá largas colas, alfombra roja y muchos nervios.

 

Las juntas generales de accionistas suben el telón para que los consejos de administración rindan cuentas sobre la evolución y resultados de sus empresas, y sobre los planes que éstas tienen para afrontar los tiempos venideros. Nunca más que ahora, con un escenario económico incierto, habrá división de opiniones entre el público; surgirán preguntas; propuestas o silencios.

Las primeras filas aplaudirán, los abonados del patio de butacas se mostrarán escépticos ante la puesta en escena y el repertorio. Pero ¿y el gallinero?. Muchos accionistas minoritarios, que compraron su entrada en el último momento y quizás en la reventa, se presentarán dispuestos a ejercer su derecho al pataleo.

En el teatro de la vida corporativa que constituye una junta de accionistas hay que estar preparados para interpretar la obra con realismo, soltura y seguridad; conectar con el público por muy heterogéneo que sea; y conquistar el éxito de crítica (medios de comunicación) y público (accionistas), en el entendido de que la crítica no estará sólo atenta a la escena, sino que tendrá un ojo puesto en la platea.

Más allá de sindicatos inquietos por el nubarrón del ERE, de movimientos ecologistas que cuestionan la sostenibilidad de la estrategia medioambiental, y de grupos celosos del legado indígena, hay otro grupo al que debemos prestar atención. Son los minoritarios que invirtieron sus ahorros en acciones de una compañía que ahora está bajo mínimos, que han visto como su inversión se diluía y donde la confianza de los gestores puede ser cuestionada por su relativa capacidad a la hora de crear valor.

Los minoritarios son cada vez más una pieza clave en estrategias de activismo. Los hedge funds les lanzarán cantos de sirena para que se unan a su lucha por reclamar poder y que su voz sea escuchada. Es entonces cuanto la representación teatral será más interactiva que nunca, y cuando los gestores tendrán que plantearse algunas cuestiones donde la comunicación tiene mucho que decir:

-       ¿Atiendo a todos los accionistas por igual? o por el contrario mimo sólo a analistas y grandes accionistas institucionales.

-       ¿Será razonable tener un dialogo abierto y entender que la defensa del minoritario favorece no sólo a éste sino que construye reputación para la compañía?.

-       ¿Refleja la composición del Consejo el sentir del público y accionistas?, o sólo mis intereses como compañía.

-       ¿Cuento con un repertorio y un discurso accesible para todo el público o sólo para los muy entendidos?

La realidad es que la juntas generales de accionistas responden cada vez menos a un monólogo glorioso de los gestores. El público forma parte de la obra y como en la “La Rosa Púrpura del Cairo” –película del genial Woody Allen-, realidad y ficción se confunden propiciando que los actores entren y salgan de la pantalla.

Incluso los grandes divos de la ópera saben que el público tiene la última palabra. Este caso no es diferente.

Juan Rivera director senior de comunicación financiera de Llorente & Cuenca

Todas las compañías de nuestro país preparan sin descanso una de sus funciones estelares del año. Al estreno acudirán todos los stakeholders con sus mejores galas, habrá largas colas, alfombra roja y muchos nervios.