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El plan de reactivación y las expectativas
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El plan de reactivación y las expectativas

La semana pasada tuvimos la ocasión de escuchar declaraciones de ciertos políticos y banqueros afirmando vislumbrar ciertos signos de recuperación de la economía en el presente

La semana pasada tuvimos la ocasión de escuchar declaraciones de ciertos políticos y banqueros afirmando vislumbrar ciertos signos de recuperación de la economía en el presente mes de marzo. Y es algo que, de creerse, parecería confirmar las predicciones del presidente del Gobierno acerca de una mejora del empleo en el presente mes de marzo, todo ello gracias a las medidas de gasto en inversión de los municipios a través del llamado 'Plan E'. Pero las cosas no suelen ser tan sencillas en la vida y, por supuesto, tampoco en economía ¿Existe relación entre las medidas del Gobierno y el sobrevenido optimismo de algunos? En mi opinión, sí, pero no creo que el vínculo sea el que algunos pretenden.

 

La realidad es que, siendo rigurosos, no puede afirmarse que exista síntoma nítido alguno de recuperación económica. Es cierto que durante las últimas semanas ha podido observarse algún repunte en el precio de algunas materias primas pero sin resultar suficiente para romper una tendencia general de descenso o estancamiento. ¿Es razonable lanzar las campanas de la recuperación al vuelo? Desde luego que no. Algún motivo adicional tiene que haber. Y el motivo pudiera estar en que estas declaraciones podrían fomentar el consumo, pieza clave para que el plan de estímulo del Gobierno pudiera tener algún efecto. Creo, sin embargo, que este es un intento con grandes posibilidades de fracaso.

El plan de reactivación del Gobierno consiste en un aumento del gasto de unos 8.000 millones de euros para inversión en el ámbito municipal. ¿Cómo funcionan teóricamente estas medidas? Se parte de la base de que una parte de la crisis se debe a una falta de demanda agregada, esto es, ante la crisis los ciudadanos no consumen lo suficiente y, por tanto, las empresas no venden y reducen su empleo. La gente consumiría poco porque se han reducido sus ingresos y su riqueza. Por ello, es el Estado el que gasta (tomando prestado el ahorro del público, claro) para compensar esta demanda, apoyándose en un mecanismo adicional que reforzaría esta demanda pública. En efecto, 8.000 millones de euros es una cantidad bastante reducida si se compara con la caída de las ventas, pero hay que tener en cuenta que las obras municipales (teóricamente) generarán empleo y salarios para mucha gente, de modo que estas personas consumirán más al ver crecer sus ingresos, contribuyendo así a crear nuevo empleo en otras empresas, que generarán más renta, más empleo, más consumo y así sucesivamente. El proceso se realimentaría hasta lograr un efecto mucho mayor que los 8.000 euros iniciales.

Pero, dado que la realidad es algo más compleja, la eficacia de estas medidas es mucho más discutible en la práctica que en la teoría. Los economistas saben desde hace mucho tiempo que, al decidir su consumo, los individuos toman en cuenta las expectativas que tienen con respecto al futuro y no se guían solamente por la cantidad que ganan en el presente. El consumo depende, por tanto, de las expectativas futuras de renta y riqueza, expectativas que han empeorado considerablemente con la crisis y con la caída del precio de los activos en los que los sujetos mantenían su riqueza.

Capítulo destacado merece la reducción del precio de la vivienda (que se irá acentuando en un futuro próximo) y que lleva a una caída de la riqueza de muchas familias y a un endeudamiento neto mayor. Por tanto, a causa de la crisis, los ciudadanos perciben unas importantes caídas de su renta y de su riqueza futura. Es poco probable, por ello, que unos ingresos transitorios que pudieran proporcionar las obras municipales vayan a incrementar de forma apreciable el consumo de las familias. Muy probablemente, quienes tengan la suerte de percibirlos lo que harán será ahorrarlos como previsión frente a la incertidumbre y para pagar las crecientes deudas. A no ser que se convenza al público de que la crisis está finalizando y su riqueza futura no está en peligro.

Es decir, para que el plan del Gobierno funcione es necesario hacer creer al personal que se avecina una importante reactivación económica, que recuperaría la riqueza esperada de la gente y animaría el consumo (la profecía que se cumple a sí misma). Pero esto no es tan sencillo. Una de las enseñanzas más importantes en economía consiste en que la gente puede equivocarse, por supuesto, pero se equivoca poco cuando toma decisiones que atañen a uno mismo o a los suyos. En estos casos, los agentes económicos tienen una increíble capacidad para aprender y adivinar, en la mayor parte de las ocasiones, cuándo las autoridades y los poderosos están mintiendo y cuándo dicen la verdad. Y es que se puede engañar al público, claro, pero es mucho más difícil cuando cada uno se juega su propio sustento ¿será cuestión de supervivencia?

*Juan Manuel Blanco es profesor titular de Análisis Económico en la Universidad de Valencia.

La semana pasada tuvimos la ocasión de escuchar declaraciones de ciertos políticos y banqueros afirmando vislumbrar ciertos signos de recuperación de la economía en el presente mes de marzo. Y es algo que, de creerse, parecería confirmar las predicciones del presidente del Gobierno acerca de una mejora del empleo en el presente mes de marzo, todo ello gracias a las medidas de gasto en inversión de los municipios a través del llamado 'Plan E'. Pero las cosas no suelen ser tan sencillas en la vida y, por supuesto, tampoco en economía ¿Existe relación entre las medidas del Gobierno y el sobrevenido optimismo de algunos? En mi opinión, sí, pero no creo que el vínculo sea el que algunos pretenden.