Crear y crecer: no es tan difícil dar con la piedra filosofal de la pyme

Debo reconocer que nuestros gobernantes están intentando hacer algo que contribuya a una mayor creación de empresas y al crecimiento de las existentes. Pero, por razones que se me escapan, lo están haciendo sin contar con aquellos que mejor conocen el funcionamiento de las pymes. No sé si es soberbia, autosuficiencia, desconfianza…, pero, sea cual sea la razón, los resultados no les están acompañando.

Reconozco, con humildad, que no he sido convocado a ninguna reunión que me permitiera ofrecerles el conocimiento que el colectivo al que represento tiene de las pymes a pesar de haberme puesto a disposición en numerosas ocasiones. Sin embargo, quiero hacerles llegar mis conclusiones, por si pudieran colaborar en dar con la piedra filosofal de la pyme.

Considero que son cuatro los ejes que deben vertebrar una revisión profunda de la normativa que afecta a la creación y al crecimiento de los pequeños negocios. Y, adicionalmente, un consejo general: en lugar de varias normas para regular las ‘startups’, el emprendimiento, la creación y el crecimiento de la pyme, su digitalización y el fomento de la innovación, se debería recoger en una sola norma todo aquello que colabore con su desarrollo. Porque gran parte de las medidas son troncales para todas ellas, y bastaría con elaborar capítulos en aquellos conceptos que deban ser diferenciados.

Cómo ayudar en la creación de un negocio

El primer eje sobre el que debe pivotar la reforma es el correspondiente a la creación de los negocios. No podemos seguir creyendo que el problema en la creación de una pyme está en el capital social. Creo que es infantil pensar que se puede crear un negocio con un euro de capital, que ni siquiera cubre el coste administrativo/notarial, por bajo que este sea. Pero crear una empresa con un euro, económicamente, impide disponer de los recursos necesarios para su desarrollo. Lo que sí es necesario para la creación de una empresa es la agilidad, simplicidad y facilidad para la puesta en marcha del negocio.

En términos medios, abrir una empresa normal requiere en España 12,5 días de trámites. En Europa, la media está en 9,2 días. Lo que no significa que en 12,5 días la empresa esté funcionando, porque el trámite de la constitución puede llevar media hora en la notaría (es un ejemplo optimista) y varias semanas en su registro. Hay un derecho del ciudadano y de la empresa que aparece en la propia ley de procedimiento administrativo: que los ciudadanos no tienen que volver a presentar datos o documentos que la Administración ya tiene. Este es un derecho que se vulnera constantemente.

Además, la Administración, en lugar de poner en marcha el trámite de proceso único, lo que activa es el trámite sucesivo: el segundo ha de esperar a que termine el primero. Un ejemplo: contratar un conductor extranjero precisa, primero, el alta de la tarjeta de residencia; cuando se ha conseguido, hay que solicitar el alta en la seguridad social, y, cuando está dado de alta, hay que realizar el canje de su permiso de conducir. Uno detrás de otro.

Es infantil pensar que se puede crear un negocio con un euro de capital, que ni siquiera cubre el coste administrativo/notarial

Y finalmente, crear la dirección única electrónica, donde recibir todas y cada una de las notificaciones del ciudadano con cualquiera de las administraciones, en lugar de que tengamos que contar con un buzón diferente para la Agencia Tributaria, la Seguridad Social, los ayuntamientos… Tres pasos sencillos y factibles a corto plazo que agilizarían de una forma sustancial todo lo que tiene que ver con la creación de una empresa. Sirvan estos pasos también para facilitar los trámites durante su vida, reduciendo la burocracia existente.

A medio y largo plazo, hablamos de digitalizar la Administración. En mi opinión, esto supone necesariamente dos acciones a considerar: la participación de los colaboradores sociales, quienes probablemente seremos capaces de acometer los procesos de digitalización con más agilidad y flexibilidad que la propia Administración, y la simplificación normativa de los procesos. Porque mucho avanzaremos en digitalización, pero, si los procesos siguen siendo engorrosos, no será suficiente con esta.

Microempresa, pequeña empresa, mediana…

El segundo eje vertebrador debe consistir en realizar una profunda revisión de las fronteras establecidas para ser considerada microempresa, pequeña empresa, mediana empresa y gran empresa. Uno de los frenos para el crecimiento de muchos negocios radica en que traspasar dicha frontera les supone asumir unos elevados costes económicos y burocráticos. Está muy manido el ejemplo de que pasar de 49 a 50 trabajadores le supone a la empresa tener un plan de igualdad. Tiene incidencias también en la constitución de sindicatos o en las declaraciones de la brecha salarial, entre otras.

No es lo mismo que este sobrecoste en recursos económicos y humanos se haya de asumir por pasar de 49 a 50 personas que si se tuviera que asumir, por ejemplo, en el paso de 149 a 150 trabajadores. Muchas empresas no se plantearían crecer, pasando de los 49 a los 50, pero probablemente sí lo harían si ese salto no supusiera incrementar su ‘jaleo’ administrativo. Y los referidos son solo algunos ejemplos, pero podríamos poner muchos más. Por tanto, revisar las fronteras permitiría mayor tamaño de nuestras empresas.

Financiación para quienes más la necesitan

El tercer eje consiste en mejorar la financiación de los pequeños negocios. No hace mucho, un ex alto directivo de uno de nuestros grandes bancos me reconocía que no hay apetito por financiar a nuestras pymes. Y me lo explicó muy bien: la banca no cobra la prima de riesgo real de las pymes. En general, el tipo de interés puede ser algo más alto que el de una gran empresa, pero no recoge el mayor riesgo que realmente se asume ante una pyme. En momentos de normalidad, la rentabilidad de la cartera crediticia de un banco frente a pymes es muy ajustada. Cuando se espera, como es el caso para el próximo año, una morosidad del 25% en estas empresas, es una catástrofe.

Es importante, en consecuencia, conseguir que los bancos fijen unos tipos de interés que reflejen la realidad de riesgo en cada momento, y que las pymes cuenten con las herramientas para reducir estos costes mediante líneas de apoyo estatales o autonómicas, a costes razonables. Y, aunque no soy muy favorable a la participación activa del Estado en los mercados, quizá sea este un espacio de un banco público, una amplia línea de avales específica o la creación de entidades de garantía recíproca, fondos o compañías de seguro de crédito y caución, ofreciendo servicio a las pymes a unos precios razonables para ellas.

Y el crecimiento de los pequeños negocios no se basa solo en reconsiderar las fronteras que mencionaba unos párrafos atrás. Es preciso también acceder a compañeros de viaje que aporten los recursos necesarios. Antes hablábamos de financiar el día a día. Ahora hablamos del crecimiento. En ambos casos, sin recursos no hay posibilidades. Y grandes proyectos dormirán para siempre el sueño de los justos si no son apoyados.

Colaboración entre empresas

El cuarto y último eje, en mi opinión, pasa por fomentar también, además del crecimiento orgánico o inorgánico por la compra o fusión de compañías, la colaboración entre empresas. Colaboración que puede consistir en ‘fusiones frías’, en agregación de empresas complementarias sin que suponga el intercambio accionarial o en UTE más formales, pero con requisitos más sencillos. Todo ello, contando con una herramienta que permita a las pymes conocer quiénes son sus aliados naturales y facilitando su contacto, así como plantear una normativa sencilla para la unión y ágil y no costosa para la ruptura.

Quizás a usted se le ocurran otros ejes. Al final, seguro que entre todos alcanzamos a establecer el conjunto de herramientas que pueden permitir potenciar la creación y el crecimiento de las empresas en España. Para mí, estos son los cuatro ejes convertidos en condición necesaria, y creo que suficiente, para lograr estos objetivos.

*Fernando J. Santiago Ollero es presidente del Consejo General de Colegios de Gestores Administrativos.