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Desafíos para la economía en 2017: ¿prevalecerá la incertidumbre?
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Desafíos para la economía en 2017: ¿prevalecerá la incertidumbre?

Nuestra previsión es que España logre crecer en 2017 muy por encima del promedio de la eurozona, situándose en el entorno del 2,5%, frente al 1,7% del conjunto del área monetaria

Foto: Monitor de las primas de riesgo en la Bolsa de Madrid. (EFE)
Monitor de las primas de riesgo en la Bolsa de Madrid. (EFE)

El año 2017 dará la medida sobre la capacidad ejecutiva de la política española. Es de esperar que la inédita falta de una mayoría parlamentaria sólida dé como fruto una mayor agilidad y flexibilidad para que distintas formaciones políticas lleguen a acuerdos que repercutan en beneficio de los ciudadanos a los que representan. Después de muchos años de esfuerzos por parte de empresas y hogares, la economía española está bien puesta sobre sus raíles: se ha acometido un intenso saneamiento y desapalancamiento; se han acelerado los procesos de internacionalización e incluso se ha avanzado en la necesaria desbancarización del tejido empresarial. Nuestra previsión es que España logre crecer en 2017 muy por encima del promedio de la eurozona, situándose en el entorno del 2,5%, frente al 1,7% que el BCE espera para el conjunto del área monetaria. Pero la incertidumbre prevalece. Esto es cada vez más evidente en el plano internacional, pero en el ámbito doméstico no se pueden obviar los desequilibrios que ha generado la crisis. Por eso, no es el momento de que la política encalle en diatribas, sino el de abordar con decisión las reformas necesarias: combatir la desigualdad social; acelerar la creación de empleo (todavía vemos la tasa de paro por encima del 18% en 2017); luchar contra el desempleo estructural; mejorar el clima de negocios, consolidar las cuentas públicas y, en resumidas cuentas, fortalecer el potencial de crecimiento para hacer a España menos vulnerable ante los distintos riesgos que emergen y cuya intensidad puede ir in crescendo en los meses venideros.

Así, el debilitamiento del comercio mundial empieza a pasar factura a nuestro sector exterior. El crecimiento de los países emergentes flaquea y algunas economías pasan por serios problemas, como ocurre en algunos lugares con importantes vínculos con España, como es el caso de México y Brasil. El resultado es que las ventas en el extranjero de las grandes empresas españolas han echado el freno. Antes de que empezara la crisis, el peso de las ventas en el exterior representaba el 15,3% de la facturación de las grandes compañías y ahora supone ya el 23,5%, lo que da una idea de lo importante que es que las cosas vayan bien fuera de nuestras fronteras. Además, en los meses anteriores también había ayudado mucho el desplome del petróleo. Sin embargo, hace tiempo que la cotización del barril pareció encontrar el suelo de su caída y el precio evoluciona ahora al alza.

Las ventas en el extranjero de las grandes empresas españolas han echado el freno

De igual modo, el sector financiero se enfrenta a múltiples desafíos: de regulación, de cambio global de hábitos de los usuarios, de creciente competencia por parte de nuevos actores; así como incluso al reto de la capacidad para seguir generando beneficios. Todos estos son factores que pueden pesar en el flujo de crédito, a pesar de las extraordinariamente favorables condiciones crediticias que imperan en la actualidad, gracias al esfuerzo realizado por los bancos centrales. Un despliegue de recursos que, en el caso de la eurozona, no se está viendo secundado como debería por reformas estructurales y fiscales que multiplicarían el efecto de transmisión hacia la economía real de las medidas impulsadas por el BCE.

Es cierto que los mercados son más resistentes y el estado general de la economía es mejor que años atrás. Buena prueba de ello es que en 2016 han tenido lugar tres grandes shocks políticos sin que el curso de los mercados se haya visto excesivamente alterado por ello. Ahora bien, será a medio y largo plazo cuando se empiecen a sentir de verdad los efectos del llamado Brexit, la victoria en las presidenciales de EEUU del magnate Donald Trump y el portazo de los italianos a la reforma constitucional. El calendario político es complicado en Europa; en 2017 habrá elecciones para elegir nuevo Gobierno en Alemania, Francia y Holanda, y no es descartable que en Italia termine sucediendo lo mismo, a pesar de la intención del Partido Democrático de intentar agotar la legislatura. En conclusión, los pilares del proyecto europeo se verán sometidos a un desafío sin precedentes, ante la creciente oleada de descontento social, a la que no se puede hacer oídos sordos.

En 2016 han tenido lugar tres grandes shocks políticos sin que el curso de los mercados se haya visto excesivamente alterado por ello

Este es el contexto en el que se debe desenvolver España, obligada además a tomar medidas para reducir la elevada carga de su deuda pública, que equivale ya al 100% del PIB. La necesidad de combatir el déficit público no es una cuestión ni siquiera de cumplir con los compromisos con nuestros socios comunitarios; simplemente, cuanto más dinero público haya que destinar al servicio de la deuda, menos se podrá emplear en inversiones productivas. Desde el año 2012, España gasta cada año más de 30.000 millones de euros a atender sus compromisos con los acreedores (más de 33.200 millones en 2015, según datos de Eurostat). Se trata de una cantidad que supera ampliamente otras partidas, como, por ejemplo, la del subsidio por desempleo, que es prácticamente la mitad. De hecho, aun financiándose a los tipos de interés más bajos de su historia, el coste del servicio de la deuda es ahora para España el doble que en 2007. Urge actuar, en previsión de las consecuencias que se derivarán de la normalización de los tipos de interés, algo que terminará sucediendo tarde o temprano, aunque no esté todavía en el horizonte de más corto plazo.

El caso de la deuda es solo una de los muchos asuntos que hay que atender. Pero hay muchos más frentes: la consolidación del sector financiero también representa un desafío importante; la sostenibilidad del turismo, punta de lanza del crecimiento económico en España, es otro gran reto; la necesidad de fortalecer el modelo económico mediante una apuesta por una industria manufacturera de bienes exportables que sea capaz de competir internacionalmente con productos de alto valor añadido; la conveniencia de incrementar la dimensión de las empresas españolas, con un tejido empresarial caracterizado por una excesiva preeminencia de micropymes, para un aprovechamiento más eficaz de economías de escala; las disfunciones mencionadas al principio sobre el mercado laboral y sus repercusiones sociales… Y estos son solo una breve muestra de los números focos de atención de cara a 2017. En definitiva, a nivel corporativo, el entorno actual exige una gestión profesionalizada del riesgo empresarial, en particular, del riesgo de crédito; a nivel político, la coyuntura demanda no caer en la complacencia de la buena marcha de la economía, sino avanzar en las reformas estructurales que el país necesita.

*Dionisio Torre es director general de Axesor

El año 2017 dará la medida sobre la capacidad ejecutiva de la política española. Es de esperar que la inédita falta de una mayoría parlamentaria sólida dé como fruto una mayor agilidad y flexibilidad para que distintas formaciones políticas lleguen a acuerdos que repercutan en beneficio de los ciudadanos a los que representan. Después de muchos años de esfuerzos por parte de empresas y hogares, la economía española está bien puesta sobre sus raíles: se ha acometido un intenso saneamiento y desapalancamiento; se han acelerado los procesos de internacionalización e incluso se ha avanzado en la necesaria desbancarización del tejido empresarial. Nuestra previsión es que España logre crecer en 2017 muy por encima del promedio de la eurozona, situándose en el entorno del 2,5%, frente al 1,7% que el BCE espera para el conjunto del área monetaria. Pero la incertidumbre prevalece. Esto es cada vez más evidente en el plano internacional, pero en el ámbito doméstico no se pueden obviar los desequilibrios que ha generado la crisis. Por eso, no es el momento de que la política encalle en diatribas, sino el de abordar con decisión las reformas necesarias: combatir la desigualdad social; acelerar la creación de empleo (todavía vemos la tasa de paro por encima del 18% en 2017); luchar contra el desempleo estructural; mejorar el clima de negocios, consolidar las cuentas públicas y, en resumidas cuentas, fortalecer el potencial de crecimiento para hacer a España menos vulnerable ante los distintos riesgos que emergen y cuya intensidad puede ir in crescendo en los meses venideros.

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