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Alemania saca músculo y se convierte en la economía industrializada con mayor dinamismo
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Alemania saca músculo y se convierte en la economía industrializada con mayor dinamismo

En plena crisis financiera, y con la deuda europea a cuestas, la economía alemana ha marcado el mayor ritmo de crecimiento de las últimas dos décadas.

En plena crisis financiera, y con la deuda europea a cuestas, la economía alemana ha marcado el mayor ritmo de crecimiento de las últimas dos décadas. Su PIB, el cuarto del mundo, saltó hasta una tasa del 3,6% en términos interanuales en el último trimestre de 2010, una cota desconocida desde la reunificación del país. Y, paradójicamente, después de registrar unos números rojos del 4,7% en 2009 y de crear 262.000 puestos de trabajo adicionales el ejercicio pasado, un milagro de creación de empleo que ha posibilitado que la demanda interna, el parámetro más rezagado históricamente de la economía germana, haya aportado en esta ocasión nada menos que 2,5 puntos al crecimiento entre octubre y diciembre.

A juicio de los expertos del instituto Ifo alemán, la fulgurante recuperación alemana, que se ha convertido en la más dinámica y vigorosa no sólo de Europa, sino del conjunto de potencias industrializadas, se fraguó hace más de un año con las políticas de estímulo, tanto del Ejecutivo de Berlín como del resto de economías desarrolladas o emergentes, que propiciaron el fortalecimiento del sector exterior alemán. Y se consolidó, hasta comprobar las tasas recientes, con el impulso del consumo doméstico: “Para el actual año 2011, el semáforo de la economía de Alemania se encuentra en verde, con una demanda interna cada vez más intensa por la esperada mejora de la contratación en el mercado de trabajo”.

Sin embargo, ¿debe atribuirse en exclusiva a Merkel este éxito de puertas adentro de las fronteras alemanas? Y, por otro lado, ¿resulta correcto que la canciller democristiana cargue con el doble rasero de ser heroína en su país y villana en Europa?

El efecto Schröder

Los analistas otorgan a la líder de la CDU el innegable aval de haber encarrilado una economía en caída libre con un súbito viraje hacia una “política de freno a la deuda”, explican Barbara Böttcher y Klaus Günter, de Deutsche Bank, en un reciente estudio en el que cuestionan la nueva fortaleza de Alemania. Un mérito para el que Merkel esperó a librarse de sus antiguos socios del SPD en el Ejecutivo de la Gran Coalición para rentabilizar su decisión junto a los históricos compañeros de viaje, los liberales de su ministro de Exteriores, Guido Westerwelle.

Pero también reconocen el talante liberalizador del socialdemócrata Gerhard Schröder al poner en marcha la dolorosa Agenda 2010 para sacar a Alemania de la recesión a la que le condujo la crisis de las puntocom de 2001. En su opinión, lo que denominan el “ciclo [reformista] de Schröder” de rebajas fiscales en 2000; de consolidación del sistema de pensiones en 2001 y 2002 y de flexibilidad laboral en 2003 y 2004, puso coto a la hipoteca de la factura de la reunificación y el epitafio a la etiqueta de “enfermo de Europa” con el que se identificó entonces a Berlín por las dificultades de despegue de su economía y las reiteradas amenazas -nunca cumplidas por parte de la Comisión Europea- de déficit excesivo por rebasar el germánico Pacto de Estabilidad y Crecimiento que ahora exige a los socios del euro. Un sinuoso camino de salida de la crisis que -recuerdan Böttcher y Günter- no impidió a Schröder perder las elecciones de 2005 ante Merkel.

El tercer factor que explica el buen comportamiento de Alemania en esta crisis ha sido su potente sector privado. “Numerosas empresas afrontaron (esta reedición de la Gran Depresión) con excelentes ingresos y figuras financieras, después de haber emprendido procesos de reestructuración importantes en la primera mitad de la década, precisamente cuando su ciclo de negocios era pobre por la recesión provocada por las firmas tecnológicas”, aclaran los analistas de Deutsche Bank, que también mencionan los beneficios aparejados a un mercado laboral flexible -capaz de mantener en la actual crisis a más de 1,5 millones de trabajadores a tiempo parcial a cambio de evitar despidos- y a aumentos de competitividad derivados de una tendencia inversa en costes laborales unitarios a las que han soportado sus socios monetarios en los últimos años.

* Ignacio J. Domingo es analista.

En plena crisis financiera, y con la deuda europea a cuestas, la economía alemana ha marcado el mayor ritmo de crecimiento de las últimas dos décadas. Su PIB, el cuarto del mundo, saltó hasta una tasa del 3,6% en términos interanuales en el último trimestre de 2010, una cota desconocida desde la reunificación del país. Y, paradójicamente, después de registrar unos números rojos del 4,7% en 2009 y de crear 262.000 puestos de trabajo adicionales el ejercicio pasado, un milagro de creación de empleo que ha posibilitado que la demanda interna, el parámetro más rezagado históricamente de la economía germana, haya aportado en esta ocasión nada menos que 2,5 puntos al crecimiento entre octubre y diciembre.

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