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El silencio de los corderos

Europa corre riesgo de ebullición y llegará cuando se acabe la medicina del BCE

Foto: Una foto de archivo de una oficina del INEM. (EFE)
Una foto de archivo de una oficina del INEM. (EFE)

Después de corroborar una vez más el perenne signo cainita que asola este país desde hace siglos con la oportunidad perdida de cerrar una gran coalición, queda por repasar las razones últimas de tan insigne fracaso. Inicialmente el entendimiento entre Ciudadanos y PSOE representó un consenso razonable alrededor de una agenda de reformas dirigidas a la regeneración democrática del país. A ello siguió el mutis soberbio del presidente en funciones anteponiendo su propia persona al interés del país en momentos tan críticos, el que impidió el milagro. En apariencia, la dinámica responde a la cruda matemática de combinaciones en un parlamento muy fragmentado y a consideraciones de riesgo/beneficio muy cortoplacista. Marginalismo político al uso. Con perspectiva, sin embargo, la causa última es más una impotencia personal para explicar los esfuerzos titánicos impuestos a la sociedad española durante la crisis y sobre todo, articular una interpretación finalista que realmente infunda esperanza y unidad de sentido, la que ha abortado todo el proceso. Ingenuo ante la corruptela y diligente pero estéril ante Europa, sigue sin entender como una recuperación económica en ciernes y los galones de los socios europeos no le ganan la opinión pública y le otorgan cierta ascendencia sobre el resto de fuerzas políticas.

Una victoria pírrica e ilusoria y aquí nos plantamos

España efectivamente lidera la tabla europea de recuperación económica creciendo al 3%. Se han creado medio millón de puestos de trabajo el último año revertiendo una tendencia corrosiva y la población ocupada es ligeramente mayor que al inicio de la legislatura. Cuando Rajoy acude a Bruselas y Berlín recibe todo tipo de agasajos por el cumplimiento en mayor que menor grado del elenco de reformas estructurales, ajustes presupuestarios y objetivos de devaluación interna prescritos por nuestros acreedores. Sin embargo, en contexto, seguimos a la cola de Europa en tasa de desempleo, por encima del 20%, el empleo es precario, de escasa calidad, y sobre todo la juventud sin trabajo alcanza casi el 50% -algo que es común a toda Europa-. Después de varios años de crisis aguda y existencial, Europa es sólo capaz de un crecimiento económico parcamente por encima del 1%, absolutamente inefectivo para recuperar las suertes de las clases medias decimadas.

Esta lectura realista legitima la desafección de la sociedad con una recuperación cíclica anémica e insuficiente, insufla todo tipo de populismos en el Continente, y ratifica la sospecha de que a estos ritmos toda una generación en Europa está destinada al fracaso. Del verano a esta parte desde que irrumpieron las incertidumbres chinas en mercados, las bolsas europeas confirman esta realidad triste. A pesar de las inyecciones masivas de liquidez por parte del Banco Central Europeo y la consiguiente presión a la baja en tipos de interés, las bolsas no han subido un ápice desde que comenzó el esfuerzo. La razón es simple, la recuperación en ciernes no se descuenta como sostenible porque Europa no tira en conjunto, la deflación acecha imperante y el riesgo de “japonizar” el Continente es muy real. La peor ilusión es creer que el destino de España no está indefectiblemente atado al de Europa. No padecimos de infarto en 2011 y 2012, pero actualmente corremos un riesgo alto de combustión lenta, como la rana en la olla hirviendo. El punto ebullición en algunos meses, cuando el BCE termine con sus inyecciones de compra.

De nuestra parte, no deja de ser irónico que habiendo reconocido expresamente nuestro ínclito las limitaciones de una política nacional propia, (sin independencia monetaria, cambiaria, y fuertes restricciones fiscales con 1trn de euros de deuda externa y necesidades anuales de refinanciación de 50bn anuales), no haya sido capaz de vislumbrar opciones para la articulación de ese mensaje de esperanza precisamente ahí: en la naturaleza de las limitaciones políticas derivadas del proyecto del euro. No ha existido sentido de Estado alguno a la hora de aprovechar en Europa el capital político que nos otorga el cumplimiento aventajado con nuestros socios acreedores, para promover iniciativas políticas frescas y valientes a favor de la integración europea que vayan más allá del pago de la deuda a pies juntillas.

La superación de la crisis con la terapia actual sólo anclada en una política monetaria común y sin unión bancaria ni unión fiscal es una ilusión falaz

La superación de la crisis con la terapia actual exclusivamente anclada en una política monetaria común y sin unión bancaria ni unión fiscal es una ilusión falaz, y en esto coinciden sociedad y mercados. Sencillamente es increíble la pusilanimidad y resignación, como corderos, con la que se enfrenta la mayoría de países a la crisis existencial de Europa, y el galardón máximo cae sobre nuestro país, por la entidad y el papel crítico que ha tenido en el devenir de sucesos validando los primeros compases de la lidia. Como si esto de la construcción europea no fuera un gerundio de la máxima urgencia. Desde una postura de arrogante complacencia se ha caído en la más crasa resignación y no se ha sabido identificar la falta de proyecto ilusionante para la sociedad con las esposas doradas del corsé del euro en su actual configuración.

La gestión de la crisis del euro: un trabajo de apaños e inconcluso

Ya con perspectiva hay consenso en la doctrina económica (IMF, OCDE, think tanks, premios Nobel, etc) sobre los méritos y las insuficiencias de la gestión alemana de la crisis del euro. Inicialmente a nadie se le escapan los excesos de la primera parte de la década en el Sur de Europa en deuda, despilfarro y falta de rigor de Ley y así se reconoció en el Pacto por la Estabilidad y el Crecimiento recogido constitucionalmente. Por ende toda la periferia accedió al acatamiento "manu milatari" de las políticas de ajuste "merkelianas": contención y rigor presupuestario, y devaluaciones internas en pos de la competitividad. Uno por uno, desde Grecia en mayo 2010 hasta España en mayo del 2012, toda la periferia sucumbió a la lógica de los mercados, aceptando la financiación del resto de Europa a cambio del cumplimiento de programas articulados en varios mecanismos institucionales creados al uso (EFSF y ESM). En el proceso de creación europea la significación política de ese alineamiento ha caído en saco rato.

Uno por uno, desde Grecia en mayo 2010 hasta España en mayo del 2012, toda la periferia sucumbió a la lógica de los mercados

Tres o cuatro años después, se evidencian las limitaciones de las terapias en curso propias del diagnostico impreciso. Lo que en esencia es una crisis bancaria entre acreedores del norte y deudores del sur avalada por unos desequilibrios de cuenta corriente estructurales anclados por el euro, se ha tratado como una crisis de deuda soberana, utilizando a la población de los países deudores como unidades administrativas para el ajuste necesario en el pago a una banca acreedora. El correlato natural de políticas depresores del crecimiento en casi la totalidad del Continente, (no solo la periferia intervenida sino Francia e Italia incluida) es una activación de la demanda interna de Alemania. Sin embargo y pesar de un superavit por cuenta corriente del 5% y equilibrio presupuestario, no gastan .Y con tipos negativos. A resultas de ello el crecimiento Europeo levanta escasamente un palmo y está mostrándose absolutamente insuficiente para tomar velocidad de crucero y revertir el ahogo de una generación de jóvenes europeos en su totalidad.

La adscripción de la periferia al cumplimiento de programas, una manifestación máxima de europeísmo, ha sido escasamente reciprocada por nuestros socios europeos. Se ha congelado prácticamente todo el proceso de integración institucional, fiscal y bancaria, que en esencia requerirá en algún momento una garantía solidaria sobre el pasivo futuro. El desinterés alemán flagrante por liderar Europa, con sus políticas de corte nacionalista, mercantilista, y maquiavélico, este desentendimiento de la naturaleza estructural de la crisis es un campo de cultivo fértil a todos los populismos, de izquierdas en el Sur y de derechas en el norte. Responde al perfil pragmático y cortoplacista de una líder, Merkel, que se autoproclama de centro derecha. La actual política alemana en Europa es todo menos conservadora, moderada o liberal.

La actual política alemana en Europa es todo menos conservadora, moderada o liberal

Esta omisión crasa no es denunciada por aquel que tiene mayor legitimidad para hacerlo, España, por una adscripción ideológica ilusoria que se ha visto refutada por la realidad. Que no haya sido capaz de iniciar un frente con Francia e Italia, en conjunto más de un 60% de la economía europea, y forzar un debate real con y en Alemania a favor de una contribución paritaria al ajuste y un compromiso fechado para la creación de un Tesoro Europeo y emisión solidaria de deuda, sine-qua-non en la resolución de la crisis, pasará a la Historia como uno de los grandes interrogantes.

Al final la política la hacen las personas. La falta de criterio y carácter de nuestro ínclito para identificar un problema -el condicionamiento europeo critico a la política nacional, como la solución real, a largo plazo que dé unidad de sentido y fertilicé a la vez el proyecto nacional y el europeo- es el mismo…, está en buena parte explicada por su pasado político en provincias, 'no speak English', e ignorancia supina en economía y finanzas. Del lado técnico, la complacencia política con las estadísticas de la recuperación ha sido santo y seña. Y por su parte, el resto de fuerzas políticas que intentaron el consenso, apuntaron correctamente la necesidad de consensuar con Europa el ritmo de ajuste presupuestario, pero sobre la necesidad urgente de forzar un nuevo estadio en la gestión de la crisis, como máximo interés nacional, rien de rien...

Quizá de los resultados electorales en las próximas elecciones salgan nuevas caras y nuevas posibilidades. Quizá se pueda formar un gobierno capaz de saber qué proyecto puede levantar nuestra sociedad, dónde y por qué sólo puede cultivarse, y cómo hacerlo. Quizá podamos parafrasear a Ortega diciendo que en este caso Europa es el problema y España, libre de complejos históricos, está a la altura de la solución.

Después de corroborar una vez más el perenne signo cainita que asola este país desde hace siglos con la oportunidad perdida de cerrar una gran coalición, queda por repasar las razones últimas de tan insigne fracaso. Inicialmente el entendimiento entre Ciudadanos y PSOE representó un consenso razonable alrededor de una agenda de reformas dirigidas a la regeneración democrática del país. A ello siguió el mutis soberbio del presidente en funciones anteponiendo su propia persona al interés del país en momentos tan críticos, el que impidió el milagro. En apariencia, la dinámica responde a la cruda matemática de combinaciones en un parlamento muy fragmentado y a consideraciones de riesgo/beneficio muy cortoplacista. Marginalismo político al uso. Con perspectiva, sin embargo, la causa última es más una impotencia personal para explicar los esfuerzos titánicos impuestos a la sociedad española durante la crisis y sobre todo, articular una interpretación finalista que realmente infunda esperanza y unidad de sentido, la que ha abortado todo el proceso. Ingenuo ante la corruptela y diligente pero estéril ante Europa, sigue sin entender como una recuperación económica en ciernes y los galones de los socios europeos no le ganan la opinión pública y le otorgan cierta ascendencia sobre el resto de fuerzas políticas.

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